Maldita ideología
Más allá de que le repugne que quien controle SQM sea quien es, lo concreto que esa empresa ha agregado valor a lo que produce, y ha sido capaz de constituirse en un referente que por lo demás salvó los números rojos de este gobierno.
Christian Aste es abogado
Desde antiguo contradecir la ignorancia sesgada por la ideología resulta imposible. Tanto que hombres ejemplares como Galileo, prefirieron no insistir en lo que opinaban con base empírica porque sabían que si lo hacían serían asesinados, tal como ocurrió con Miguel Servet en Suiza (1553) o Giordano Bruno en Roma (1600).
Mucha gente prefiere no pensar por sí misma. Consideran que es más fácil aceptar como verdad inobjetable lo que otros pensaron y establecieron como cierto. Más todavía si eso que se asume como cierto, se vende como “la verdad” e incluye promesas que tienen como beneficiario directo, exclusivo y excluyente a los “favoritos”, que son los que profesan como propia esa fe, y se encargan de difundirla. He ahí el éxito de algunas religiones y de todos los totalitarismos. Se es del proletariado, pueblo, minoría, o lo que se quiera que se llame al oprimido por el yugo capitalista, para, de inmediato, pasar a ser considerado víctima, y por lo tanto acreedor de los derechos y beneficios que otorga adherir a esa fe. Lo mismo ocurre con los arios en el nazismo.
Por el solo hecho de estar al lado de esa “verdad” que alguien en algún minuto pensó y estableció como cierta (conflicto social, como eje de la historia (marxismo) o la raza como base de la evolución (nazismo) se adquieren ipso facto las virtudes y ventajas del adherente. Al revés, si se tiene la mala suerte de calificar como el enemigo (burgués – o no ario), se merece lo peor, porque en la ecuación se es culpable per se.
No corren, sin embargo, esa suerte los que renegando de su origen social (Guevara o Castro, ambos de familia burguesa) o racial (Abraham Gancwajch) abrazan la ideología que los marginaba, para convertirse en sus líderes o vasallos más fieles.
Recuerdo todo esto porque hemos visto cómo, lamentablemente, una ideología que solo ha causado desolación en el mundo, y que por lo mismo debió ser proscrita y no tener ningún adherente racional logró permear a la dirigencia política y hacerse del poder.
El resto de los políticos, por razones que deben estudiarse, en vez de replegarse en conjunto contra ella, y defender todo lo que destruye (paz y cohesión social, orden público, libertad económica, prosperidad, crecimiento) se alineó con su dirigencia, y les permitió experimentar con el país.
Lo ha hecho a un costo que pagaremos por bastante tiempo. La cordura nos abandonó. Tanto que los victimarios ahora son víctimas, y el Estado, que no es más que la suma de políticos que administran el poder que los ciudadanos consienten en reconocerle para ejercer sus derechos en libertad, se encuentran hoy en la encrucijada de aceptar que ese poder crezca sin límites, y que se haga con el pretexto de ayudarlos a ellos.
Su meta, ya no es cómo limitamos el poder de ese Estado que engulle, y absorbe las libertades, sino hasta dónde podemos ejercer esa libertad. Nos dicen, falsamente, que el Estado somos todos. Sabemos que eso es lo que nos dice la ideología, pero advertimos, porque tontos no somos (al menos la mayoría) que un mínimo de racionalidad nos demuestra que el Estado son los políticos, y que si el Estado es empresario, lo que estamos permitiendo es que los políticos que son los que dictan las normas, puedan sin ningún riesgo propio, ejercer como empresarios y competir con privados, que sí arriesgan su capital.
En efecto, como si no bastara lo ineficaz que han sido para combatir la delincuencia y el narcoterrorismo, que es su función primigenia, el actual gobierno, mismo que no ha sido capaz de entender que la policía debe repeler con fuerza y sin letra chica a los delincuentes, quiere ahora y sin sonrojarse hacerse cargo de la explotación del Litio, aduciendo que Chile debe avanzar en producir batería de ese mineral.
Nuevamente y en perjuicio de todos nosotros, se vuelve a imponer la maldita ideología, porque si estudiaran un poco, no mucho, constatarían que no más del 10% de una batería de litio, está conformada por litio. El resto lo componen materiales que no producimos en el país, y que por lo tanto si queremos producir, tendríamos que importar. Más allá de que le repugne que quien controle SQM sea quien es, lo concreto que esa empresa ha agregado valor a lo que produce, y ha sido capaz de constituirse en un referente que por lo demás salvó los números rojos de este gobierno.
Aun a riesgo de que les moleste a quienes prefieren los discursos sesenteros a la radical verdad de los números, creo pertinente ilustrar a los lectores con datos y evidencia objetiva, que demuestra lo nefasto de la idea de Boric, Grau, y sus amigos en el poder.
Entre 1990 y 2021, mientras Codelco invirtió 71.000MMUSD, las empresas privadas lo hicieron por 129.000MMUSD. Esa mayor inversión no solo tiene un efecto virtuoso en la cadena en el ecosistema económico, y beneficia desde los que operan el transporte hasta los hoteles, sino que además conlleva una mayor recaudación fiscal. De hecho, en los últimos 17 años (2005 – 2021), la minería contribuyó con el 12,4% del PIB que registró Chile en ese período, generó el 61% de las exportaciones, y contribuyó con el 14% de los ingresos totales, aportando entre esos años 114.000MMUSD. El año 2020 la minería privada aportó un 31% más, sin considerar todavía el tremendo aporte del litio concesionado.
Raya para la suma, la idea en cuestión debe SER RECHAZADA por obedecer a razones que no tienen ninguna justificación económica. Es más, lo que todos esperaban y que era lo que correspondía si la autoridad hubiese obrado en consecuencia con lo que dijo en la mañana en ENADE 2023, era en la tarde reflexionar y acto seguido, despojarse de la ideología, ponerse pantalones largos, y por el bien de Chile, comprometer todo su apoyo para que los privados exploten, mientras puedan, todas las reservas de Litio que existen. De este modo habría garantizado superávit para los años que siguen, hubiese asegurado los recursos para pagar sin necesidad de ninguna reforma tributaria la PGU, y habría permitido que nuestro país siguiera compitiendo. Pero, la maldita ideología hizo su trabajo. Tanto así, que salvo nuestros competidores (que están felices) o los que terminarán beneficiándose (políticos y sus amigos) la mayoría del resto piensa que por acá nos volvimos locos.