Un comunista desesperado
El compañero Guillermo, aunque un poco tardíamente – cosa que reconoció – intentó lanzar un último grito de SOS a su partido, logrando una participación muy relativa teniendo en cuenta la cantidad de afiliados al PC.
Guillermo Teillier convocó a una reunión virtual a su partido con vistas a las elecciones que tendrán lugar el 7 de Mayo para elegir los y las integrantes del Consejo Constitucional, cincuenta personas que redactarán el texto de la nueva Carta Magna que, a su vez, tendrá que ser de nuevo puesta a la aceptación del país.
La difusión por parte del Gobierno fue sospechosamente demorada y aparentemente empezó solo por el empuje de la oposición, criticando al Ejecutivo por su quasi-silencio respecto al plebiscito. En vista del escaso interés en el tema en sí – y por lo tanto en la elección – el sigilo convenía a la parte de la izquierda que se conforma del PC y el FA; las y los disciplinados votantes de sus filas irán sin duda a sufragar, mientras el resto – la inmensa mayoría – de la población no muestra gran interés en la cosa.
Aunque el voto sea obligatorio, ya se vio en el último plebiscito que casi una quinta parte se abstuvo a concurrir a las urnas, pese a la amenaza de multas; multas que jamás se cobrarán; cosa que para todo el mundo está claro. Es muy posible entonces que los próximos comicios muestren un aún mayor porcentaje de no-concurrentes el primer domingo de mayo.
El compañero Guillermo, aunque un poco tardíamente – cosa que reconoció – intentó lanzar un último grito de SOS a su partido, logrando una participación muy relativa teniendo en cuenta la cantidad de afiliados al PC. No le faltó sinceridad: usó todos los argumentos, con nombres y apellidos – y un notable odio – para advertir lo que se avecina si la derecha domina a la Convención. Leyó las últimas encuestas y se tiró sin sonrojarse contra los tres nombres que encabezan la simpatía del país. Evidentemente ninguno de ellos tiene posibilidad o voluntad a ocupar el sillón presidencial dentro de tres años; además la nueva Constitución resultante en parte de éstas y principalmente las siguientes elecciones poco tendrán que ver con sus temores.
Se trata simple y llanamente de la desesperación que sacude a Teillier, a su partido y a sus socios del Frente Amplio: ganaron las últimas elecciones presidenciales, pero desde la asunción de Gabriel Boric las cosas van de mal en peor, debido no solo a la total falta de madurez y sobra de inexperiencia del Presidente y su primer equipo, sino también porque sus propuestas no gustan, sus promesas no se cumplen y, en consecuencia, no consigue los votos en el Legislativo para avanzar en sus proyectos (a pesar que ya cambió parte de su equipo a personas más maduras y menos extremistas…). Las ya muchas veces repetidas volteretas rayanas a lo tragicómico tienen al país harto. Y, para qué negarlo, al tovarish Teillier también. Su principal representante en el Gobierno, la vocera del primer Mandatario, no se cansa en dar explicaciones, rechazar críticas, proferir desmentidos. Está al borde del despido: solo la salvan los compromisos aparentemente inquebrantables que Boric contrajo con el PC.
Las derrotas por el rechazo del texto constitucional y la reforma tributaria, la tozudez de la oposición y los socios socialdemócratas para aprobar una ley de Seguridad absolutamente necesaria y la misma tozudez del Ejecutivo y la parte más extrema del oficialismo en “suavizarla” dan para la frase de “la derecha tiene una campaña feroz…se nos están cruzando en el camino”… Con esta frase, la desesperación del jefe del comunismo nacional también se extiende a la resistencia de sus socios de centroizquierda a instalar un país “… que nosotros queríamos”.
En este mensaje-discurso a sus camaradas nos amenaza que, si no se frena lo que se prevé: un voto democrático de la mayoría, el país de transformará en “policíaco, autoritario y represivo”. Si no me falla mi memoria que comienza desde antes de la segunda guerra mundial, los únicos regímenes a los que se pueden aplicar las tres características que Teillier usa, son los del nazismo y comunismo: los más policíacos, autoritarios y represivos. ¿Alguien lo duda? Ni siquiera el desesperado camarada Guillermo.