Amarillos
En momentos donde lo único que se sabía era que todo el mundo quería ponerse de acuerdo (pero no en qué), Amarillos por Chile ofreció una propuesta sensata al país: que un grupo de expertos designados por el Congreso —es decir, representativo de la distribución de poder que eligió la ciudadanía el año pasado— presentara un anteproyecto luego refrendado tanto por el Poder Legislativo como por la Nación entera en un plebiscito.
Juan L. Lagos es Investigador Fundación para el Progreso
El fin de semana que precedió al acuerdo, Amarillos por Chile fue el blanco de un feroz ataque por parte de la izquierda. Aunque no se puede presumir una orquestación, no deja de sorprender la simultaneidad con la que las principales figuras de la progresía salieron en contra de un partido todavía en formación. Entre ellas, nada más y nada menos que la segunda autoridad del Gobierno de Chile, Carolina Tohá, quien señaló que: “Amarillos ha sido como un escudo de la derecha para enfrentar la opinión pública”.
En medio de un trascendido —única forma por la que nos pudimos enterar de las negociaciones constitucionales— según el cual Amarillos por Chile era la única piedra de tope para llegar a un acuerdo, Daniel Matamala los trató de poco democráticos, a pesar de que todas las propuestas provenientes de este grupo respetaban a cabalidad la institucionalidad democrática. Óscar Contardo dibujó al conglomerado liderado por Cristián Warnken como un partido de facto con poderes misteriosos provenientes de quién sabe dónde, siendo que en realidad Amarillos cuenta con una representación parlamentaria incapaz de inclinar la balanza.
Considerando el tenor, el contenido e incluso quienes atacaron a Amarillos por Chile podríamos decir que todos estos embates no hicieron otra cosa que engrandecer a este grupo de centroizquierda. Que Gastón Soublette, quien en sus años mozos flirteara con el nazismo, diga en la radio que en su juventud se le decía “amarillo” a una persona chueca o traidora, no debería ser más que un halago y una señal de encontrarse en el lado correcto de la historia.
En momentos donde lo único que se sabía era que todo el mundo quería ponerse de acuerdo (pero no en qué), Amarillos por Chile ofreció una propuesta sensata al país: que un grupo de expertos designados por el Congreso —es decir, representativo de la distribución de poder que eligió la ciudadanía el año pasado— presentara un anteproyecto luego refrendado tanto por el Poder Legislativo como por la Nación entera en un plebiscito. Una alternativa plenamente democrática —porque la democracia no es solo votar, Daniel Matamala— que reconocía los errores del experimento constitucional pasado que tan cerca nos tuvo del abismo.
Una de las virtudes del más reciente acuerdo constitucional —que no hace otra cosa que mostrar la irresponsabilidad y voluntarismo del pasado acuerdo de noviembre de 2019— es distinguir las etapas en las cuales intervendrán los expertos y en las que los políticos harán lo propio. Esta resignificación de lo “mixto” en la opinión pública —que antes de eso solo hacía alusión a las distintas formas de integrar un mismo organismo— fue gracias a los Amarillos y es necesario reconocerlo.
Ahora bien, ¿cuál es ese dizque “oscuro poder” que le dio tanta fuerza a los Amarillos en la negociación? No fue otra que su sincero compromiso a favor de la opción Rechazo en momentos donde el Apruebo tenía grandes posibilidades de ganar. No olvidemos que fueron muchos los supuestos “moderados” que solo se subieron al carro del Rechazo cuando las encuestas lo señalaron como claro ganador a pesar de que toda persona intelectualmente honesta debería haber tenido clara su opción meses antes cuando se presentó la nefasta Propuesta de Nueva Constitución.
Probablemente, nunca en mi vida vote a los Amarillos por Chile: porque no soy de centro izquierda; porque de seguro habrá otras opciones que representen mejor mis ideas o porque creo que la moderación es una disposición del alma al alcance de todo ser humano racional y no una forma de definir a un conglomerado político. Pero esto no impide realizar este humilde reconocimiento a la tarea realizada estos últimos meses.