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Actualizado el 27 de Diciembre de 2022

Zelenski fue a Washington

Zelenski en connivencia con Biden que considera que la causa ucraniana está íntimamente vinculada con la seguridad de EEUU y europea, así como con la libertad en el mundo, fue al centro político estadounidense a procurar reforzar la indispensable alianza entre ambos países, apelando al corazón de los congresistas y políticos, pero también de sus ciudadanos.

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El presidente ucraniano realizó su primer viaje fuera de Ucrania desde que comenzó la invasión rusa y su destino fue Estados Unidos (el origen fue una invitación de Biden). La elección y la oportunidad no son azarosas. Estados Unidos ha sido el principal aliado de Ucrania, habiendo comprometido 20.000 millones de dólares desde el inicio de la administración Biden, mayoritariamente en el ámbito militar. 19.300 millones de esa ayuda ya se ha proporcionado y sin duda que ha sido el pilar de la heroica y exitosa resistencia ucraniana. Para dimensionar la magnitud del apoyo norteamericano, de acuerdo con las cifras disponibles, la Unión Europea vendría a ser el segundo donante con 3.200 millones de dólares, con lo que Estados Unidos sextuplica al siguiente aporte.

Por lo tanto, la primera visita del presidente ucraniano, con todos los riesgos que implicaba no podía tener otro destino. Pero junto con ir a agradecer (fue llevado en una aeronave militar estadounidense), la fecha fue estratégica por una doble razón: la víspera de Navidad, una de las fechas más importantes para el mundo cristiano tradicionalmente asociada con valores como la paz y la solidaridad. También influyó el contexto político. En enero los demócratas pierden la mayoría de la cámara de representantes y por ende su conducción, saliendo de escena su líder Nancy Pelosi, férrea aliada ucraniana. Por eso y en momentos en que están cambiando las fuerzas políticas en EEUU era imprescindible algún gesto que, al menos mitigara la creciente postura de reducir la ayuda y de forzar a un cese de hostilidades, de congresistas de todo el espectro, pero principalmente republicanos, que quisieran redirigir estos recursos para las necesidades internas.

Zelenski en connivencia con Biden que considera que la causa ucraniana está íntimamente vinculada con la seguridad de EEUU y europea, así como con la libertad en el mundo, fue al centro político estadounidense a procurar reforzar la indispensable alianza entre ambos países, apelando al corazón de los congresistas y políticos, pero también de sus ciudadanos.

El presidente ucraniano hizo gala de todo su magnetismo, dejando en evidencia una vez más que en la oscura hora que atraviesa su país, ha sido un líder que no solo ha unido a su pueblo en la resistencia, también ha logrado el indispensable apoyo externo que ha traducido en éxitos militares con la recuperación de amplios territorios y cuantiosas pérdidas humanas y materiales para las fuerzas invasoras.

Durante su estadía en Washington sacó a relucir lo mejor de sus dotes con varios gestos de gran simbolismo que sin duda permanecerán en la memoria de su importante audiencia. En primer lugar, ante los medios en su reunión con el presidente Biden señaló: “Entiendo que tenemos temas muy importantes y los discutiremos, todo, tantos desafíos en Ucrania, en Europa, en el mundo, desde la energía hasta la situación en el campo de batalla. Pero, ante todo y de verdad, todo mi agradecimiento de corazón, del corazón de los ucranianos, de todos los ucranianos, de nuestra nación”.

En su reunión con Biden, Zelenski también le entregó una condecoración de un capitán ucraniano, quien en su reciente visita al frente se la habría cedido para condecorar a “un valiente presidente” sin el cual quizá Ucrania no seguiría de pie.

Otro hito de la visita fue el discurso del presidente ucraniano ante el congreso pleno, con las líderes de ambas cámaras Kamala Harris y Nancy Pelosi en la testera. Esta notable intervención está llena de alusiones a la historia de EEUU y sobre su rol en defensa de la democracia y libertad en el mundo.

Zelenski dijo que el apoyo estadounidense “es crucial no sólo para resistir en esa lucha, sino para llegar al punto de inflexión y vencer en el campo de batalla”. También indicó que “su dinero no es caridad. Es una inversión en la seguridad global y la democracia que manejamos de la manera más responsable”.

En el momento culminante del discurso, descubrió una bandera ucraniana firmada por soldados que luchan en la ciudad Bajmut que los rusos llevan meses tratando de conquistar y que regaló al Congreso.

Más allá de su propósito de asegurar la continuidad y magnitud del apoyo estadounidense, lo que se verá durante el 2023, el viaje cosechó cruciales nuevos recursos. El presidente Biden presentó un nuevo paquete de 1.800 millones de dólares en ayuda para Ucrania, que incluye un sistema de misiles tierra-aire Patriot, una antigua petición de Ucrania para defenderse de los ataques aéreos rusos y que ha cobrado mayor urgencia ante los indiscriminados ataques rusos a la infraestructura civil ucraniana (especialmente la energética). Aunque esto tardará algunos meses en implementarse, incluyendo el entrenamiento y su transporte, sin duda que tendrá un impacto militar relevante, disminuyendo significativamente la ventaja aérea rusa.

Mientras el líder ucraniano salió a defender los intereses vitales de su país, arriesgando su vida en el cometido (no es secreto que los rusos quieren eliminarlo a toda costa), el presidente ruso se ha recluido en el más absoluto silencio. Ha cancelado los principales actos públicos previstos para fin de año. Ni discurso sobre el estado de la nación (obligación constitucional que naturalmente se salta sin rubor), ni rueda de prensa anual ni ceremonia navideña en el Kremlin. Los reveses en el campo de batalla y el creciente impacto de la guerra en la sociedad rusa lo han llevado a evitar cualquier instancia en la cual el tema pudiera surgir y demostrar en definitiva la debilidad de su posición y los altos costos pagados, por su personal designio.

Según estimaciones de diversas fuentes, las bajas rusas entre muertos y heridos ya superan los 100.000 y la conscripción de 300.000 reservistas que están llegando al frente ha tenido un profundo efecto en develar el verdadero estado de la guerra y de la posición rusa. Ha quedado en evidencia que esta conscripción no respetó los lineamientos oficialmente emitidos (se enroló forzosa y masivamente a grupos étnicos minoritarios, así como gente sobre los 40 años con hijos) y que su entrenamiento ha sido insuficiente. Muchas conversaciones de estas tropas interceptadas por los servicios de inteligencia extranjeros y de Ucrania demuestran que se sienten “carne de cañón”, mal armados y alimentados, a cargo de un mando incapaz y sobrepasado y en territorio hostil.

El 2023 es percibido por ambas partes en conflicto como un año determinante. Ucrania lleva meses de éxitos ofensivos con la recuperación de importantes territorios, lo que no solo ha repercutido en elevar la moral de su población, sino en nutrir la esperanza de poder vencer militarmente. La contrapartida de esto es la desmoralización de las fuerzas rusas y el desprestigio reputacional de Rusia, que deja en evidencia que no es la potencia que parecía ser.

Por eso Ucrania necesita seguir con avances territoriales significativos durante el 2023, lo que, junto con dar razón a su postura y estrategia, aseguraría la mantención del apoyo económico militar de sus aliados. Rusia por su parte, requiere revertir el curso de la guerra, con algunas victorias que además de restablecer la confianza de sus fuerzas, lleven buenas noticias al plano doméstico (que es que más teme Putin). Aunque Putin es un autócrata consagrado, formalmente debe pasar por unas elecciones en 2024, que serán un barómetro de su legitimidad (pese a su cierta manipulación) y necesita por tanto buenos resultados antes de eso.

En lo inmediato, Rusia ha concentrado buena parte de sus esfuerzos en la conquista de la ciudad de Bajmut, que lleva asediando desde hace meses. Esta plaza no tiene una importancia estratégica para ninguna de las partes, pero su suerte se ha vuelto un tema puramente sicológico y propagandístico (como terminó pasando con Stalingrado).

Adicionalmente Putin anunció más recursos para la guerra, con planes para formar 17 nuevas divisiones y un nuevo cuerpo de ejército, recuperando gran parte del antiguo esplendor militar soviético, y está presionando al gobierno aliado de Bielorrusia para ingresar al conflicto o al menos para usar más discrecionalmente su territorio (extendiendo así el frente y debilitando las posibilidades ofensivas ucranianas).

La inteligencia ucraniana cree que Rusia prepara una ofensiva terrestre durante este invierno, apuntando probablemente a la capital Kiev, lo que explicaría las coordinaciones con Bielorrusia. Esta ofensiva, supuestamente más masiva que la primera y aprendiendo de sus errores, buscaría dar un golpe fatal a Ucrania y forzar a su rendición, ante la imposibilidad de hacerlo por desgaste y bombardeo criminal e indiscriminado.

Lamentablemente, materialmente Ucrania pasará una fría y oscura Navidad, sin poder aspirar a la paz y seguridad en el corto plazo. Como otro líder evocara en también aciagas circunstancias, no se puede prometer más que sangre, sudor y lágrimas en el futuro previsible. Pero a pesar de esta oscuridad, en estos días brillará una gran luz. “El pueblo asentado en tinieblas vio una gran luz, y a los que vivían en región y sombra de muerte, una luz les resplandeció.” (Mateo 4:16).

Que la venida del Príncipe de la Paz ayude a despejar la oscuridad, el sufrimiento y la desesperanza de tantos en estos días.

¡Feliz Navidad Ucrania!

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