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Actualizado el 6 de Noviembre de 2023

Tiempos de Oquedad

El mundo es un “titanic”, una analogía que sirve para explicar cualquier desastre potencial producto de la impotencia para manejar variables que dependen de nuestra voluntad, aparentemente controlables pero fuera de control cuando se enfrentan intenciones y voluntades encontradas.

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Guillermo Bilancio

Guillermo Bilancio es consultor de Alta Dirección.

Son tiempos vacíos y oscuros. Alguno de ustedes estará pensando que, como otros tantos momentos de la humanidad, vivimos una crisis de primitividad transitoria. Es posible.

Pero que esta crisis suceda en la era del conocimiento nos debe hacer reflexionar y definitivamente ser mas exigentes con nosotros mismos, si nos consideramos seres sensibles.

Claro que el conocimiento no es determinante cuando las emociones destructivas conducen a la razón, y lo que estamos viviendo es un atentado a la razón.

El mundo es un “titanic”, una analogía que sirve para explicar cualquier desastre potencial producto de la impotencia para manejar variables que dependen de nuestra voluntad, aparentemente controlables pero fuera de control cuando se enfrentan intenciones y voluntades encontradas.

Desde lo social, la referencia al “titanic” se manifiesta en la eterna lucha de clases con gente de primera, segunda y tercera clase, un escenario que alimenta populismos patéticos de izquierdas o derechas obsoletas.

Y son esos modelo populistas quienes juegan con el poder, juegan con las carencias, y esencialmente con la pobreza. Una pobreza se manifiesta en diferentes formas a partir del reclamo por carencias esenciales hasta las mas sofisticadas. Esos populismos que se sostienen a partir de sensaciones.

Para esos populismos sentirse pobre es un estado de gracia y una exigencia de bienestar a la vez, lo que transforma a la política populista en un concepto religioso y mitológico.

La confusión en el comando en el comando de la política, con la falta de evolución de los partidos políticos y con la aparición de outsiders transformados en profetas, obstaculizan la visión y no les permite ver el iceberg.

Y esto se agrava aun mas cuando en el la sala de comando, los mas poderosos sostienen una guerra fría interminable que explota en conflictos armados sectoriales. Los intereses en el comando lleva a guerras que buscan la supremacía como la de Rusia sobre Ucrania, con efectos en la política regional y en el orden internacional.

Y a esto se agregan conflictos que surgen de la violencia por odio, individualismo enfermizo y religiosidad extrema.

Es aquí dónde aparecen las guerras infinitas, las más sangrientas secuencias de terrorismo y la consecuente respuesta. Hamás vs Israel.

Y es aquí dónde la humanidad olvida las reglas, y se toma partido cuando no hay partido por tomar, sino detestar simplemente el terrorismo que extermina a gente inocente.

No hay explicación ni justificación alguna para no detestar al terrorismo, algo que en esta parte del mundo (Chile incluido a través de tristes declaraciones del presidente Boric), parece no tener cabida.
¿Acaso lo que planteamos como progresismo acepta al terrorismo? Pobre destino el de la humanidad.

Y en los niveles más bajos del “titanic”, aparece la delincuencia organizada que, esencialmente en nuestra región, mantiene peligrosas aspiraciones de poder a través del bolsillo del narcotráfico. Muerte, decadencia y terror. Batallas por los puertos, muertes siempre inocentes, compra barata de la justicia, asociación con gobiernos débiles que necesitan de los narco-recursos para sostener su estabilidad. Décadas de decadencia moral sin solución.

Quienes auguraban el fin de la historia, creo que deben replantear la idea y definir que estamos frente al comienzo de una pesadilla.

Una pesadilla que confunde terrorismo, justicia, guerra, supremacía del más fuerte, democracias en duda, populismos crecientes, grietas sociales.

Es que tal vez vivimos un mundo dónde ya no hay ciudadanos, sino creyentes o herejes …
Si somos creyentes o herejes, es que la emoción guía la razón. Y la emoción es destructiva cuando perdemos sensibilidad moral. Ahí somos tristemente humanos.

Quizás la esperanza estará cuando los animales desfilen por la paz en el mundo.

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