Bolsa de gatos
Ojalá las nominaciones avancen, los acuerdos fluyan y el viejito pascuero nos traiga alguien competente e insobornable para ejercer el cargo vacante.
Escuché la frase a la pasada en la radio esta semana. Aldo Schiappacasse e Isabel Tolosa hablaban con alguien que se refería al gran problema que tiene hoy el gobierno: la dificultad de “pastorear gatos”.
Luego supe que el autor de la certera ocurrencia era el académico de la Universidad de Santiago, Marcelo Mella.
El tantas veces motejado panzer, el senador socialista José Miguel Insulza, aludiendo con evidente hastío a lo mismo, renunció a la jefatura de la bancada PS la semana pasada, diciendo: “Qué va a coordinar usted si cada uno hace lo que le da la gana”.
Son los gatos de la díscola coalición de gobierno, con sus famosas dos almas, que actúan por cuenta propia, de acuerdo a sus particulares intereses, a su propia y muchas veces limitada agenda, pensando en quienes los votaron, en quiénes podrán reelegirlos, en salir en la tele, en joder al del lado, pero raramente en el país y sus innumerables problemas.
Son gatos con botas, gatas bajo la lluvia, gatos en celo, gatas maulladoras, gatos Garfield y gatos Félix. Toda suerte de gatos, gatas y gates, que no logran entender cómo se hace gobierno con Don Gato, y practican alegremente el desgobierno.
Boric había resuelto que su candidato a Fiscal Nacional, cargo central para combatir el flagelo de la delincuencia, de la común, pero también de la organizada y del narcotráfico –que, mientras todos se ponen de acuerdo, está vacante, lo que a nadie parece importarle mucho– era el fiscal José Morales, pero, como en otras ya varias ocasiones, a sus teóricamente partidarios la nominación les pareció discutible. Y ahí quedó Morales, paradojalmente desmoralizado, alegando una “guerra sucia” en su contra y con la carrera bien mancillada. La ministra del Interior acusó a la prensa de haber avivado esa cueca, mientras los analistas sostienen que aquí quedaron mal los tres poderes del Estado: el Ejecutivo, que no logra “pastorear sus gatos”, el Senado y sobre todo la Corte Suprema, máxima expresión del Poder Judicial.
Ojalá las nominaciones avancen, los acuerdos fluyan y el viejito pascuero nos traiga alguien competente e insobornable para ejercer el cargo vacante.
Así como la semana pasada reflexionaba sobre la dificultad de imponer autoridad tratando de hacer cumplir medidas que los mismos que hoy las dictan ayer abominaban, más dificultoso se hace cuando los que deberían acatar, hacen lo que se les ocurre.
Las ovejas tienen mala fama. Son fomes, porque son obedientes, y la mansedumbre es poco cool, pero recientemente los científicos han comprobado que actuar en rebaño, dejarse guiar, no es una mala manera de conseguir la supervivencia individual y, como efecto colateral, el bien común. Ponerse de acuerdo y avanzar juntos para el mismo lado, es la idea. Pero eso, es obvio, los gatos que acompañan al Presidente no lo entienden.