Ajustes en el liderazgo mundial y sus efectos
Estados Unidos se acerca a su elección de mitad de período, durante la cual se renueva completamente la cámara de los representantes, un tercio del senado, además de la mayoría de los gobernadores y otras autoridades locales según los estados.
Los gobiernos van y vienen en el mundo, generando efectos positivos y negativos en sus sociedades, pero también más allá de sus fronteras. Y evidentemente mientras más importante y poderoso el país, más influye globalmente lo que ocurre en su liderazgo y gobierno.
En esta columna revisaremos rápidamente lo que está ocurriendo en los países considerados más importantes, tomando en cuenta como factor ordenador principal el PGB, pero también otros atributos que se traducen en poder. De acuerdo con esos parámetros, el grupo a observar arbitrariamente está compuesto por Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Reino Unido, India, Francia, Italia Corea del Sur y Rusia. Sin duda que lo que acontece en ellos debe ser observado con atención por las implicancias directas e indirectas para el resto de los países. Vamos entonces al análisis.
Estados Unidos se acerca a su elección de mitad de período, durante la cual se renueva completamente la cámara de los representantes, un tercio del senado, además de la mayoría de los gobernadores y otras autoridades locales según los estados. Pero lo más importante se refiere al congreso y tradicionalmente es una instancia en la cual el gobierno en funciones pierde escaños, incluso cediendo en muchas oportunidades el control de una o ambas cámaras. Actualmente el gobierno de Biden tiene una estrecha mayoría en la cámara y un empate en el senado, que rompe con el voto dirimente de la vicepresidenta. Las encuestas y proyecciones indican que casi con certeza los demócratas perderán el control de la cámara, mientras lo que ocurra en el senado es más impredecible.
Para todos los efectos, quedar en minoría en al menos una cámara significa perder la iniciativa y quedar a la merced de la oposición republicana en las negociaciones, lo que, en el actual contexto altamente polarizado, implica poco espacio negociador y por lo tanto un elevado riesgo de terminar el cuatrienio con una gestión fundamentalmente administrativa o sea un gobierno básicamente paralizado.
De perder el gobierno de Biden su mayoría legislativa, ¿qué va a pasar con su rol en la delicada coyuntura mundial? Ello podría significar la reducción y eventual cese de la ayuda económica y militar a Ucrania, la que ha sido fundamental para sostener el esfuerzo bélico de ese país. De hecho, los republicanos han elevado sus críticas a la continuidad del apoyo económico, en momentos en los cuales los ciudadanos estadounidenses pasan por penurias producto de la inflación y de la recesión en ciernes. A esto se suma el “fuego amigo”, cuando esta semana 30 representantes demócratas (tal vez oliendo el cambio de viento) pidieron al presidente empujar a los ucranianos a una paz negociada.
Si EE.UU. disminuyera sustantivamente su apoyo a Ucrania o lo cesara, probablemente arrastraría a los europeos en esa dinámica, fortaleciendo la oposición de los críticos al incondicional apoyo ucraniano dentro de la Unión Europea y en la OTAN. Y eso consagraría el triunfo de Putin, además de fortalecer la percepción de los regímenes autoritarios sobre la debilidad de las democracias occidentales, abriendo la posibilidad de nuevos episodios de fuerza.
Por supuesto que esta eventualidad tiene muy preocupados a los ucranianos y a los aliados europeos más comprometidos en su ayuda.
Otro ámbito donde también sería esperable un cambio cualitativo es en materia ambiental. La crisis energética ha alterado significativamente los esfuerzos de descarbonización y un triunfo legislativo republicano no solo amarraría de manos a Biden para liderar y profundizar la lucha contra el cambio climático, también sería un aliciente para la producción de combustibles fósiles, retrasando así aún más la transformación de la matriz energética.
En materia de alianzas estratégicas, la recuperación de las confianzas en EEUU sufriría un nuevo golpe si la derrota legislativa significa volver a replegarse enfatizando lo doméstico. Quizá la única política que no va a cambiar es aquella con respecto a China por cuanto existe consenso transversal de que es la principal amenaza para EEUU.
Mientras en EEUU lo más probable que el gobierno de Biden se debilite, con algunas de las consecuencias como las señaladas, en China asistimos al cierre del XX Congreso del Partido Comunista con la consolidación del poder de Xi Jinping, quien extraordinariamente asume su tercer período. Como símbolo al partido, país y mundo de su incontrastable poder, está el retiro forzado de la sala del congreso de su antecesor Hu Jintao. Esa potente imagen es la metáfora del asesinato del padre, más aún en una cultura y sociedad en que el respeto a los mayores es fundamental.
Xi removió también a quien fuera su brazo derecho y primer ministro por 10 años (de la facción de Hu) Li Keqiang, dejando a sus leales en los siete cargos del Comité Permanente del Partido Comunista, su órgano más poderoso.
¿Qué esperar de este nuevo período de Xi? En el plano interno sin duda una profundización del ya asfixiante control político y social, incluyendo una revitalización de la intervención estatal en la economía. Esto si bien alineará más finamente los objetivos políticos de Xi con la maquinaria económica, al mismo tiempo socavará la competitividad e innovación china, afectando a la larga el derrotero trazado por el gobierno chino.
La economía china se ha frenado este año, en buena medida por el tema COVID y las cuarentenas obligatorias que han alterado la producción del país, pero en una dimensión más profunda está empezando a sentirse la injerencia política, lo que por lo pronto se ha traducido en una gigantesca pérdida de valor y dinamismo en las empresas tecnológicas, que eran la bandera de la aspiración del país para convertirse en el principal referente de innovación mundial. A medida que se despejen los efectos de la pandemia se irá viendo cuanto influyen los otros efectos, pero es muy posible que China baje sus tasas de crecimiento hacia adelante, disminuyendo por tanto sus importaciones que han mantenido el dinamismo económico de una buena parte del mundo.
En materia de política exterior, es de esperar un incremento en la asertividad de la postura china para promover y defender sus intereses, especialmente frente a EEUU. Eso, junto con reducir el espacio de maniobras de los países en la competencia sinoestadounidense, generará mayor tensión también en el plano de la seguridad.
En los próximos 2 años, los países asistirán probablemente a una mayor exhibición del poder chino, frente a una administración estadounidense debilitada por la polarización interna, aún cuando pretenda mantener una dura postura frente a China.
Japón y Corea del Sur están crecientemente preocupados en materia de seguridad y la mayor beligerancia china, por lo cual el regreso de EEUU a la región ha sido muy bien recibido, traduciéndose en una cooperación más estrecha entre ellos, incluyendo lo militar, además de procurar dejar a un lado las disputas entre ellos que los han sacudido en los últimos años. Si bien una derrota legislativa de Biden sería una mala noticia para ellos, probablemente serán los menos perjudicados por el consenso bipartidista que existe de endurecer la postura norteamericana en la competencia con China y por lo tanto apoyarse en aliados tan importantes como estos.
En India, el primer ministro Modi ha seguido concentrando poder, lamentablemente erosionando el sistema democrático, con una oposición fragmentada. En el plano externo ha ido acercándose a EEUU, fundamentalmente por su disputa fronteriza con China, pero respecto de Rusia ha existido más ambigüedad, esencialmente porque las FFAA indias dependen en casi la mitad de su arsenal del suministro ruso. Mientras ello se mantenga, India se mantendrá relativamente neutral en la guerra en Ucrania.
En Alemania, Reino Unido, Francia e Italia la situación es compleja. Todos ellos enfrentan un duro escenario energético que ha afectado no solo la economía, también amenaza con restricciones en materia de calefacción y electricidad a los hogares en la antesala del invierno. Esto los tiene de cabeza abocados al ámbito interno, debilitando su protagonismo internacional en prácticamente todos los temas.
A la crisis se suma la división política que contribuye al inmovilismo. El Partido Conservador británico está tensionado y las expectativas son que abandone el poder en las próximas elecciones generales de aquí a 2 años. Macron en Francia gobierna en minoría y por lo tanto enfrenta grandes dificultades para desarrollar su agenda, con la perspectiva de ser sucedido por la extrema derecha. En Alemania el canciller Scholz está también enredado en lo doméstico y en el contexto europeo, pretendiendo mover el eje de los intereses alemanes más al Este, lo que enfrenta una complejidad mayor por la herencia histórica. En Italia Giorgia Meloni se instaló como primera ministra en el poder con una coalición de ultraderecha. Mientras asiente su poder probablemente no intervendrá mucho en el plano externo, pero cuando ya esté consolidada, sin duda que se empezará a sentir su voz, la que será probablemente crítica a la UE y su política exterior.
Finalmente, en Rusia Putin sigue elevando su apuesta, sin escatimar medios ni vidas para imponerse y esperando que la coalición que sostiene a Ucrania termine por quebrarse. Mirando lo que acontece en Europa y podría pasar en EEUU hay espacio para pensar que su apuesta podría pagar, aunque sea parcialmente. Pero por supuesto, lo que no entiende es que elementos como la dignidad y la libertad no siguen lógicas implacables como la suya y muchas veces alteran radicalmente el orden de los factores en juego. Eso aplica también a su férreo control interno.
En suma, el panorama es complejo y seguirá así. Tomemos nota.