Adolescencias femeninas más sanas y felices
Al menos en el mundo occidental, las niñas adolescentes son vistas como irracionales, no se puede confiar en ellas, impredecibles, irresponsables y descontroladas.
¿Qué se le viene a la cabeza cuando escucha la palabra “adolescente”? Seguramente cosas como “problemas”, “personas irritables o malhumoradas”, “riesgo”. Puros adjetivos negativos. Si esto lo pensamos para jóvenes en general, cuando se trata de mujeres, estos conceptos son aún más claros y específicos.
Al menos en el mundo occidental, las niñas adolescentes son vistas como irracionales, no se puede confiar en ellas, impredecibles, irresponsables y descontroladas. Es muy raro que pensemos en cosas positivas cuando pensamos en ellas. Haga usted mismo el ejercicio.
En general, esto se debe a prejuicios que están muy presentes y naturalizados en nuestra sociedad, y que tienen que ver con discriminaciones de género. En ese sentido, durante la adolescencia las niñas sufren una doble discriminación: por un lado, por ser menores de edad, y por otro por ser mujeres. Así, esta etapa de la vida es experimentada de manera distinta entre ambos géneros, cargando las mujeres con el peso de los estereotipos que entrega la sociedad. Es por este motivo que la UNICEF ha descrito a las niñas adolescentes como uno de los grupos marginalizados de la sociedad a nivel global.
Y las consecuencias son enormes. Durante los años de juventud, las mujeres son tratadas desde el déficit y la desconfianza, y los intereses, preferencias y deseos son considerados superficiales y poco importantes. Una pelea con una compañera de curso, sentirse rechazada por el grupo, o estar muy estresada por las exigencias del colegio, por ejemplo, son muchas veces considerados problemas menores que no merecen mayor atención por parte de apoderados y profesores. Sus preocupaciones son menospreciadas y se consideran asuntos pasajeros.
Esta situación es aún peor cuando se combina con una pandemia que ha causado estragos a nivel mundial, con impactos diferenciados en hombres y mujeres. Por ejemplo, de acuerdo a la ONU Mujeres, la pandemia elevó la violencia contra las mujeres hasta un 500%. En Chile, un estudio realizado por la Universidad del Desarrollo sobre los efectos psicológicos de la pandemia, mostró que las adolescentes mujeres experimentaron peores niveles de satisfacción con la vida en general, con la familia, amigos, liceo y sobre todo, consigo mismas.
¿Qué podemos hacer los adultos? Durante este año, como Pulso Austral, hemos trabajado en el proyecto “Espacios de Encuentro para Promover la Equidad de Género y la Salud Mental de Niñas Adolescentes” financiado por el Ministerio de Desarrollo Social. Trabajamos en Coyhaique, la capital de una de las regiones en las que, según los estudios del INJUV, la violencia de género está más naturalizada en nuestro país. Nuestro proyecto buscó disminuir los devastadores efectos en salud mental que experimentaron las adolescentes durante la pandemia. Según lo que nos han contado las propias niñas, cuando encuentran entre sus adultos significativos personas que escuchan con atención y empatía, que conceden importancia a sus asuntos y ofrecen apoyo de manera respetuosa y abierta, ellas expanden su red, y se fortalecen para afrontar sus problemas y desarrollar sus intereses.
Lo primero es, entonces, prestarles atención. Escuchar. Preguntar. Tal como hemos comprobado trabajando con las adolescentes, el simple gesto de ofrecer espacios de conversación, compañía y contención puede provocar transformaciones profundas en sus vidas. De esta manera, es posible desafiar los estereotipos que rodean a las niñas, demostrando que las cosas que les gustan, sus opiniones, sus problemas y sus vidas son temas importantes que queremos escuchar y hacer visibles al resto de la comunidad. Así podremos contribuir a adolescencias femeninas más felices y sanas, y a una sociedad más acogedora, en la que se erradique la discriminación y los estereotipos.
Isidora Bilbao
Doctora en psicología comunitaria
Cecilia Moura
Psicologa, Directora Ejecutiva Organización Pulso Austral