Visión de futuro
Como país debemos identificar las oportunidades y orientar toda decisión estratégica teniendo en mente objetivos comunes. Vale decir la visión de futuro no es cualquier visión es la de un futuro común.
Enrique Morales Mery es cientista político
Tener claridad para construir las bases comunes de un país es fundamental; lo es considerando la incertidumbre que representa todo futuro. Hay que poseer una visión para enfrentar las diversas contingencias, los contratiempos, los cambios que lo inesperado exige y a la vez proporcionar una proyección no espontánea del porvenir. Marcos de acción y adaptación son vitales para avanzar de manera concertada en un mundo que cambia cada día a mayor velocidad y que ofrece desafíos constantes. Trazar una dirección y un propósito en medio de las contingencias y las incertidumbres permite salir del fango de los desencuentros, de los desacuerdos y de las trincheras.
Como país debemos identificar las oportunidades y orientar toda decisión estratégica teniendo en mente objetivos comunes. Vale decir la visión de futuro no es cualquier visión es la de un futuro común. Al igual que toda contribución del pasado, una tradición o un legado este futuro también se transmite, también están en juego los valores de todos nosotros. Es importante para todas las generaciones desarrollar acciones conjuntas conscientes de la necesidad de adaptación, innovación y cambio. Para esto no podemos depender de la profundización de las divisiones, de las improvisaciones, de las ideologías de turno y de una visión de la política anclada en los antagonismos.
El futuro común es dinámico, requiere de todos y cada uno de nosotros, nos exige por tanto participación y compromiso, reconocimiento de la existencia de vinculaciones, entornos y oportunidades que nos conectan. Ese futuro está por venir siempre y no podemos seguir enfrentándolo con una desventaja permanente, con desconocimiento y sin las sinergias necesarias. Las visiones destructivas del futuro, las concepciones fantasiosas, la insistencia en no apelar a universales deben ser reemplazadas para poder unirnos de cara a compromisos mayores. Nuestro país no puede seguir atascado en lo improductivo, en la falta de creatividad, en la cero disposición a los consensos.
Los logros comunes, los valores comunes, los bienes comunes no emergen de la nada. Se conciben, se articulan y de ahí se generan nuevas realidades. Requieren cooperación, empatía, solidaridad, alteridad continua. Lo anómico, la violencia, la retórica del odio, las oposiciones que obstruyen son predecibles y siempre conducen a la circularidad de los problemas. Salir de la caja, cambiar de posición para una nueva perspectiva, sobrepasar la frontera de posibilidades, abocarnos en definitiva a forjar acciones y adaptaciones es primordial. El cortoplacismo, la corrupción, la apatía ciudadana y el irrespeto al Estado de Derecho son enemigos de un futuro común; en nosotros está el trocar nuestro destino y ponernos a tono con un mundo interconectado, en constante interdependencia, un mundo que lucha contra el cambio climático, que coloca en el centro el bienestar humano. Ese lugar es hoy y los desafíos tecnológicos, medioambientales y de convivencia en la diversidad son hoy.
No es tiempo para el individualismo, las fragmentaciones, los ideologismos y la inacción, las oportunidades y los desafíos están en nuestras vidas y reconocer que todo esto conlleva acciones colectivas permite adaptarnos con sentido, cooperar socialmente y en definitiva asegurar las mejores barandas para transitar hacia lo incierto. Lo que nos proyecta también nos une y serán las nuevas generaciones el testimonio de aquello.