Los fractales de la justicia
Tendemos a creer que los magistrados son como una especie de entidades sin emoción que sólo aplican la ley. Nada más lejos de la realidad. De hecho, la justicia misma (o más bien su opuesto, la injusticia) es una emoción, que sentimos orgánicamente en el estómago y que intentamos racionalizar mediante el lenguaje.
Rodrigo Muñoz Ponce es Abogado
El caso del juez que postea sus creencias en las redes sociales no debería sorprendernos.
Tendemos a creer que los magistrados son como una especie de entidades sin emoción que sólo aplican la ley. Nada más lejos de la realidad. De hecho, la justicia misma (o más bien su opuesto, la injusticia) es una emoción, que sentimos orgánicamente en el estómago y que intentamos racionalizar mediante el lenguaje. Esta es una de las diferencias con el resto de los mamíferos. El derecho es nuestra respuesta cultural (con más o menos garantías) a los fenómenos que consideramos injustos.
Los jueces, por cierto, no escapan a esta realidad. Mi experiencia como abogado integrante en cortes de apelaciones me ha permitido observar desde dentro cómo operan las más diversas sensibilidades humanas. Evidentemente los jueces -como todo ser humano- prejuzga, tiene escrúpulos y suspicacias propias. A veces se apodera de ellos la tan temida hibrys y pone en peligro el Estado de derecho. Quizás no sea este el caso. Pero si es uno de ellos, entonces vale la pena esta reflexión.
Cómo garantizar que se atenúen las condiciones biológicas de aquellos a quienes hemos entregado la potestad de resolver sobre nuestro patrimonio, relaciones familiares y libertades, es la gran pregunta. Tendemos como humanos a omitir los detalles que observamos para quedarnos con lo general, las grandes formas, las ideas, las abstracciones, pero la naturaleza nos enseña que las cosas no son como se ven a simple vista. Los fractales, por ejemplo, son estructuras que replican hasta niveles infinitesimales ciertas formas de la naturaleza. Propongo como buen ejemplo a seguir por quienes detentan la iurisdictio. Me explico: Es cierto que las generalizaciones nos ayudan a entender y ordenar el caos que vemos allá afuera. Es una ayuda epistemológica, cierto, pero si vamos a aplicar justicia, no podemos optar por generalizaciones y menos confiar en la ideología. Al revés; debemos observar detenidamente qué es lo diferente, qué matices nos alejan del derecho penal de autor, tendencia lamentable que a la que algunas opiniones actuales nos están llevando. Irónicamente es más sano desconfiar de la santidad de los jueces, fiscales, y, por cierto, de los congresistas que hacen las leyes. Es una paradoja: debemos desconfiar de quienes desconfían de nosotros. Estoy convencido que la repetición de ciertos protocolos que garanticen la isonomía hasta lo más pequeño en el cumplimiento de garantías, no eliminará, pero si aminorará la arbitrariedad y quizás podamos alcanzar el debido proceso.