Es la conducción, Gabriel…
Hay posibilidades de mejorar, algunas. Depende de fortalecer ese círculo de habilidades de conducción y de abandonar la idea que todo es un relato. El relato sin acción es un concepto vacío.
Guillermo Bilancio es Consultor en Alta Dirección
Es muy edificante que un presidente tenga un perfil intelectual interesante, y que le permita tener un soporte conceptual para sus acciones, tanto para su vida política como para su inspiración como gobernante.
Está bueno Gabriel que muestres tu admiración por Camus, por Gabriela, por Murakami o por Marcela Serrano, pero es importante también que puedas incorporar a tu vocación de intelectual, la acción concreta de dirigir.
Un gobierno es un espacio de conducción, más que de retórica, especialmente en estos tiempos dónde el pragmatismo generalmente le hace una mueca a las ideologías absolutas, y es ese pragmatismo el que exige la capacidad de integrar ideas, de promover la evolución social para alcanzar la tan anhelada transformación.
¿Porque tu gobierno, Gabriel, se supone de transformación cierto? ¿O estamos equivocados en la percepción de tu relato?
Conducir, además de contar con un sólido respaldo intelectual del que no dudamos, exige un conjunto de capacidades que hacen al proceso de convertir tus ideales en acción. Es decir, concretar tu sueño.
Esas habilidades son cuatro: darse cuenta, decidir, alinear y evaluar. Y creo, estimado Gabriel, que no estás demostrando al menos por ahora, contar con esas capacidades.
Darse Cuenta es ver más allá de lo evidente, y para eso es imprescindible conocer cuál es el punto desde dónde partimos. Queda muy expuesto que ese punto de partida es difuso y tiene que ver con lo abrupto que significa hacerse cargo de un rol para el que se supone estar preparado pero que la realidad demuestra lo contrario.
Es lógica la falta de experiencia, es más, muchas veces la experiencia es un obstáculo para intentar la novedad, pero si queremos ser novedosos, evolutivos y transformadores, debemos tener claridad y la humildad necesaria para aprender a aprender. Y en la política, no alcanza con la teoría. Porque es acción concreta.
Decidir, en conducción política, es definir un modelo deseado sobre el cuál tomar decisiones que resulten operacionalmente coherentes. ¿Hay un modelo de país deseado o acaso es la construcción de un Frankenstein? Creo que tu intelecto, Gabriel, debe permitir diseñar ese modelo.
Por eso definiste pilares “estratégicos” y uno de ellos es la SEGURIDAD. Un pilar fundamental ya que la seguridad es el primer paso para la convivencia social en paz. Sin seguridad, toda pretensión se transforma en dudosa.
Pero ese pilar exige decisiones direccionadas adecuadamente, y en un momento de confusión, tomaste la decisión de indultar presos de dudosa conducta. Tu decisión no es coherente con los pilares de un modelo que aún no podemos identificar.
Alinear implica buscar cohesión. Claro que fue muy rápido tu ascenso al poder y tal vez hubo poco tiempo para afianzar una coalición diversa, intrincada, combativa, especulativa. No es fácil, a menos que se tenga la capacidad de visualizar el conflicto, identificar los intereses y definir las maniobras necesarias para integrar las diferentes posturas en línea con un rumbo común. Pero parece que no hay un rumbo común, por lo que alinear una coalición dispersa parece un imposible.
Un claro ejemplo de cómo manejar una coalición, se puede tomar de la capacidad política de Luis Lacalle Pou (presidente de Uruguay), que reunió a amigos y enemigos en una alianza “multicolor”, con la diferencia de un rumbo concreto, de continuidad y de pilares compartidos aún en las diferentes visiones del mundo de sus integrantes.
Y eso no es teoría, Gabriel, es acción y pragmatismo.
La última capacidad que se percibe en falta es la de evaluar. Y evaluar no es controlar, sino aprender de las situaciones para cada vez más optimizar el “darse cuenta”. Pero los hechos nos muestran demasiados errores no forzados producto de no haber aprehendido las lecciones de algunos desajustes dialécticos y de otros concretos.
Y hay que considerar, estimado Gabriel, que los errores no forzados jamás se recuperan, a menos que se juegue de ahora en más un partido perfecto.
Hay posibilidades de mejorar, algunas. Depende de fortalecer ese círculo de habilidades de conducción y de abandonar la idea que todo es un relato. El relato sin acción es un concepto vacío.
Y hay espacio para decidir. Los errores cometidos no implican una reversión en las pretensiones de la sociedad. Una sociedad que no va a volver atrás, sino que sigue en su permanente búsqueda de recomposición social.
Y si no es Gabriel, será otro quien deba conducir para satisfacer las reformas de una ciudadanía empobrecida socialmente, dividida y enfrentada, pero con las expectativas intactas de un futuro más promisorio.
Estimado Gabriel, la pregunta es si existe en tu bagaje intelectual ese futuro posible, pero por sobre todas las cosas, si hay músculo para la acción efectiva.
Sin acción, sin coherencia y sin modelo, nada tiene sentido.
A trabajar…