Octubre 5
Quienes nos empujan al momento del quiebre sólo son ejemplo de un recuerdo que no aprende, de una memoria que intenta resucitar los elementos ideológicos que alimentaban la confrontación.
Enrique Morales Mery es cientista político
Efectivamente derrotamos una dictadura pacíficamente, la derrotamos con un lápiz; fue un triunfo de todos y todas, resultado de una sed de democracia que se fue forjando en cada rincón de nuestro país. Si bien existía represión y censura nos fuimos dando cuenta del valor de la libertad y de la expresión de nuestras ideas. Se fue reconstruyendo nuestro tejido social, nuestra esperanza y nuestra visión de futuro y eso configuró un relato profundo, un ideal que perdura.
Hoy, 35 años después, volvemos la mirada hacia esos acontecimientos y nos preguntamos si ese triunfo contra la dictadura representó el triunfo de todos y todas. La respuesta es vacilante, dubitativa y habitada por una inconcebible incertidumbre. La dictadura para una buena cantidad de personas era la extensión de una derecha herida por la Unidad Popular; para otros la vuelta a la democracia, en un nuevo contexto, era la abdicación de los ideales de lucha por y para el pueblo. Los demócratas que emergieron hacia un futuro prometedor se habían renovado; con mayor claridad la izquierda había abandonado la lucha armada revolucionaria y en gran medida las bases marxistas de su ideario iban desapareciendo y con ello dando cabida a un socialismo renovado, a una socialdemocracia que no desdeñaba al mercado y a un creciente liberalismo igualitario.
Por la vereda de la derecha este transitar fue más lento, siempre la expresión renovada era propia de minorías etiquetadas como liberales, empujadas por proyectos personales que se fueron abriendo paso al interior de sus partidos principales. Igualmente, la consolidación de una democracia de los acuerdos era consecuencia de un compromiso con la gobernabilidad, con la institucionalidad, pero no necesariamente encontraba un correlato en los votantes, en la ciudadanía. La llamada derecha liberal muchas veces se diluyó frente a los proyectos personalistas nostálgicos de autoridad o frente a los populistas que cosificaban la política.
En la actualidad, retomando la importancia de lo que significa recuperar la democracia, es necesario preguntarse cuánto hemos avanzado y cuánto hemos retrocedido respecto a ese triunfo. No fue sólo derrotar a una dictadura, fue también abandonar el uso de la violencia de derechas e izquierdas, fue dejar atrás los ribetes de inconstitucionalidad que habían poblado el pasado. Por eso el discurso del expresidente Patricio Aylwin, en marzo de 1990, es claro en señalar el carácter inclusivo y propio de la sociedad chilena entendida como un todo respecto a la vuelta a esta Democracia con mayúscula. El 5 de octubre de 1988 es una fecha muy importante para quienes buscamos una reconciliación entre personas, entre demócratas, entre ciudadanos y sus instituciones, entre ciudadanos y sus fuerzas armadas.
Es necesario revisitar el camino, redefinir la ruta e incluir un ideal de todos y todas, ir más allá del merecido y valorado triunfo contra la dictadura. Es el momento de entender que aquí primó la recuperación de la Democracia, la que nos pertenece a todos, aquella que no sabe de dictadores, revolucionarios nublados por el poder o populistas de un lado y otro que se alimentan de nuestras frustraciones circunstanciales. Si hemos retrocedido es hora de retomar el rumbo y si falta afinar el camino de la valoración y renovación de los ideales democráticos, propios de sociedades abiertas, diversas y complejas, es un imperativo llegar a acuerdos, a instancias de deliberación conjunta.
Derechas e izquierdas, liberales, renovadas, modernas y conscientes miren de frente a ese 5 de octubre, abracen esa oportunidad que brilló para todos y todas. Quienes nos empujan al momento del quiebre sólo son ejemplo de un recuerdo que no aprende, de una memoria que intenta resucitar los elementos ideológicos que alimentaban la confrontación. La memoria respecto del dolor es necesaria, pero retomar y defender las ideas que extremaron nuestros odios es digno de irracionalidad y falta de atención. Demócratas reconciliados, renovados y atentos a los errores y horrores del pasado, este 5 de octubre, tomemos conciencia que ese día todos y todas ganamos.