Entre “Hay que…” y “Vamos a…”
No se puede tolerar más que nuestro principal temor sea el narco y el crimen organizado, el secuestro, las balaceras en las calles a pleno día, decenas de menores asesinados sin saber quiénes lo hicieron.
Las frases que empiezan con las palabras que titulan el presente artículo son las dos más usadas por nuestro Presidente y sus Ministros. Las de “HAY QUE…” definen decididamente todo lo que se debería hacer, la respuesta a lo que la gente pide, las soluciones para miles de problemas que nos abruman. Las de “VAMOS A…” contienen las vanas promesas para enmendar todo el contenido – los inconvenientes, las preocupaciones – de la frase número uno.
No llevo – nadie puede llevar – una estadística de cuantas promesas del “VAMOS A…” se cumplieron o están en cumplimiento o siguiera están programadas. Tampoco puedo arriesgarme a aventurar porcentajes, pues no quiero pecar de patán. La cuestión está en que si se está en lo cierto, si se sabe – y se publica – qué se debe hacer, entonces basta mirar el estado de las cosas de las que hablamos y simplemente ver si mejoraron, se estancaron o empeoraron. Pues da lo mismo lo prometido en “VAMOS A…” (la frase casi nunca sigue con una descripción o propuesta: CÓMO…) si al cabo de un tiempo no pasa nada; peor aún si la situación se agrava. Además hay tantas promesas que ya nadie siquiera se acuerda de ellas, menos aún su cumplimiento.
No sé si alguien puede reprocharme que sigo machacando con lo de la seguridad pero, además de ser la inquietud máxima de la mayoría de chilenas/os, es uno de los temas en que el presente Gobierno puede – y debe – hacer bastante sin traicionar sus proyectos ideológicos. Pues la seguridad es la cuestión más fundamental en cualquiera de las regímenes, no importa su color, sean democráticas o no. Sin seguridad no hay progreso, ni creatividad (llamémosla innovación), buena educación y ni siquiera salud. Evidentemente, tampoco atractivo para inversores. Pensémoslo tan solo: cómo vivir “normalmente” si uno no sabe si volverá a casa sano y salvo, o peor: cuando vuelve a casa si encuentra a ésta sana y salva.
Las políticas de los últimos gobiernos y no cambiadas por el actual nos llenaron de delincuentes y bandas de ellos, venidos de todo el Continente y multiplicaron ene veces el ya existente narco y crimen organizado. No es exagerado decir que les faltan solo minutos para apoderarse del país. Y, aparentemente, están lográndolo no solo por la inoperancia de diversas autoridades, sino por la indiferencia si no la cooperación de muchas de ellas. De otra forma no se explica ese “Blitzkrieg” como llamaban a la guerra-relámpago los nazis, con que en un par de años avanzó el delito y deterioró la seguridad ciudadana, hoy muy vulnerada.
¿Qué se puede hacer a estas alturas? ¿Cómo enfrentar, reducir drásticamente y tener después bajo cierto control la expansión de todo este infierno? ¿Cómo traducir el VAMOS A en realidad? Solo aplicando la tolerancia cero, el involucramiento de las Fuerzas Armadas en apoyo a las de orden, ya que estas últimas están totalmente desbordadas en la lucha a tal punto que ya ni tienen fuerza para las viejas tareas habituales: el mantenimiento del orden.
La mayoría de los centros operacionales, los barrios ocupados, las localidades dominadas por la droga y otras bandas son conocidos por Carabineros y la PDI. Saben dónde están, pero no hay ni suficiente poder para actuar, para invadir, para luchar y erradicar. Más que necesario, es absolutamente inevitable tomar decisiones conjuntas entre el Ejecutivo y Legislativo para definir un plan de suma urgencia, una estrategia como en una guerra para derrotar a los que los ciudadanos consideramos el enemigo número uno. Acá no se trata de política o de ideología; hablamos de nuestras vidas cotidianas, nuestros hijos, hogares, bienes; de nuestra existencia.
No se puede tolerar más que nuestro principal temor sea el narco y el crimen organizado, el secuestro, las balaceras en las calles a pleno día, decenas de menores asesinados sin saber quiénes lo hicieron.
Esa estrategia debe consistir, a mi parecer, de cinco puntos principales:
UNO: reforzar a Carabineros y la PDI con importantes unidades de ejército para que sean éstas que tomen la primera línea de la lucha, eso sí: coordinando y bajo el mando conjunto con las policías que ya tienen experiencia táctica; los delincuentes le tienen más respecto a los militares y éstos, menos miedo a ellos; las policías ya están cansados y frustrados.
DOS: empoderar por ley al personal de tareas para el uso necesario de fuerza, con reglas claras pero sin miedo a represalias, excepto en casos justificados. A la vez, aumentar los salarios y dotar con seguros a los que arriesgan su integridad o vida luchando contra el crimen.
TRES: trazar un plan de separación de territorios de lucha para impedir que distintas organizaciones delictuales se asocien en la resistencia, que la formación de carteles se realice y esto llevarlo a cabo con toda la potencia y urgencia. Simultáneamente, perfeccionar la inteligencia hoy insuficiente.
CUATRO: entrar de inmediato al grupo de los cuatro países latinoamericanos que decidieron unirse en la lucha ya que es evidente que el crimen “importado” precisamente de esas procedencias – además de la venezolana – domina el espectro local; coordinar una acción continental. En este punto debo hacer un alto. ¿Boric y Van Klaveren no estaban al tanto de este pacto, que podría ser el más importante de los últimos años? ¿O no hemos sido invitados? Porque si no sabíamos, tenemos una inteligencia digna de un kindergarten. Y si no fuimos invitados, tendríamos que haber insistido, exigido la participación. Pues la migración es de norte al sur y nosotros somos el saco de la basura. Y si cuatro países llegaron a un tratado sin Chile, desviarán hacia acá los indeseados. Algo huele muy, muy mal en este asunto que se debe aclarar y enmendar de inmediato. Un pacto anti-narco sur-pacífico sin Chile es un pacto anti-Chile.
CINCO: habilitar espacios de detención provisorios (pero seguros) mientras se le da máxima urgencia a la construcción de nuevas cárceles y se contrata y entrena nuevo personal. Es importante aumentar las remuneraciones de Gendarmería – en vez de otros empleados públicos – por razones obvias.
Todos los gobiernos de izquierda le tienen terror ancestral a sacar a la calle al ejército hasta el punto de sospecha que no piensan seriamente eliminar el crimen organizado. Ese miedo o se basa en la supuesta y previsible violación de los DD.HH., o el temor de una sonada o golpe militar que en el Chile de hoy no es posible, o en – Dios no quiera – mi suposición anterior… Y en cuanto a los DD.HH.: los nuestros, las de toda la población deben anteponerse a los de los delincuentes pues éstos están realmente quitándonos nuestras vidas y existencia pacífica. Cualquier violación de parte de algún miembro del orden puede ser controlada y castigada; pero si ellas/os no están empoderados del usar la adecuada y suficiente fuerza, solo se repetirá la impotencia, tan limitante, que existe hoy.
No queda mucho tiempo pero sí hay aún suficientes recursos para llevar a cabo un plan rápido y contundente; nadie puede dudar en su necesidad. Y el Gobierno que lo logre tendrá el aplauso del país entero.