La paradoja del dinero
La forma que tiene de operar y desenvolverse el dinero, lamentablemente se ignora. Por lo mismo, la misma gente que hace todo para tener más dinero, elige paradójicamente no solo a quienes saben menos que ellos, sino que quienes hacen todo lo contrario de lo que hay que hacer para que el país crezca.
Christian Aste es abogado
Los humanos somos una especie muy rara. Mientras vivimos, esperando el devenir de las únicas certezas, que son el paso del tiempo y nuestra muerte, nos afanamos por tener más y más. Para eso estudiamos, trabajamos y nos esforzamos hasta el límite. Aunque algunos lo hacen con más suerte y otros con menos escrúpulos, lo cierto es que todos queremos lo mismo.
Sin embargo, y lo paradójico de esta búsqueda que, entre paréntesis nos hace perder la mayor parte de nuestro tiempo, es que amén de infructuosa (porque las personas estamos hechas en mayor o menor medida para creernos eternos y nunca conformarnos), es que la hacemos sin saber cómo funciona lo que buscamos.
No logramos todavía entender que las cosas (corporales e incorporales) que antes se intercambiaban por otras, bajo el formato del trueque, ahora se transan por valores que además de estar consignados en documentos físicos o en registros electrónicos, se encuentran validados por la misma sociedad como instrumento de intercambio.
Desde el año 1971 (guerra de Vietnam), es la confianza en el sistema y no la cantidad de oro que se almacena por la reserva federal de Estados Unidos la que respalda el valor de intercambio de cada moneda. Cabe subrayar que ese valor, no depende de la voluntad ni de la autoridad monetaria, ni de los bancos privados. Menos de lo que quiera o desee el político de turno. Depende directamente de la producción o capacidad de atracción que cada país tenga. Si el país produce mucho o atrae harta inversión (dólares) su moneda adquiere necesariamente mayor valor (los dólares de las exportaciones más los capitales en dólares se transforman en la moneda del país, cuyo valor por la ley de la oferta y la demanda aumenta). Si el país es incapaz de producir y atraer inversión, el valor de su moneda baja, independientemente de la cantidad de billetes que circulen.
En otras palabras y para hacerlo aún más gráfico, si tengo diez lápices y 1000 pesos, cada lápiz costará 100 pesos. Si en vez de 1000 pesos tengo ahora 10.000 pesos, pero los mismos diez lápices, no podré comprar más, aunque tenga más dinero. Lo único que va a ocurrir en ese caso, es que los lápices aumentarán de precio, y lo harán en función de la oferta monetaria que exista para comprarlos. Si en cambio, tengo los mismos mil pesos, pero en vez de diez tengo veinte lápices. Me hice más rico, con la misma cantidad de dinero.
Eso que parece tan simple es consecuencia directa de la confianza que la gente tiene en el país, porque si no la tiene, deja de invertir y consecuentemente de producir. Si lo hace, el dinero pierde inexorablemente su valor. Si eso llega a ocurrir, la gente transformará en la medida que pueda lo que tenga en moneda de otro país, y emigrará (si puede). En ningún caso invertirá ni producirá nada, salvo que lo que produzca tenga demanda internacional (no local) y costos bajos.
El crecimiento y esto es lo que no se entiende, es lo que hace que el dinero valga más. No hay ni va a haber otra solución. La ausencia de una política de Estado contra la inseguridad pública es un ejemplo (hay decenas) que demuestra cómo los políticos que más hacen gárgaras con el precariado son los que están detrás de la causa que produce más pobres. Acá, por ejemplo, el que haya habido políticos, que hoy dirigen el gobierno, que no solo hayan avalado y prestado ropa al lumpen sino que además y por si fuera poco lo hayan amparado con indultos, provocó desconfianza, la que genera y seguirá generando más y más pobres. También lo hizo la propuesta tributaria que castigaba el ahorro y perseguía el patrimonio. Muchos ricos emigraron con lo que genera riqueza, y el país se quedó sin fuente de renta.
Pero nadie se hace responsable. Al revés e increíblemente ponen play una y otra vez, y repiten el mismo discurso panfletario de los sesenta. Lo hacen paradójicamente (perdonen lo redundante) bajo la sombra y el gentil auspicio del capitalismo, que es lo menos clasista, racista, sexista, patriarcal e ideológico que existe.