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Actualizado el 18 de Agosto de 2023

Sabato, Milei y el futuro Tango

Desde este paisaje emerge Javier Milei, un personalista con ideas radicales, libertarias y excéntricas, un líder atípico dotado de verborrea no ecualizada. Dolarizar, eliminar ministerios, acabar con el adoctrinamiento izquierdista, no ceder ante la guerra cultural, relativizar el cambio climático y destruir a la casta política.

Por Enrique Morales Mery
El Nunca Más que se escuchó tras la verdad que todo infierno entrega, es más amplio que el horror circunscrito a la dictadura argentina. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Enrique Morales Mery

Enrique Morales Mery es cientista político

Ernesto Sabato en su juventud se entregó a la crítica del capitalismo del engranaje, de esa concepción mecanicista que amparada en los ideales de la industrialización avanzaba hacia el desarrollo individualista. Un individualismo que huía de cualquier intento colectivista y que al mismo tiempo afianzaba cierto anonimato respecto a los compromisos más comunitarios o conectados con una humanidad arraigada. La masificación era la evidencia de ese anonimato, de ese abandono de una identidad ampliada y relacional; Sabato soñaba en su primera época con el ideal colectivo del comunismo, con esa conciencia elevada a las alturas sociales, como antesala de una confraternidad resuelta y crítica. A poco andar empezó a sentir la incomodidad del pensamiento dirigido, de la violencia ideológica y de la presión que toda disciplina partidaria intransigente supone. Ante su propio laberinto se resistió al compromiso ciego y a la ortopedia moral del comunismo; sabiendo que Moscú se cruzaba en su camino como destino sin retorno, decide en su paso por Bruselas abandonar la militancia y huir a Paris. Desde ahí el escritor saborea la libertad intelectual de la creación literaria y sus conocimientos de Física se matizan con un entorno innovador que lo redime de cualquier experimento. Sabato al escribir Hombres y Engranajes medita sobre ese giro reflexivo de su vida, sobre esa interrupción liberadora y al hacerlo asume las verdades y cuestionamientos éticos que se asoman tras los totalitarismos.

El mundo forjado desde el Renacimiento encontraba su muerte en la pobreza espiritual que todo proceso deshumanizador implica; casi como cumplimiento de las profecías autodestructivas el género humano daba cuenta de su finitud, de sus profundas limitaciones. La tendencia de todo extremo, de todo fanatismo, de toda verdad mesiánica, alentada desde lo abstracto, es siempre desatender la realidad como base del sentido puesto en común. Tras los campos de concentración y las sociedades de masas se esconde el huir de nosotros mismos; el antagonismo nos atrapa, las bravuconadas y las muestras de poder y fuerza parecen apoderarse de la política. Sabato creía haberlo superado y se encontró con una horrorosa dictadura militar que fracturaba a su Argentina natal. Su labor frente a la historia lo encontró maduro, a tono con la moderación y el respeto hacia profundos valores de humanidad. Presidir la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas lo vinculó con la búsqueda de verdad, justicia y reconciliación; lo hizo desde la prudencia, distante de la revancha, de la desmesura y de la exclusión premeditada. Ya no había espacio para retroceder a la violencia, al grito silenciador, a la agresividad que toda guerra y antagonismo provocan.

La Argentina de hoy se construye con liderazgos amnésicos que retornan a la suma cero, a la trinchera, a la descalificación altisonante. Los discursos encendidos son los predilectos de estos predicadores contemporáneos. Desde este paisaje emerge Javier Milei, un personalista con ideas radicales, libertarias y excéntricas, un líder atípico dotado de verborrea no ecualizada. Dolarizar, eliminar ministerios, acabar con el adoctrinamiento izquierdista, no ceder ante la guerra cultural, relativizar el cambio climático y destruir a la casta política. Todo cargado de rabia, de un lenguaje sin filtro alguno, con una euforia que oscurece ideas. Para algunos es un showman vistoso y esperanzador, un desafiador de elites corruptas, para otros un populista hiperventilado sin un apoyo político que asegure gobernabilidad. Este león desbocado ha irrumpido en el devenir argentino y es el protagonista del próximo tango de la política trasandina; su compañera de ruta Victoria Villarruel evoca un retroceso respecto a la historia reciente, ella se ha mostrado cercana a posturas que niegan las atrocidades cometidas durante la dictadura militar y es proclive a la desregulación de la venta de armas. Una dupla a todas luces que augura un ritmo distinto, sinuoso y no del todo amigable.

Ciertamente el peronismo kirchnerista ha generado estas reacciones, estos personalismos apasionados y a ratos delirantes. La corrupción, el clientelismo, el desempleo, la inflación y la desconfianza respecto a la clase política tradicional ha permitido volver a estos laberintos. Argentina necesita un viaje como el del joven Sabato, un viaje hacia la profunda reflexión, hacia el tomar conciencia que ninguna ideología o liderazgo personalista pueden reemplazar la verdad que brota de lo común y cotidiano.

El Nunca Más que se escuchó tras la verdad que todo infierno entrega, es más amplio que el horror circunscrito a la dictadura argentina. Engloba también el presente y la construcción pacífica de toda sociedad; para ello es fundamental optar por la democracia sustantiva, entendida como un compromiso de transparencia y probidad, así como de respeto. Ese respeto es un tango que no se baila solo, que se deja envolver por la música inclusiva del todo, por una voz que comunica y dialoga, por una orquesta que valora a cada miembro y que por sobre todo conoce el costo de todo silencio.

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