Crisis en la seguridad: ¿Y si el asunto es la carencia de afecto y falta de un propósito común como sociedad?
La percepción de inseguridad ha subido vertiginosamente en Chile y las autoridades exploran respuestas en distintas áreas que permitan presentar acciones concretas en contra de la delincuencia.
Jaime Abedrapo es director del Centro de Derecho Público y Sociedad de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales USS
Para actuar sobre los flagelos que nos afectan, primeramente, debemos conocer sus causas y luego impulsar medidas o políticas tendientes a mitigarlo. Al respecto, en materia de seguridad pública la discusión está en el centro de nuestra agenda nacional, principalmente, porque las tasas de homicidio no dejan de subir, los delitos de alta connotación pública están a la orden del día y se observa la consolidación del crimen organizado en el país, sin que las autoridades parecieran capaces de revertir la situación.
Ante la percepción de una falta de control, las propuestas tienden a ser más populistas y efectistas que reales al asunto de fondo, el cual está más relacionado con las razones de nuestra descomposición del tejido social y la carencia de afecto. El fin de un propósito común como nación abona a la situación descrita, la que se observa en distintas democracias liberales y que azota con gran dureza en Latinoamérica en general.
¿cómo recuperar el sentido de comunidad?
La percepción de inseguridad ha subido vertiginosamente en Chile y las autoridades exploran respuestas en distintas áreas que permitan presentar acciones concretas en contra de la delincuencia.
En tal sentido, el gobierno echa pie atrás y nuevamente pone el foco en brindar nuevos respaldos a la acción de las fuerzas de orden y seguridad, también cambió su discurso de legitimidad o comprensión de la violencia como motor de cambio social y ahora trabaja en convocar un acuerdo nacional en materia de seguridad. Esta rectificación pareciera correcta, aunque por cierto está lejos de ser suficiente.
En materia de políticas públicas se abren varias perspectiva en el debate de seguridad, tales como el funcionamiento al Ministerio Público que a más de veinte años de su instauración manifiesta deficiencias en su quehacer.
El aumento de penas a ciertos ilícitos de moda siempre se percibe como oportuno para que el actor político se explaye respecto a su interés en mejorar la situación de delincuencia. Algunas normas pudieran resultar útiles, pero tampoco irían al fondo del asunto.
Por otro lado, la discusión respecto al aporte de las nuevas tecnologías. En la actualidad la inteligencia artificial para muchos representaría una ventana de oportunidad para mitigar la acción criminal, tanto por su aporte en materia de centralización de información relevante para la acción policial (como por ejemplo el proyecto alojado en la SPD que tras distintas administraciones no ha conseguido materializarse), como para la detección y seguimiento de los criminales.
Una última arista que mencionaremos, sin pretender haber señalado todas, es hacer cambios legales que permitan poner el foco en el lavado de activos, ello al objeto de perseguir a quienes son las cabezas del crimen delictual y/o crimen organizado.
En definitiva, el control y persecución sin duda son importantes ámbitos de acción para la seguridad pública, sin embargo, ninguna va en la dirección de fondo, la cual se relaciona con la prevención de la delincuencia. Acción que se pregunta acerca de las razones por la que hoy cada vez más compatriotas están comprometidos con las acciones y organizaciones que buscan estafar, robar con uso de fuerza o sin ella, extorsionar, o maltratar de distintas maneras a nuestro prójimo.
En consecuencia, desde la prevención los ámbitos de acción son de largo plazo, pero más consistentes. Entre ellos destacan la educación integral; las políticas de cohesión que se sustentan primeramente en el conocimiento mutuo entre quienes habitamos en un mismo territorio (sólo se ama lo que se conoce- fundamento de la comunidad); un propósito compartido (una visión de país), sintiéndonos pertenecientes al destino del pueblo (un país más inclusivo e unido).
Lo señalado requiere de un compromiso actitudinal con la comunidad, el que permitirá revitalizar la confianza hacia las instituciones y retrotraer el espacio de la grieta o fractura social que se observa en el país, la cual es cultural, política, económica y social.
Posiblemente el principal error competido en las últimas décadas, que explicarían la descomposición del tejido social, es principalmente el desafecto que hemos incubado entre los individuos.