Una elección más
Qué será, será… dice la famosa canción; pero una cosa quedó clara: Chile seguirá siendo una república democrática y no caerá, por lo menos constitucionalmente, en el grupo de países totalitarios, no importa el color que tengan.
Nadie, ni el más optimista de los republicanos pudo prever el resultado de las elecciones del 7 de Mayo; una tan aplastante mayoría de la extrema derecha para redactar una nueva Constitución era una quimera jamás imaginada. Y no fue un triunfo de cualquiera: votó una inmensa mayoría de las y los con derecho a sufragio en una jornada ejemplar de disciplina y cultura cívica.
El Presidente Boric y su principal grupo de apoyo, el FA y el Partido Comunista, no hacen más que sufrir una paliza detrás de otra de la opinión pública, que parece estar más que harto de la ineficiencia en el gobernar (desgobernar), de proyectos malos o ausentes, pifias, infantilismo y grandilocuencia. Todo esto causó un insano péndulo y el momento de votación encontró su punta en el tope radical de la oposición.
Las cifras finales muestran:
Republicanos: 23 miembros = 45,1%
Centroderecha: 11 miembros = 21,6%
Oficialismo*: 16 miembros = 31,4%
Pueblos origin.: 1 miembro = 2,0%
TOTAL 51 miembros = 100%, casi la mitad por la extrema derecha.
El oficialismo salió tan debiluchamente representado en el Concejo Constituyente que ni siquiera cuenta con un poder del veto,- el 3/5 de representación – que solo su extremo adversario posee y puede, a su simple antojo, rechazar cualquier iniciativa, indicación o moción que se pretenda introducir en el texto del borrador de la futura Carta Magna. No sabemos cuáles son las ideas exactas de los Republicanos; lo que sí, lo más lógico sería una propuesta prácticamente igual a la actual Constitución, con quizás algo más hacia la derecha. Otra cosa es si en las elecciones de salida se aprobará lo que se presente: el péndulo puede estar en ese momento en cualquier posición. Cosa que de nuevo jugaría a favor de la oposición, ya que seguiría irrevocablemente rigiendo la actual Carta Magna.
Se supone que la centroderecha – que quedó nueva y vergonzosamente derrotada – intentará actuar de moderador, ya sea mediante diálogo, ya sea ejerciendo cualquier presión imaginaria si es que le queda alguna. Cuando puse un asterisco en la cifra del oficialismo, lo hice porque, encima, es un oficialismo muy dividido, quedando el ala que originalmente ganó las presidenciales – FA y PC – en una ridícula minoría: o sea, tenemos un Mandatario y un Gobierno que en la práctica no representa a nadie. Mal para Chile, porque es casi un virtual desgobierno.
Qué será, será… dice la famosa canción; pero una cosa quedó clara: Chile seguirá siendo una república democrática y no caerá, por lo menos constitucionalmente, en el grupo de países totalitarios, no importa el color que tengan. Y esto es de fundamental importancia. El 7/5 (a los chilenos nos gusta abreviar en números-fechas los eventos importantes) ojalá abra un nuevo cambio en el Ejecutivo, ojalá clarifique la mente del Presidente y los/las más sensatos cercanos a él; lamentablemente no tengo mucha esperanza que ocurra: los resultados de ayer capaz que no cambien nada. Sería una pena pues se espera un golpe de timón. Tanto desde afuera, como desde casa.