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23 de Octubre de 2022

El tercer período de Xi Jin Ping

Xi se erige así en el líder que más ha concentrado poder desde Mao. En su década en el mando se dedicó sistemáticamente a la eliminación de sus opositores reales, potenciales e imaginarios, mediante sus “campañas anticorrupción”.

Por Redacción EL DÍNAMO
Además del ámbito económico, el gobierno de Xi se ha volcado a extender el control social y político del partido con especial énfasis en las minorías étnicas y religiosas, así como en el territorio de Hong Kong. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Como es la tónica de un tiempo a esta parte, abundan los hechos significativos en la esfera internacional y cuesta decidir el tema a analizar. Está la renuncia de la primera ministra Liz Truss después de solo 45 días de gobierno, que denota el crítico momento que atraviesa el Reino Unido, dejando en evidencia aún más patentemente el garrafal error que cometió este país al salirse de la Unión Europea y quedar solo lidiando con una crisis mundial multidimensional. También nos encontramos con cambios tácticos en la guerra en Ucrania, con la introducción de Irán y sus drones kamikazes en apoyo de Rusia, así como la conscripción adicional de centenares de miles de nuevos soldados rusos para ser sumados al frente en una profundización del conflicto. Pero sin duda lo más significativo por estos días es el Vigésimo Congreso del Partido Comunista Chino, sesionando desde el 16 de octubre.

En efecto, en este congreso que reúne a casi 2.300 delegados del partido que tiene a 96 millones de afiliados, se renovarán las principales autoridades partidarias y en consecuencia del país, así como se establecerán los lineamientos estratégicos para los próximos años.

Como en todas las anteriores oportunidades de este evento quinquenal, los preparativos y las deliberaciones se han desarrollado con gran hermetismo y una seguridad muy estricta, lo que implica que no ha emergido ninguna pista o trascendido de las deliberaciones ni menos de los acuerdos que se han ido tomando, por lo que habrá que esperar los anuncios oficiales.

¿Pero qué se aborda en este congreso? Como se mencionó, junto con elegirse las autoridades, se aprueba un mapa de ruta nacional hasta el próximo evento en 5 años más. En esta oportunidad, por primera vez desde la reforma constitucional de 1982 bajo Deng Xiaoping que limitó el período gubernativo a un máximo de dos períodos de 5 años, la regla fue derogada por Xi Jinping y todo indica que será ungido por un tercer período (quedando abierta su reelección indefinida).

Xi se erige así en el líder que más ha concentrado poder desde Mao. En su década en el mando se dedicó sistemáticamente a la eliminación de sus opositores reales, potenciales e imaginarios, mediante sus “campañas anticorrupción”. Producto de ello, ha logrado en apariencias alinear al partido, las FFAA y la policía incondicionalmente bajo su liderazgo, posicionando además a sus leales en cargos claves.

Como disquisición secundaria, es interesante notar que la concentración del poder, al eliminar la posibilidad de la crítica, y rodear al gobernante de obsecuentes atemorizados o interesados en sacar beneficios de su lealtad, tiene por efecto principal desconectarlo de la realidad, lo que conlleva todo tipo de consecuencias. Para ello baste ver el caso de Putin y su desastrosa decisión de invadir Ucrania. En el caso chino, como no recordar el cuento del rey desnudo o del nuevo traje del emperador (del danés Hans Christian Andersen).

Pero volviendo al asunto principal, ¿qué implica la entronización de Xi y qué temas deben observarse?

En primer lugar, su continuidad significará la consolidación de los principales ejes de su mandato en la década que lleva en el poder. Eso se traduce en el plano doméstico en profundizar la centralidad y control del Partido Comunista y en el ámbito externo en acentuar la competencia por el liderazgo mundial.

En sus años en el gobierno, Xi ha revitalizado el papel del partido, que a sus ojos se estaba diluyendo producto de los avances de le economía de mercado. Siendo la última generación de líderes que vivió un gran adoctrinamiento ideológico (los sub-60 se formaron en un ambiente de reforma y apertura), entiende perfectamente que la pérdida del control económico por parte del partido (ergo del Estado) implica necesariamente una erosión de su poder que puede llegar a tumbar el sistema. Por eso se ha preocupado de someter a los grandes empresarios al partido, con distintas medidas, desde su “invitación” a afiliarse, pasando por la designación de representantes comunistas en los directorios y otras instancias claves de estas empresas, hasta multas y sanciones millonarias por supuestas infracciones, incluyendo encarcelamientos. También bajo su mandato se ha fortalecido el sistema de empresas públicas. Junto con un tema de conservación del poder, Xi considera que un elemento de legitimidad del Partido Comunista es asegurar el bienestar económico de la población y esto se estaría viendo afectado por la creciente desigualdad de los últimos años, precisamente como consecuencia de la economía capitalista. Aunque innegablemente la reducción de la pobreza ha sido extraordinaria, en su visión el tema de la igualdad es igualmente relevante y su erosión genera tensiones sociales que pueden ser peligrosas. Por eso su discurso hacia las grandes empresas privadas ha sido que llegó la hora de devolver la mano a la sociedad tras todas las facilidades e incentivos recibidos. Esa devuelta de mano incluye “promover” cuantiosas donaciones para proyectos sociales y “renunciar” a expandirse a ciertos mercados externos para beneficiar a la economía local.

Pero como consecuencia de sus propias políticas y de la pandemia asociada a la regla de “tolerancia cero”, la economía china ha perdido dinamismo y este año se espera un crecimiento de alrededor del 2%, muy por debajo de los años anteriores. La interrogante es si esto es coyuntural o si es un punto de inflexión hacia tasas más bajas en adelante, lo que sería un serio problema para la legitimidad del gobierno de Xi.

Además del ámbito económico, el gobierno de Xi se ha volcado a extender el control social y político del partido con especial énfasis en las minorías étnicas y religiosas, así como en el territorio de Hong Kong. En relación con lo primero, los principales afectados han sido los uigures en Xinjiang, con la instalación de campos de “reeducación” por los cuales se estima han pasado al menos un millón de personas, además de otras severas medidas contra sus libertades. Esto fue recogido en el informe de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos Michelle Bachelet y deja un tema candente en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU del cual Chile formará parte en 2023-25 (nuestra candidatura explicitó que los DDHH serán el centro de nuestra política exterior, lo que requerirá una pronta definición sobre este y otros temas).

En cuanto a Hong Kong, Xi no podía tolerar un foco democrático que podía contagiar al resto del país, por más que tuviera un estatuto especial. Por eso aplicó la ley de seguridad interior para neutralizar cualquier asomo de oposición democrática, burlando y desechando el acuerdo con el Reino Unido de “un país, dos sistemas” que garantizaba la autonomía de ese territorio por 50 años desde 1997.

En el ámbito internacional, Xi ha representado una postura mucho más proactiva y nacionalista, con el objetivo declarado de pasar a ser la principal potencia. Para ese propósito ha incrementado el gasto en defensa y adoptado posturas mucho más beligerantes, lo que queda en evidencia en las escaramuzas fronterizas con India y la concentración de tropas en esa extensa frontera, así como su endurecimiento respecto de Taiwán y en el Mar del Sur de la China. Se suma a esto su “incondicional” alianza con Rusia.

Por tanto, su continuidad augura mayor control y represión interna y la mantención de una tensa competencia hegemónica, lo que se traduce en más riesgos de conflicto en un mundo que atraviesa por una alta incertidumbre y múltiples amenazas a su seguridad.

Lo que habrá que observar con atención es cómo quedará compuesto el Politburó del partido integrado por 25 miembros y, dentro de él, del Comité Permanente, que reúne a los 7 personeros más poderosos del país. Una norma que se ha respetado a la fecha es la jubilación de los miembros a los 68 años. La mitad del Politburó está en esa condición. ¿Se va a mantener esa práctica o se prorrogarán los compañeros de generación de Xi (quien tiene 69 años)? Si se nombra a personeros más jóvenes, ¿cuál será el salto generacional que dará Xi y qué podría indicar sobre su sucesión?

Habrá que esperar meses y tal vez años para conocer qué pasó en este congreso y sus potenciales efectos en China y el mundo. Solo una cosa es segura: habrá Xi Jinping para al menos 5 años más con todo lo que ello implica.

América Latina tiene entonces que tener claro que será objeto de una competencia más intensa entre China y EEUU, con una reducción en la misma proporción de su margen de acción y opciones frente a las presiones de estos países. ¿Se está anticipando este escenario con la debida premura y diligencia en nuestras cancillerías? En apariencia y al menos en Chile, la respuesta me parece negativa. Una señal en ese sentido es la procrastinación gubernamental con su oposición al CPTPP que justamente no tiene a ninguna de las potencias en su seno.

Otra pregunta y final: ¿se ha considerado lo que implicaría una eventual interpelación o condena de Chile en una muy probable discusión sobre alguna situación que involucre a China en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU (asumiendo la voluntad declarada de hacer una diferencia en la materia como elemento central de nuestra política exterior)?

 

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