El grito de los sin voz
Se ha hablado largamente de los graves efectos de la suspensión de actividades y la interrupción de los procesos de aprendizaje en estos últimos años.
A días de celebrar el Día Mundial de la Infancia el pasado 20 de noviembre, quiero invitarlos a reflexionar respecto de cuánto estamos realmente invirtiendo en los niños y niñas de nuestro país, especialmente en aquellos más vulnerables y que, por lo tanto, son los que más han sufrido las consecuencias de las principales amenazas que nos afectan como sociedad, por ejemplo, la pandemia del COVID-19. Se ha hablado largamente de los graves efectos de la suspensión de actividades y la interrupción de los procesos de aprendizaje en estos últimos años. Sin embargo, antes de 2020 la hoja de ruta de la infancia había ya establecido desafíos que quedaron rezagados frente a las urgencias de la pandemia, pero que precisan ser retomados.
Debemos volver a poner el foco en ampliar la cobertura con calidad, de manera de responder a la creciente demanda, especialmente en el tramo desde los 2 a los 4 años, donde nuestra brecha respecto de los países OCDE se ensancha. Hoy solo 1 de cada 2 niños asiste a un jardín infantil, 20 puntos porcentuales por debajo del promedio.
Desde 2019, está en el Congreso el Proyecto de Ley Equidad en Educación Parvularia que crea una subvención inédita para los jardines infantiles, permitiendo el aumento de cobertura y garantizando los recursos para dar calidad en los niveles medios. Su aprobación reducirá la desigualdad social y acortará las brechas educativas que existen en los hogares más vulnerables de Chile, permitiendo que los más de 200 mil niños que hoy no asisten a un jardín infantil de calidad puedan hacerlo dentro de los próximos años. Otras iniciativas que apuntan a esos mismos objetivos, como el kínder obligatorio y la sala cuna universal, también forman parte de la agenda legislativa de primera infancia que se debe retomar con urgencia.
Asimismo, se requiere dar continuidad con fuerza a los procesos de certificación de las salas cuna y jardines infantiles de manera de otorgar a las familias las garantías necesarias de que sus niños asisten a establecimientos que cumplen con exigencias indispensables.
Al mejorar la cobertura, la calidad y la institucionalidad, lo que hacemos no es otra cosa que posicionar la educación inicial como la llave maestra de todo el sistema educativo. Situando a los niños y niñas primeros en la fila como protagonistas de sus aprendizajes, centrados en el juego y en el aprender haciendo, logramos construir sólidos cimientos futuros para ellos mismos, su entorno familiar y para la sociedad en su conjunto.
María Jesús Honorato
Decana Facultad de Educación Universidad de Las Américas