11 de septiembre o el triunfo de la nostalgia
Cuando la nostalgia, con su poderoso deseo de recrear ese "hogar perdido", se cruza con ideologías, desdibuja la objetividad y favorece la emoción sobre el análisis crítico. Nos lleva a ver los sueños inconclusos del pasado como la hoja de ruta del futuro.
Miguel Papic es presidente de la Fundación Libertad Humana
El término “nostalgia” tiene su origen en dos raíces griegas: νόστος, nóstos (“retorno al hogar”) y ἄλγος, álgos (“deseo”), que fueron combinadas por un estudiante de medicina suizo en el siglo XVIII. Esta palabra encapsula el anhelo de un hogar que quizá ya no está o quizá nunca estuvo.
Es un sentimiento que evoca pérdida y desplazamiento, y en muchos sentidos, es un coqueteo con nuestras propias fantasías. Se ha descrito la nostalgia como una “hipocondría del corazón”, tan intensa que en el siglo XIX se sugería que aquellos que la padecían buscaran la compañía de poetas y filósofos.
El filósofo Henri Bergson tal vez ofreció la visión más profunda sobre la nostalgia al introducir el concepto de “realidad virtual”, haciendo alusión a los diferentes niveles de conciencia y realidades que coexisten en el ser humano.
Estas reflexiones vienen a colación con la reciente conmemoración del medio siglo desde el término del gobierno de Salvador Allende.
Lejos de ser un acto de recogimiento y reflexión sobre un periodo complejo y doloroso de la historia chilena, esta conmemoración ha estado plagada de eventos, declaraciones y simbolismos que buscan evocar con intensa nostalgia aquellos mil días del gobierno de la Unidad Popular. Es como si se intentara traer de vuelta no solo a Salvador Allende, sino a una época idealizada, similar a una infancia perdida y percibida de manera ilusoria como más dichosa.
Cuando la nostalgia, con su poderoso deseo de recrear ese “hogar perdido”, se cruza con ideologías, desdibuja la objetividad y favorece la emoción sobre el análisis crítico. Nos lleva a ver los sueños inconclusos del pasado como la hoja de ruta del futuro.
En el relato conmemorativo de los 50 años se dice que en Chile en esos mil días, las artes florecieron, la igualdad había llegado para instalarse, el pueblo por fin conseguía la dignidad, y que todos tenían el derecho de vivir en paz como decía la canción, mientras que la ciencia nacional progresó a tal nivel que por poco, nos permite decir que Internet nació en Chile.
Al impulsar una restauración nostálgica del pasado, se enfatiza una reconstrucción de una realidad que trasciende todo lo demás, donde no hay necesidad de una reflexión sobre el pasado, sino la de reconstruir y proteger emblemas, rituales y símbolos. Como es obvio, esta nostalgia comienza a ser una realidad, que no se considera a sí misma como nostalgia, sino como una verdad histórica incontestable.
El núcleo de la conmemoración de este 11 de septiembre está impregnado por un profundo sentimiento de nostalgia. Se ha llegado a un punto en que cualquier intento de debatir las causas del colapso democrático en 1973 es rápidamente etiquetado como negacionismo.
La voz de Salvador Allende resuena en romerías, erigiéndose como un emblema que recuerda su presencia en nuestra actualidad. Además, parece que solo aquellos que concuerdan con la perspectiva oficial de la conmemoración reciben el reconocimiento de ser llamados “demócratas”, mientras que aquellos que discrepan son marginados.
Como mencioné previamente, parece que la corriente de la nostalgia nos ha envuelto, llevándonos a añorar un pasado que podría estar más basado en idealizaciones que en realidades tangibles, por tanto es esencial que las conmemoraciones, en lugar de ser meras cápsulas de tiempo idealizadas, sirvan como momentos de introspección y aprendizaje.
La historia, en toda su complejidad, nos ofrece lecciones valiosas para el presente y el futuro. No deberíamos quedar atrapados en una visión romántica del pasado, sino abordar nuestra historia con objetividad, reconociendo tanto los triunfos como las falencias, y utilizar esos conocimientos para construir un futuro más brillante y equitativo.