Las Puertas del Infierno
Matías Asun es director de Greenpeace Chile.
A fines del año 2015, 196 países suscribieron el Acuerdo de París, comprometiéndose a limitar el calentamiento mundial a muy por debajo de 2° C, preferiblemente a 1,5 grados centígrados, respecto de los niveles preindustriales.
Casi ocho años después el planeta continúa en una verdadera crisis. Tanto es así, que el mismo secretario general de Naciones Unidas en los últimos dos meses señaló que hemos entrado en la era de la “ebullición global”, acompañando esta declaración con frases como “colapso climático” y, más recientemente, indicando que “abrimos las puertas del infierno” para alertar sobre la gravedad del asunto.
Esta última frase de Guterres fue pronunciada el pasado miércoles 20 de septiembre en la Cumbre de Ambición Climática -realizada en el marco de la semana de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas- donde, con sorpresa, vimos que los líderes de algunos de los países más contaminantes, como Estados Unidos, China, Reino Unido y Francia, directamente no asistieron a la cita.
Fue en esta cumbre que el presidente Gabriel Boric reflexionó sobre los acuerdos que bilateralmente se cierran en este tipo de eventos y cómo las empresas rompen “las buenas intenciones” de los líderes democráticos y activistas, al no someterse a la voluntad de la comunidad internacional en materia medioambiental.
Sin embargo, los empresarios no actúan solos: lo hacen bajo el amparo de la ley y, muchas veces, en complicidad con políticos y representantes democráticos, por lo que la reflexión debería ser más profunda.
¿Los Estados están haciendo todo lo posible para frenar el calentamiento global? ¿Se fiscaliza lo suficiente? ¿Se sanciona de manera ejemplar a quienes burlan la ley? ¿Se legisla con la visión de urgencia climática? ¿Se protegen los ecosistemas y la biodiversidad? La respuesta es no, y la agenda de greenwashing que el presidente le atribuía a las grandes transnacionales también afecta a los líderes políticos, incluso en países tan al sur del mundo como el nuestro.
Los principales responsables de que las puertas del infierno estén abiertas de par en par, son, lamentablemente, los políticos, tanto por legislar de cara al interés privado y no al bienestar común, como por no hacer lo suficiente para que esto no ocurra o, lisa y llanamente, ni siquiera molestarse en asistir a este tipo de cumbres.
Es imposible que el planeta pueda lograr revertir la senda de calentamiento -tal como se evidenció en julio de este año en Europa- sin el compromiso activo de los líderes políticos de las principales economías y del aporte de los representantes de todos los rincones del mundo, para que no se toleren más abusos contra las comunidades y los ecosistemas.
Cerrar las puertas del infierno en Chile significa frenar la impunidad de empresas que todos los años intoxican a las personas en Quintero Puchuncaví con las emisiones del parque industrial, impidiendo que niñas y niños asistan a la escuela. Significa garantizar el derecho humano al agua, en un contexto de sobreexplotación hídrica y sequía extrema. Implica proteger los ecosistemas que nos permiten enfrentar el cambio climático como bosques nativos, humedales, glaciares, salares, océanos y tantos otros, ante la expansión indiscriminada de industrias destructivas. Significa comprender que la única forma de protegernos a nosotros mismos, es protegiendo a la naturaleza.Al final de cuentas, cerrar las puertas del infierno es tarea de la sociedad en su conjunto, pero, por sobre todo, de la clase política.