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Actualizado el 28 de Mayo de 2023

Unión Europea y América Latina, un nuevo acercamiento

Por Juan Pablo Glasinovic Vernon
La Unión Europea puede jugar un rol importante como contrapeso a la pugna bipolar y a la instalación de un orden de esas características, al estilo de la Guerra Fría.
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Juan Pablo Glasinovic Vernon

Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado

En el contexto mundial actual, caracterizado por una creciente fragmentación y por la transición
hacia un nuevo orden, los países y bloques se han visto en la necesidad de desarrollar nuevas
alianzas y revitalizar las existentes para capear mejor los múltiples desafíos y amenazas. Lo que
está claro en períodos inciertos y turbulentos como el presente, es que el peor escenario es estar
solo. De ahí el florecimiento de nuevos esquemas en estos últimos años, especialmente centrados
en la seguridad (militar, alimentaria, sanitaria, energética o migratoria, entre otras).

Otra motivación de estas alianzas tiene que ver con lograr cierta autonomía y blindaje en el juego
de suma cero que se está instalando en la competencia por el predominio global entre Estados
Unidos y China.

En esa dinámica, la Unión Europea puede jugar un rol importante como contrapeso a la pugna
bipolar y a la instalación de un orden de esas características, al estilo de la Guerra Fría.

Sin perjuicio de ser una firme aliada de Estados Unidos, con quien comparte valores comunes
incluyendo la promoción de la democracia, un profundo intercambio comercial e inversiones, y
una larga historia común en materia de seguridad, la Unión Europea también se ve tensionada por
la competencia entre el gigante norteamericano y China. Este último país se ha ido convirtiendo en
el primer socio comercial de varios de los miembros del bloque europeo, además de ser fuente o
destino cada vez más relevante en materia de inversiones.

Por eso, a los europeos les urge diversificar sus vínculos y su canasta de riesgos y, una zona donde
tienen buenas posibilidades de influir es en América Latina. Esto tanto por los vínculos históricos,
como por la gran presencia económica de la UE en la región.

Ya hace algunas décadas, particularmente con la recuperación de la democracia a fines de los
ochenta del siglo pasado en Latinoamérica, la UE había impulsado una ofensiva diplomática en
nuestra región que con el paso de los años tuvo varios hitos directos e indirectos.

Entre los principales podemos mencionar a las Cumbres Iberoamericanas que partieron en 1991, que, si
bien por la UE solo congregaron como miembros plenos a España y Portugal, contaron con un
ingente apoyo financiero del bloque. También se negociaron y firmaron acuerdos de asociación,
que incluían aspectos comerciales, pero también de cooperación y diálogo político con México,
Chile, Colombia, Perú, Centroamérica, Cariforum y Mercosur (aunque este no ha sido ratificado).

La primera cumbre entre la UE, América Latina y el Caribe, celebrada en Río de Janeiro en junio de
1999, estableció una Asociación Estratégica Birregional. La cumbre más reciente, que tuvo lugar en
Bruselas en 2015, fue la segunda celebrada entre la UE y la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). En esa oportunidad se estableció una amplia agenda de
diálogo y colaboración. La próxima cumbre entre ambos bloques está convocada para el próximo
17 y 18 de julio en Bruselas, bajo la presidencia española que comienza el próximo 1 de julio.

No obstante los esfuerzos realizados, por diversas razones que incluyen las crisis de gobernanza y
el debilitamiento de los esquemas de integración latinoamericanos, así como dificultades en el continente europeo, desde el Brexit hasta el crecimiento de los nacionalismos, incluyendo el explosivo aumento del intercambio con Asia y China en particular, el vínculo se fue debilitando y China irrumpió con fuerza en nuestra región, aprovechando este receso europeo y estadounidense.

Ahora acicateados por la polarización en curso, y sin perjuicio de tener como contraparte a una región seriamente afectada política y económicamente y sin articulación sustantiva, la UE ha vuelto a apostar por una relación estratégica entre ambas.

A la geopolítica y al tema económico, se suma la urgencia climática. Nuestra región es clave en materia de minerales para la transformación energética y también es una importante reserva alimentaria.

Esta prioridad estratégica ha sido precedida por numerosos gestos entre los que se incluyen la
activación o reactivación de negociaciones para actualizar y escalar acuerdos, y las visitas de
numerosas autoridades tanto de países como de la Comisión Europea. Entre las visitas bilaterales
destaca recientemente la del canciller alemán Olaf Scholz, que incluyó a Chile, Argentina y Brasil.
Durante el próximo mes de junio y justo antes de la cumbre UE-CELAC, la presidenta de la
Comisión Europea, Úrsula Von Der Leyen estará en México, Brasil, Argentina y Chile. Por estos días
también, Josep Borrell el alto representante para la política exterior del bloque se encuentra en
Cuba. Esta visita es importante considerando la cercanía de la isla con Rusia y China, y su actual
presidencia del G77 + China. Acercar posiciones con Cuba es un paso importante para neutralizar
el ascendiente de esos países y su eventual efecto disruptivo en las aspiraciones europeas,
especialmente en la próxima cumbre.

A todo lo anterior, se suma el próximo anuncio de la creación de un órgano permanente de la UE
que coordinará la relación del bloque con América Latina y España, bajo el paraguas de la UE, ha
anunciado bajo su presidencia recursos por más de 10.000 millones de euros para la relación con
nuestra región.

La circunstancia de que Chile sea una de las escalas del viaje de Von Der Leyen indica que nuestro
país sigue siendo valorado como interlocutor relevante en la región. Sin embargo, este capital
corrió serio peligro con el lapsus de realismo mágico que vivimos el año pasado en materia de
política exterior y que casi implica el desahucio, en términos prácticos, de la modernización del
Acuerdo de Asociación con la UE.

Como en toda relación, para que sea exitosa, se requiere la concurrencia de las partes.
Lamentablemente el interés europeo encuentra en un mal pie a Latinoamérica, que grupalmente
no puede exhibir un frente común. Pero el estímulo externo podría coadyuvar a una mejor
coordinación en nuestra región e indirectamente activar la dinámica de la integración. En esa
línea, la reunión a la cual ha convocado Brasil a fines de este mes a los antiguos integrantes de
UNASUR, debe ser una instancia que, entre otras materias, aborde la propuesta europea y ayude a
estructurar una posición común desde nuestra región.

Entre las prioridades que creo deberíamos levantar fuertemente como región está la cooperación
en la lucha contra el crimen organizado y el apoyo europeo en materia de desarrollo, entendiendo
que ambas dimensiones están vinculadas. Sin seguridad, no hay desarrollo posible y sin progreso económico no hay cohesión, y la democracia corre serio peligro. Además, el crimen organizado se
ha vuelto una formidable amenaza global, lamentablemente con un lugar destacado en
Latinoamérica.

En materia de desarrollo y especialmente a la luz de la transformación energética que impone la
crisis climática, es indispensable promover una alianza que considere, con capitales europeos, la
puesta en valor e industrialización de los insumos que producimos para insertarnos en las cadenas
esenciales para la nueva economía sustentable.

La UE y América Latina podrían moderar la evolución del sistema internacional, acentuando un
orden multipolar con al menos un tercer centro de poder que, aunque menor a los otros dos,
pueda tener una influencia significativa, con la posibilidad de crecer con otros actores y sostener
un cierto nivel de multilateralismo, que de otra manera se jibarizará aún más.

La gran pregunta es si las partes estarán a la altura del desafío, y especialmente nuestra región.

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