IA en la elección argentina y lo que significa para el resto del mundo
La democracia está en un momento de especial fragilidad que deberá sumar a la inteligencia artificial como un factor completamente desconocido.
Ignacio Bugueño Vilches es asesor comunicacional en política, miembro de la comunidad Global Shapers del Foro Económico Mundial y graduado en Global Competitiveness de Georgetown University.
El ambiente electoral estuvo distinto este año en Argentina. Las calles de Buenos Aíres fueron empapeladas en imágenes como el rostro de Sergio Massa mirando al cielo en el icónico estilo de la propaganda soviética, sin ningún parecido con el estilo tradicional de las campañas latinoamericanas. No fue una gráfica desarrollada por diseñadores ni fotografía, sino que fue propaganda generada por inteligencia artificial. El ahora presidente electo, Javier Milei, no se quedó atrás: apostó a ridiculizar la campaña de Massa y reforzar el punto, mostrándolo vestido como Xi Jingpin.
Milei es el representante del voto de castigo. Fue electo gracias a un votante joven y hastiado que llegó a las urnas en una proporción sin precedentes. El público perfecto para este contenido: jóvenes entre 16 y 20 años, que viven en TikTok y YouTube y que rápidamente se han acostumbrado al contenido generado por inteligencia artificial. De las noticias falsas pasaron a navegar entre videos con discursos falsos y la imagen de los candidatos consumiendo drogas o cometiendo distintos actos faltos de decoro.
La conversación de si cada video o imagen difundida en redes sociales era falsa o verdadera se transformó en munición de las campañas, que se han vuelto más agresivas en su tonalidad. La capacidad de actores como los medios de comunicación, comandos y los propios servicios electorales para identificar los contenidos generados y responder a ellos, será fundamental para preservar la integridad de los procesos electorales en el futuro.
Enfrentar este fenómeno con legislación será poco efectivo, o en el mejor de los casos, insuficiente. Los servicios que se han desarrollado para detectar contenido generado por inteligencia artificial no producen resultados confiables, y ya han generado controversias importantes en el ámbito académico. En Estados Unidos hay cientos de casos de profesores que usan estos servicios para reprobar estudiantes por usar ChatGPT, para luego terminar enfrentando la justicia por haberse equivocado. Ni siquiera las redes sociales, que han intentado regular preventivamente sus plataformas, han tenido éxito en esta tarea.
En 2024 se realizarán 40 elecciones presidenciales en el mundo en un contexto de desconfianza, guerra, una economía resentida y una aparente desglobalización. La democracia está en un momento de especial fragilidad que deberá sumar a la inteligencia artificial como un factor completamente desconocido.
Para algunos, esta tecnología es una oportunidad: los costos de producción se reducen, abriendo la puerta a que nuevos candidatos tengan oportunidades más equitativas para participar en el debate de la plaza pública. También dotará a los comandos de poderosas herramientas para operar con mayor velocidad y flexibilidad en redes sociales. Por otro lado, una amenaza que permitirá difundir desinformación a mayor velocidad y escala a una audiencia especialmente susceptible a la polarización y radicalización de los discursos.
Es un nivel de sofisticación que parece haber eludido al plebiscito por la nueva propuesta constitucional en Chile, pero que inevitablemente aterrizará en el país durante la próxima elección. Tenemos que buscar formas para preparar a los futuros electores. La Universidad de Zurich advirtió en un estudio realizado en junio pasado, que Chat GPT-4 es más creíble que redactores humanos en Twitter, “dada su capacidad de realizar textos estructurados y condensados” en forma mucho más consistente que un usuario promedio.
En los últimos años, las personas han pasado del sano escepticismo a desconfiar de instituciones tan esenciales como las escuelas y el sistema de salud. Ya ocurrió con la pandemia y ahora con los llamados a realizar homeschooling, pero podría verse peligrosamente exacerbado si la única respuesta que entregaremos a la sociedad es que no se puede confiar en nada de lo que se vea o escuche. Como advierte el filósofo Yuval Noah Harari, la inteligencia artificial “ha hackeado el sistema operativo de la civilización humana”. Debemos estar preparados.
Como sociedad, tenemos que impulsar estar conversación y perseguir un acuerdo mínimo en torno a esta tecnología. De la ciudadanía depende exigir mínimos éticos a futuros candidatos, pero principalmente, formarnos y educarnos para abordar estar realidad que ya alcanzó un punto de no retorno.