¿Es un problema “tener un millón de amigos”?
Si el candidato Valencia, tiene muchos conocidos no veo el problema, porque conocer mucha gente es propio de quienes destacan en su profesión. Más cuando se trata de un abogado. Conoce a los fiscales, a los jueces, a los ministros, y a otros abogados.
Christian Aste es Abogado y representante de la Cámara de Comercio
En una columna que leí este domingo, 08 de enero de 2023, se deslizaba que el gran pero que tenía el candidato Angel Valencia, a quien no conozco, era que tenía “un millón de amigos”. Me sorprendió que algo que veo como una tremenda ventaja, se considerara un problema. Por lo mismo me permito reflexionar brevemente sobre este punto.
Amigo según entiendo es alguien con quien se comparten valores que trascienden lo ideológico. Valores como la lealtad, el amor, la solidaridad, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso. No es extraño en consecuencia, que puedan ser amigos personas de distintas razas, sexos, estrato económico, o que tengan una fe o una ideología distinta. No es la identidad sexual, económica, religiosa, o ideológica lo que hace que uno termine siendo amigo de otro. Lo relevante es que con ese otro se tiene un vínculo, que responde a que esos valores que son universales se comparten. Es cierto, que se usa la palabra amigo, para identificar también a las personas que uno conoce o con las cuales interactúa. Pero, sabemos que muchas de ellas, solo son conocidos. No amigos. Los amigos siempre son pocos. Los conocidos muchos.
Si el candidato Valencia, tiene muchos conocidos no veo el problema, porque conocer mucha gente es propio de quienes destacan en su profesión. Más cuando se trata de un abogado. Conoce a los fiscales, a los jueces, a los ministros, y a otros abogados. Algunos que le tienen respeto, admiración o hasta envidia, que es lo que seguramente explica las filtraciones que ha sido víctima el candidato Valencia. Conocer gente, que no es lo mismo que ser amigo de ellos, no implica ni puede implicar ningún compromiso. Saludarse con el otro, con respeto y admiración recíproca, no significa mirar para el lado cuando se comete un delito. Eso es absurdo pensarlo y una falta de respeto decirlo. Lo es, porque conlleva despreciar el mérito profesional de quien está convocado por ley para actuar. Por otro lado, por eso y para impedir que eso ocurra están las inhabilitaciones (recusaciones e implicancias).
Si se argumenta que la persona en cuestión no es que conozca a mucha gente, sino que tiene amistad con ellos, y eso lo compromete, me resulta aún más injusto decirlo, porque la amistad se acaba cuando hay deslealtad. Que más desleal que aprovecharse de la posición del otro, para avanzar injustamente u obtener un beneficio indebido. Cuando eso pasa, se deja ipso facto de ser amigo. Si un amigo, pide lo que no corresponde, como por ejemplo que se sancione a un tercero inocente y no a él, o se persiga a quienes son sus adversarios, lo que está haciendo es demostrando que no es amigo. Si un amigo lo es, jamás hará eso. No pedirá lo que no corresponde. El tener muchos amigos, es un problema solo cuando a esos amigos, que no tienen las capacidades ni competencias piden lo que no corresponde y el “amigo” a cuenta de la “amistad” les otorga una ventaja injusta, como sería nombrarlos en cargos políticos o en embajadas, sin tener las credenciales, experiencias, ni competencias adecuadas.
En síntesis, el que el fiscal conozca a mucha gente es un innegable plus, porque significa que es una persona afable, capaz de empatizar con el otro. Generar adhesión y liderazgo, que es precisamente lo que falta hoy. Por otro lado, y para reforzar lo hasta acá dicho, hay periodistas que se sacaban fotos con el actual presidente, a quien conocían harto. Sin embargo, hoy no trepidan en cuestionarlo. Sería injusto argumentar que solo lo hacen hoy que está de capa caída. Pero no, yo prefiero decir que son profesionales que hacen su trabajo, que es incomodar al poder.