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Actualizado el 30 de Marzo de 2023

A propósito del Día Mundial de los Trastornos Bipolares

El estigma asociado a los trastornos bipolares es un problema significativo que afecta a las personas que padecen esta enfermedad y a sus familias. El estigma puede manifestarse de diversas formas, como discriminación, exclusión social y actitudes negativas por parte de la sociedad en general.

Por Danilo Quiroz
Es una condición que comienza usualmente en la adolescencia o adultez temprana, sin embargo, un grupo menor puede aparecer también después de los 50 años. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Danilo Quiroz

Danilo Quiroz es médico psiquiatra y director del Programa de Formación de Psiquiatras de Adultos UDP.

Los trastornos bipolares son un grupo de condiciones o trastornos de la salud mental que se manifiestan por episodios de manía y depresión. La manía o exaltación del ánimo, se caracteriza por un estado de ánimo elevado, euforia o irritabilidad aumentada, aumento de la energía y disminución de la necesidad de dormir, junto con cambios de la evaluación del riesgo que se manifiesta en conductas inusuales para la persona, como toma de decisiones impulsivas, compras excesivas, indiscreciones sexuales, u otras, mientras que la depresión se caracteriza por tristeza, desesperanza y falta de energía. Si bien este es el sello que permite el diagnóstico de los trastornos bipolares, otra característica relevante es la recurrencia, es decir, estamos ante una condición de curso crónico, con tendencia a que estos episodios se repitan en el tiempo.

La prevalencia de los trastornos bipolares con condiciones frecuentes, se estima que afecta aproximadamente al 1-3% de la población mundial (Organización Mundial de la Salud, 2021) y pueden tener un impacto profundo en la vida de las personas afectadas, incluidos el deterioro del funcionamiento ocupacional y social, el incremento del riesgo de suicidio y las comorbilidades físicas y psiquiátricas. La OMS clasifica los trastornos bipolares entre las principales causas de discapacidad a nivel mundial.

Es una condición que comienza usualmente en la adolescencia o adultez temprana, sin embargo, un grupo menor puede aparecer también después de los 50 años. El diagnóstico oportuno y preciso de los trastornos bipolares es esencial para proporcionar un tratamiento adecuado y mejorar los resultados para las personas afectadas. Sin embargo, el retraso de diagnóstico es un problema común, con un tiempo promedio de retraso de 5 a 10 años desde el inicio de los síntomas hasta el diagnóstico y tratamiento adecuados (Kessing et al., 2020). Esto puede deberse a la falta de concienciación entre los profesionales de la salud y el público en general, así como a la naturaleza episódica y fluctuante de los síntomas. Una de las principales dificultades para el diagnóstico consiste en que la forma más común de presentación es el ánimo depresivo, lo cual lleva a confundirla con otro tipo de trastornos del ánimo, principalmente el trastorno depresivo mayor, el que consiste en la presentación únicamente de episodios de depresión. Esta confusión diagnóstica es relevante, pues ambas condiciones tienen abordajes terapéuticos diferentes; particularmente el uso de fármacos “antidepresivos” pueden empeorar la evolución de los trastornos bipolares.

Un tratamiento adecuado, incluye la psicoeducación (conocer de qué se trata esta condición), introducir rutinas regulares de sueño y actividad, evitar las sustancias que desestabilizan el ánimo (como los antidepresivos, la marihuana, y otros fármacos como corticoides y un medicamento para el acné isotretinoina); la medicación incluye fármacos conocidos como estabilizadores del ánimo, aunque son un grupo variado (por ej. litio y lamotrigina); además existen psicoterapias específicas para abordar las fases depresivas del trastorno y mejorar la evolución de largo plazo previniendo las recurrencias.

La investigación ha demostrado que un tratamiento oportuno y adecuado puede mejorar significativamente los resultados a largo plazo, incluida la estabilidad emocional, el funcionamiento ocupacional y social, y la reducción del riesgo de suicidio y minimizar el impacto de los síntomas en la vida diaria de las personas.

El estigma asociado a los trastornos bipolares es un problema significativo que afecta a las personas que padecen esta enfermedad y a sus familias. El estigma puede manifestarse de diversas formas, como discriminación, exclusión social y actitudes negativas por parte de la sociedad en general. Este estigma puede ser un obstáculo importante para buscar tratamiento y apoyo, y puede agravar los síntomas y la discapacidad asociada con los trastornos bipolares (Rüsch et al., 2014). En este sentido, el apoyo social es fundamental para mejorar la calidad de vida, reducir el riesgo de recaídas y complicaciones en personas con trastornos bipolares; los grupos de apoyos de pares tienen un rol relevante en fomentar el cuidado, mejorar el acceso y luchar contra el estigma. Para abordar este estigma, es fundamental educar a la población sobre los trastornos bipolares, incluidos los síntomas, causas, tratamiento y el impacto en la vida de las personas afectadas. La educación puede contribuir a cambiar actitudes y creencias negativas, fomentar la comprensión y empatía y promover la inclusión y el apoyo a las personas con trastornos bipolares. Las campañas de concienciación y la promoción de la salud mental pueden ayudar a reducir el estigma y mejorar el acceso a los servicios de atención y tratamiento para las personas afectadas.

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