4C-Cuarta parte: dos miradas
El punto es que estas dos miradas no se encuentran ni pueden encontrarse, tanto porque mientras la primera habla desde la evidencia empírica y con datos, y la segunda, apela al sentimiento, al buenismo y a la emoción, ambas y hay que reconocerlo son del todo incompatibles.
De las columnas anteriores que escribí con el mismo título, surge como evidente que el diagnóstico como siempre es coincidente. Chile tiene problemas de confianza. Concuerdan en eso el presidente de la CNC, que esperamos asuma como presidente de consenso en la CPC en reemplazo de don Juan Sutil que ha hecho una labor extraordinaria, la que ha sido precedida con su ejemplo de vida caracterizado por la meritocracia, y el actual gobernante, que declaró y expresamente en la reunión aniversario de la CNC que era deber de todos, hacerse cargo de esa C.
C; letra que principia otro verbo que es coetáneo e igual de importante, y que es el de construir. Es labor de todos hacerlo. No es fácil, porque una parte no menor del país desconfía de las políticas impulsadas por el gobierno. Por de pronto no están de acuerdo que el gobierno en vez de compensar a las víctimas del lumpen anárquico, que se tomó y ha seguido tomándose los espacios públicos en forma impune, o a los funcionarios policiales que han resultado lesionados por hacer, dentro de lo posible y sin ningún apoyo político, su trabajo, o en beneficio de las víctimas del terrorismo de la macrozona sur, el gobierno lo haya hecho y sin que exista una orden judicial en favor de quienes, reclaman, propiciaron el desorden y provocaron la represión policial, la que remarcan, debe ser proporcional al objetivo que se debe alcanzar (R.434-18 Francia) o las circunstancias de cada caso (Artículo 8 Ley 1.801, de Colombia) y no en relación con la fuerza y/o violencia que es repelida. Pero, la desconfianza con el gobierno no la limitan a eso, la incrementan y con fuerza, cuando ven que proyectos que permitirían al país crecer y dar empleo, que han cursado toda la tramitación ambiental, terminan rechazados. También, cuando se insiste con una Reforma Tributaria que aseveran castiga el ahorro, espanta el capital, y compromete el principal recurso del Estado, que es el minero. Más les perturba que los cambios propuestos no tengan efecto temporal significativo en este gobierno. Si es así, se preguntan, ¿cuál es el sentido de modificar e introducir inestabilidad?. ¿No sería más lógico – se interrogan -, que el próximo gobierno defina y con mayor legitimidad de base, el sistema que lo va a afectar?. Incrementa la desconfianza, cuando la autoridad insiste en eliminar un sistema que funciona, como es el sistema previsional administrado por privados, para cambiarlo por otro que enfatizan no funciona, y que genera déficit fiscal en las economías en las que existe, y que subrayan, desearían tener la posibilidad que tuvo Chile de cambiarlo. Razonan que en vez de aumentar el ahorro personal, e incrementar el empleo, se persiste en castigarlo haciendo más cara la contratación, y obligando a la gente a ser solidaria, cuando con suerte pueden financiar una pensión buena para ellos. El Estado argumentan finalmente, puede y debe focalizar el gasto, reducir el aparato público, fomentar la formalidad y combatir la evasión.
Por otro lado, los que apoyan el gobierno y diseñan las políticas públicas desconfían. Lo hacen de los empresarios, que consideran han concentrado la riqueza, sin aumentar los sueldos. Estiman que se han valido de fórmulas elusivas para no pagar sus impuestos, y que la desigualdad que el país tiene no se condice con los indicadores de crecimiento. Como la mayoría de ellos – me refiero a los líderes -, son hijos de familias con recursos, que han visto y de primera mano la diferencias, por ejemplo que mientras ellos han accedido a becas financiadas por el Estado, porque son hijo de…, el resto sigue conviviendo con la miseria y con una educación precaria, estén motivados a realizar cambios. Es loable que tengan esos sentimientos. Habla bien además que estén preocupados del ambiente, y quieran ser muy estrictos con eso, para heredarle a sus hijos un mundo más sano. También que lo estén de los pueblos originarios, porque consideren que han sido postergados, y que procuren por lo mismo, con ansiedad cambiar el modelo por otro que haga conversar todo esto. Y si un premio nobel los avala, o una economista rock star y con prestigio declara que lo están haciendo bien, insistan en sus fórmulas, porque están convencidos de que son buenas. Lo mismo pasa con el tema previsional, creen de verdad que la culpa es de las AFP, y no del poco ahorro de la gente. Piensan que como el Estado por esencia no lucra, lo hará mejor, porque el margen de utilidad de las AFP quedaría en las personas. Asumen que las inversiones rentarían mejor. Lo dicho lo replican con el tema seguridad, varios de ellos creen que los pueblos originarios fueron robados en el pasado, y sus hijos ahora están recuperando coactivamente lo que les pertenece. Creen que la rebelión de octubre fue espontánea y obedeció a lo injusto del modelo. Varios reconocen como héroe a Castro y al Che Guevara que recurrieron a la fuerza para hacer frente a las injusticias, y por ello creen justo compensar a quienes se manifestaron, aunque hayan recurrido a la violencia (piedras, barricadas y/o saqueos).
El punto es que estas dos miradas no se encuentran ni pueden encontrarse, tanto porque mientras la primera habla desde la evidencia empírica y con datos, y la segunda, apela al sentimiento, al buenismo y a la emoción, ambas y hay que reconocerlo son del todo incompatibles. Esa es la triste realidad, dos miradas opuestas, que tienen al medio al ciudadano y al país en un verdadero zapato chino.