Formación técnico-profesional: una opción de calidad
Mirar la formación técnico-profesional exclusivamente por la trascendencia que tendrá en el futuro inmediato puede ser un grave error, ya que la educación TP es hoy la base para potenciar la competitividad y el desarrollo social del país.
Cuando restan escasos días para la rendición de la primera Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES), es importante enfatizar en la amplia aceptación que alcanza la Educación Superior Técnico Profesional (ESTP), el tipo de formación más valorada y escogida por las familias chilenas en la actualidad.
La formación técnico-profesional es hoy una opción de calidad, considerada por expertos como un relevante vehículo de movilidad social al lograr insertar a sus egresados rápidamente en el mundo laboral, percibiendo sueldos atractivos y ofreciéndoles la posibilidad de una permanente actualización de contenidos dada su flexibilidad curricular.
Asimismo, IP y CFT ofrecen programas más acotados en comparación con universidades y mallas curriculares más dúctiles, lo que permite compatibilizar los estudios con el trabajo u otras actividades. Atributos, por cierto, que han relevado a la formación TP como una opción de singular atractivo para cientos de miles de jóvenes que han optado por este sector como un válido agente de progreso.
También es pertinente mencionar que instituciones técnico-profesional han incluido en su oferta académica la semipresencialidad o virtualidad de carreras, lo que representa una interesante alternativa para un país como el nuestro, que tiene una geografía particular con muchas localidades alejadas de los centros urbanos, imposibilitando así el acceso a la educación superior.
Del mismo modo, dada su particular naturaleza, la ESTP es pieza fundamental para enfrentar los cambios que afectarán al mediano y largo plazo a la industria nacional. Existe numerosa evidencia internacional que da cuenta de la necesidad de formar profesionales idóneos en las nuevas competencias que se necesitarán: personas expertas en energías renovables no convencionales, en sistemas de seguridad, en robótica, en automatización y en muchas otras nuevas tecnologías. Y el país no los va a obtener desde la academia tradicional universitaria, basadas en las disciplinas, sino que desde los IP y CFT, especialistas en la formación para el trabajo.
Sin embargo, mirar la formación técnico-profesional exclusivamente por la trascendencia que tendrá en el futuro inmediato puede ser un grave error, ya que la educación TP es hoy la base para potenciar la competitividad y el desarrollo social del país.
Anamari Martínez E.
Rectora IPCHILE y Consejera de Vertebral