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Actualizado el 6 de Marzo de 2023

El fenómeno migratorio y la incapacidad de conducirlo desde sus causas

Hoy todo se relativiza y presenta como una política pragmática, es decir, valorándola como una política desprejuiciada (sin ideologías), motivada meramente por intereses del propio Estado y de corte coyuntural.

Por Jaime Abedrapo
La irreflexiva actividad política olvida los compromisos que habían puesto en el centro de la actividad, por medio de normas y regímenes, la propia dignidad de la persona humana. Este había sido el aprendizaje tras dos guerras mundiales. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Jaime Abedrapo

Jaime Abedrapo es Director del Centro de Derecho Público y Sociedad USS

He estado buscando respuestas desde una estancia en Alcalá de Henares al por qué de las dificultades en la gobernabilidad respecto al fenómeno migratorio, en particular en las democracias que formalmente gobiernan en Occidente. Por cierto, se manifiestan dificultades debido al populismo y la polarización imperantes que no les permiten gobernar, es decir, denotan carencia de contenido racional y una renovada decisión por olvidar el entendimiento y acuerdo como propósitos del buen gobierno.

La irreflexiva actividad política olvida los compromisos que habían puesto en el centro de la actividad, por medio de normas y regímenes, la propia dignidad de la persona humana. Este había sido el aprendizaje tras dos guerras mundiales.

Hoy todo se relativiza y presenta como una política pragmática, es decir, valorándola como una política desprejuiciada (sin ideologías), motivada meramente por intereses del propio Estado y de corte coyuntural. Actitud que les ha evitado ir a las causas de los desafíos. En este caso, el aumento exponencial de la migración global.

Así Occidente se encamine hacia borrar la memoria de lo que le dio vitalidad a su existencia cultural. Ese parece ser el derrotero principal de la postmodernidad, la que es como el Alzhéimer, que olvida lo que ha permitido ensanchar el camino de la humanidad.

La enfermedad parece haberse larvado en tiempos del proceso globalizador, cuya dinámica apaga los sueños colectivos y las visiones de orden justo, y lo sustituye por un mandato de protección de los intereses individuales, que las vuelve miope ante las causas, en especial, cuando ella precisamente responden a los intereses de sus propios Estados Nacionales.

Existe un alto consenso entre quienes investigan los temas migratorios en sostener que ella es multicausal, pero entre los elementos que más gravitación tendrían se encuentran la globalización financiera que ha tendido a concentrar el capital (riqueza), motor que tiene a incentivar el desplazamiento por parte de quienes aspiran a mejorar su calidad su vida; una segunda consideración es la pobreza expresada en inseguridad alimentaria (ejemplo: África Subsahariana); una tercera los conflictos ocasionados y/o mal gestionados por el propios sistema de Naciones Unidas (Consejo de Seguridad), como la agresión contra Irak (2003), la inoperancia en Siria (2015), y el desinterés por terminar la guerra sobre Ucrania (2022), entre otras; y el propio cambio climático que agrava la situación de pobreza en muchas latitudes del planeta, que incentivan la emigración.

Esas materias son precisamente las que no están siendo abordadas por medio de tratados. Es decir, los Estados, incluidas las democracias, no han buscado entendimiento en los asuntos que tienen directa relación con las causas de las migraciones, y están optando por instaurar medidas defensivas – fronterizas – para regular la inmigración que pretende ingresar a sus territorios.

Al parecer, estamos olvidando las atrocidades vividas durante el siglo XX, el desvarío de la razón que significó militarismos, siendo ambivalentes con las instituciones levantadas para cautelar los derechos humanos, los principios universales y las normas imperativas.

En consecuencia, las democracias – incluidas las del primer mundo – no están dispuestas a enfrentar las causas de la descontrolada migración global. Se han limitados a proteger los intereses de algunos y han preferido encerrarse en una fortaleza que posiblemente seguirá siendo porosa. La estrategia parece que seguirá siendo cautelar sus “estilos de vida”, que parecieran tener relación con las causas del aumento de los flujos migratorios.

España esencialmente intercultural nos da esperanza de un despertar. Esta nación les ha tendido la mano a forasteros y se ha involucrado con ellos, enseñándonos acerca de la acogida, en palabras de Bahira Addulatif Yasin, escritora nacida en Bagdad y nacionalizada española: “descubrí el valor de estar en concreto en España, porque el pueblo español, en general, es uno de los más solidarios con el otro, ya sea individuo o colectivo. Su generosidad humana se manifiesta en los tiempos difíciles arropando al extraño y tendiéndole la mano amiga… los españoles son un pueblo que ama la vida, y esto se evidencia en su estilo alegre y dinámico. Sin duda ello tiene mucho que ver con la naturaleza del país tan rica en su diversidad, con sus mares, islas, playas, montañas y llanuras, bosques y desiertos. Cada zona de estas goza de su propia belleza, modos de vivir, fiestas, música, artes y gastronomías. Pero esta pasión por la vida no se reduce al disfrute epicúreo de los placeres de la vida, sino que también se manifiesta a través de la solidaridad con los demás. Esto se evidencia si contemplamos la actividad de la sociedad civil y la cantidad de jóvenes comprometidos en el trabajo voluntario en áreas de conflicto y hambruna, en los continentes de América Latina, África y Asia…“.

Por ello la mirada migratoria desde España adquiere todo el sentido que el tema amerita, ya que en este pueblo existen respuestas que muchas veces sus gobernantes de turno no son capaces de comprender ni representar, pero siguen estando allí las condiciones necesarias para que puedan surgir propuestas y acciones que permitan nuevamente renacer el compromiso con los valores de la democracia.

En consecuencia, el tema migratorio es posiblemente uno de los asuntos, junto con el energético y el cambio climático, más acuciantes en estos tiempos. En efecto, la inmigración está develando las contradicciones de las democracias liberales y, sobre todo, la falta de visión o propósito de Occidente en estos días. Por ello, algunos las describen como democracias light, sin embargo, las hemos preferido caracterizarla como afectadas por el Alzhéimer (ojalá temporalmente), mientras la esperanza está en que los pueblos mandaten a sus líderes a ir hacia las causas del fenómeno.

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