Visión de la reforma de un aficionado
La gente, con razón y justicia, no está dispuesta a trabajar y que se destine parte de sus ingresos y ahorros en forma obligatoria a complementar las necesidades de otros. Una cosa es donar, otra cosa quitar.
El Presidente Boric finalmente presentó su tan esperado proyecto de reforma previsional, que el Parlamento estudiará, discutirá y probablemente aprobará con varias modificaciones, que también probablemente susciten muchas protestas, comentarios, contrapropuestas y etcéteras. Pero sin duda será el marco del nuevo sistema de pensiones. Personalmente, al leer el resumen del texto, quedé bastante – y positivamente – sorprendido del conjunto del planteamiento, apenitas disfrazada de manera pícara con la frase: “…los AFP, en esta reforma, terminan”. Al fin y al cabo, en el fondo es muy parecida a la propuesta de Piñera, casi idéntica al planteamiento de Sebastián Sichel e Ignacio Briones, solo con otros nombres pero el mismo ADN: se llamarán “gestores privados” en lugar de AFP, habrá uno estatal y se limitarán, correctamente, sus comisiones, réditos, ganancias.
Lo más probable y lógico es que muchos serán los mismos actores, con otros nombres, direcciones y accionistas por una simple razón: estos “gestores” tienen que ser solventes y confiables; los AFP hasta hoy lo eran. También aparecerán una especie de cooperativas (o llámenlo como quieran) formadas por los propios ahorrantes. Y si hasta hoy el monto final acumulado en el sistema AFP se constituía en su mayor parte de los beneficios producidos por las inversiones de los fondos, se puede imaginar que en el futuro ese porcentaje crezca a consecuencia de la reducción de las comisiones. Y si hasta ahora los ahorros constituían un gran motor de la inversión y finanzas, ojalá el nuevo sistema lo incremente en vez de anularlo.
Hasta aquí no vamos tan mal. El peligro se esconde en el tan discutido 6% de aporte en el proyecto. Por un lado, es evidente que al ser a cargo del empleador, causará el aumento de los precios al consumidor ya que las empresas solo así podrán soportar la nueva carga. Ahora bien: esto tendría una importancia relativa si ese porcentaje iría a la propiedad del ahorrante porque en el fondo significaría una capitalización individual a largo plazo. Pero si el 6% se va a las arcas del fisco, la experiencia dice que el Estado lo usará para cubrir los déficits inflacionarios, el aumento de la administración pública y sus remuneraciones, etc.; pero nunca llegarán a la solidaridad tan mentada para los pensionados más necesitados, solo quizás en una parte “decorativa”…
La gente, con razón y justicia, no está dispuesta a trabajar y que se destine parte de sus ingresos y ahorros en forma obligatoria a complementar las necesidades de otros. Una cosa es donar, otra cosa quitar. Si ese 6% irá al Estado entonces, simplemente, será un nuevo impuesto que ingresa a la inmensa masa de otras rentas del fisco, cuyo destino final desaparecerá en la maraña de suegresos. Pensar otra cosa es un delirio. La real consecuencia no solo sería inflacionaria, sino – como siempre – afectaría aún más el nivel de vida de la clase más vulnerable.
Boric, al igual que los Presidentes que lo antecedieron, tiene terror a asimilar públicamente la gran verdad del siglo XXI: el drástico aumento del promedio de vida de la población. Él, como sus predecesores, sabe que lo más impopular sería explicar a la nación que en 2021 el promedio de vida de las mujeres era 83 y de los hombres 78 años, mientras en 1990 era de 77 y 70; pero la edad de jubilación – 60 años para uno y 65 para el otro sexo – sigue igual 31 años después! Explicar que los ahorros en el siglo pasado tenían que alcanzar para una existencia pasiva de 17 años en mujeres y tan solo 5 para hombres pero hoy esos años crecieron a 23 y 13 respectivamente, no es popular. Pero es obvio que esa reforma debe incluir el aumento de la edad para pensionarse en la misma proporción que la esperanza de vida. También debe tener en cuenta que ya hoy casi un tercio de la población adulta es jubilada y que, dentro de 10 años, esa cifra podrá acercarse al 40%. Entonces, con la misma cantidad de años activos que a fines del siglo pasado, la población trabajadora no puede aportar suficiente subsidio para suplementar la pensión de una población sedentaria, más del doble que cuando se hizo la ley aún vigente.
Paralelamente, el PC promovió – y la izquierda junto a una parte de la oposición actual apoya – la reducción a 40 de las horas de trabajo semanal. Si la productividad en Chile hubiera crecido un 10% en los últimos años, esta propuesta sería lógica; pero pasó todo lo contrario: ha bajado… Otra piedra para la propuesta de Boric.
Puedo ser repetitivo y hasta aburrido en mi aseveración que la extrema izquierda solo tiene en la mira la destrucción de nuestra actual sociedad, aceptablemente democrática y reemplazarla por un autoritarismo, donde el control de una población igualada hacia abajo, condenada a una existencia casi primitiva es fácil y donde solo la jerarquía que gobierna a través del miedo, vive en abundancia. Lamentablemente, ésta reforma, en lugar de solo buscar mejorar la vida de chilenas y chilenos, incluye detalles para facilitar los siniestros planes del PC, el único partido cuyo poder creció bajo nuestra endeble democracia, el único que reniega de ella, que tiene programada su destrucción.
Hoy por suerte está en manos de un poder legislativo más dialogante encarrilar el proyecto, quitándole lo nocivo y agregándole lo que falta que sea un motor en vez de freno hacia el desarrollo, al comienzo del año en que Chile sería el único país que entre en recesión en América. Recemos para que prevalezca su sensatez, aun los que no seamos creyentes…