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5 de Diciembre de 2023

Avanzar en la dirección correcta (pero con urgencia)

Demás está decir que este año hemos sido testigos de eventos meteorológicos devastadores, los que sabemos son sólo el comienzo del camino que recorrerán la humanidad y todas las especies, de no revertirse la senda de calentamiento global.

Es evidente que todavía queda muchísimo por hacer y, en el año donde hacemos un balance de la implementación del Acuerdo de París, Chile debe aumentar su ambición climática en todos los frentes. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Matías Asun

Matías Asun es director nacional Greenpeace

Hace pocos días comenzó la COP28, evento que estará marcado principalmente por dos asuntos: el Balance Mundial -iniciativa que busca evaluar, por primera vez, el avance de cada país en el cumplimiento de sus compromisos climáticos (adquiridos en el marco del Acuerdo de París)- y los compromisos relativos a la descarbonización de las economías del mundo y el abandono de los combustibles fósiles.

Demás está decir que este año hemos sido testigos de eventos meteorológicos devastadores, los que sabemos son sólo el comienzo del camino que recorrerán la humanidad y todas las especies, de no revertirse la senda de calentamiento global.

El pasado mes se superó por primera vez el umbral de 2°C por encima de los niveles preindustriales: el 17 de noviembre la temperatura media global del planeta marcó 2,07°C por sobre el promedio preindustrial, mientras que el 18 de noviembre se mantuvo esta tendencia, cuando se registró una temperatura de 2,06°C por encima del promedio. Si bien son datos puntuales, no podemos permitir que se transformen en la nueva normalidad.

Por decenios la comunidad científica y diversas organizaciones de la sociedad civil hemos alertado sobre la gravedad de superar los 1,5ºC y las profundas consecuencias que traerá consigo la posibilidad de sobrepasar ese límite, y hoy nos encontramos en una situación donde es urgente (más que nunca) tomar las decisiones correctas que nos permitan proyectar nuestra vida en la Tierra.

En ese sentido, la eliminación progresiva de los combustibles fósiles resulta absolutamente necesaria y es la base de una verdadera acción climática que haga frente a la crisis sin precedentes que estamos viviendo. Este tipo de combustibles son los principales emisores de dióxido de carbono a la atmósfera y responsables del calentamiento del planeta provocando fenómenos como olas de calor, sequías extensas, derretimiento de glaciares y reservas de agua, acidificación de los océanos, eventos meteorológicos extremos y aumento de incendios forestales que ponen en riesgo a toda la biodiversidad, entre otros.

En Chile algo se ha avanzado en la materia: el país aumentó su ambición en su Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) y fue el primer país latinoamericano en presentar su Estrategia Climática de Largo Plazo. En estas iniciativas, si bien hay un esfuerzo por disminuir la emisiones, continuamos sin estar alineados con la meta de los 1.5° C. Más grave aún, el plan de descarbonización planteado, condena a las personas que hoy habitan zonas de sacrificio a seguir viviendo hasta 2040 en medio de la contaminación, donde, por ejemplo, escuelas se cierran a las niñas y niños para permitir que sigan abiertas las industrias que llevan años intoxicando a las personas. Esperar 27 años más en estas condiciones parece un lujo que no nos podemos permitir.

Más allá de los impactos locales que tienen las emisiones industriales, somos uno de los países más afectados por el cambio climático, por lo cual los avances en adaptación son fundamentales para fomentar la creación de mayor resiliencia ante los impactos que ya estamos viviendo.

Para ello, resulta fundamental la protección de los ecosistemas que nos ayudan precisamente a combatir los impactos de la crisis climática y no exponerlos a más amenazas. Y en esto, nuestra estrategia climática se queda muy corta, proponiendo un plan de gestión de cuencas recién a 2030, en un contexto de grave crisis hídrica y en el que Chile se encuentra dentro de los 20 países con mayor estrés hídrico del mundo, de acuerdo al World Resources Institute (WRI). Además, no se propone una hoja de ruta clara para la protección de glaciares, bosques nativos y humedales que garantice su resguardo y función como reguladores climáticos.

Es evidente que todavía queda muchísimo por hacer y, en el año donde hacemos un balance de la implementación del Acuerdo de París, Chile debe aumentar su ambición climática en todos los frentes.

Nos encontramos en un momento de nuestra historia donde, por primera vez, tenemos alternativas innovadoras, de calidad y, además, asequibles para la comunidad para poder reemplazar a los combustibles fósiles, propiciar soluciones basadas en la naturaleza y avanzar hacia una transición justa. Pero, para que ello ocurra, debe existir un compromiso desde toda la sociedad y un sentido de urgencia desde la clase política.

Estamos a tiempo de establecer medidas globales que apunten a sacar los combustibles fósiles de los procesos productivos y avanzar hacia una transición energética justa y urgente. Esta cumbre debe avanzar hacia un acuerdo que lo diga textualmente y en eso Chile tiene un rol importante, como un Estado que ha liderado la conversación por mayor sostenibilidad en la región.

Es momento para que los líderes mundiales se pongan de acuerdo y, con ciencia sobre la mesa, tomen las decisiones que el mundo desesperadamente necesita.

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