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5 de Febrero de 2024

El transporte público de regiones

No hay que ser un genio de la sociología para sospechar que estas condiciones alejan aun más a la ciudadanía de sus representantes, cuyas comodidades atentan en contra del sentido común a la hora de priorizar los problemas a solucionar.

El problema de esto es que no es un problema aislado de una región particular. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Gonzalo García Cañete

Gonzalo García Cañete es investigador de Fundación P!ensa

Durante muchos años hemos visto, -después del fracaso en que resultó la implementación del Transantiago- como la columna vertebral del transporte público de la región metropolitana ha cambiado del transporte de superficie al trasporte subterráneo. Implementaciones de decenas de kilómetros de líneas férreas que atraviesan comunas y se entrelazan y traslapan entre ellas. Proyectos que han llevado al tren a sectores insospechados hace 20 años atrás.

Es que las nuevas líneas 3 y 6, además de las no tan nuevas extensiones de líneas 4 y 5, la línea 7 en construcción y la proyectada línea 9, nos muestran cómo ha variado esta estructura y son una viva muestra de este radical cambio por el que optaron las autoridades nacionales para beneficiar a las personas de esa región. Un desafío de la ingeniería que no vemos pero cuyos frutos son tangibles.

La estación Puente Cal y Canto será el hito en donde confluirán cuatro líneas de metro y será una estación en que se podrá ir, literalmente, hacia cualquier parte de la Región Metropolitana. Maravilloso.
Al lado tenemos la región de Valparaíso. Una que en algún momento de la historia fue pionera en materia de transporte público con la coexistencia de distintos medios de transportes de electromovilidad (tren, trole, tranvía y ascensores), hoy está sumida en una crisis estructural que la ciudadanía percibe de forma brutal. Así lo muestran los datos de la Encuesta de Calidad de Vida elaborada por Fundación P!ensa.

Revisando la serie 2023 de dicho instrumento nos encontramos con un escenario complejo. Por ejemplo, la evaluación del transporte publico para la región es la más baja de la que se tenga registro con 194 puntos de 1.000 posibles, 24 puntos menos que el año anterior.

En otro indicador clave, solo un 25% de los encuestados evalúan bien la calidad del transporte público, la presencia de paraderos por un 20% y la frecuencia del transporte público diurno con un 23%. En donde la evaluación si bien es igual a la del año anterior, pero en extremo critica -y muestra que nada ha cambiado-, es en la frecuencia nocturna del transporte público urbano con solo un 5% de buena evaluación.

El contraste con la región Metropolitana es evidente. Mientras una región se está articulando completamente en función de un transporte público moderno, integrado y seguro, la región de Valparaíso pasa sin pena ni gloria por uno de los momentos más duros en esta materia, con muy pocas innovaciones y con un Estado prácticamente ausente que de vez en cuando lanza un anuncio de bus eléctrico como marcha blanca, pero después no pasa nada o pasa muy poco.

El problema de esto es que no es un problema aislado de una región particular. Muy por el contrario, el escenario de la región de Antofagasta es muy similar al de Valparaíso. Y qué decir de otra región emblemática como Bio-Bio, que cada cierto tiempo tiene graves accidentes ferroviarios que involucran al transporte público por no tener soterramiento alguno, al igual que las ciudades de Concepción, Coronel y San Pedro (por nombrar a algunas) que conviven con los camiones que entran y salen de los puertos.

La situación del transporte público es tan grave para las regiones que, prácticamente, es tema recurrente al hablar con compañeros de trabajo o amigos que viven en estas zonas. En las noches, por ejemplo, todas las personas saben que movilizarse en transporte público es un milagro por dos cosas: 1) por la larga espera de la micro que no sabemos si pasará y 2) porque estar en un paradero esperando lo anterior es un riesgo de asalto inminente.

No hay que ser un genio de la sociología para sospechar que estas condiciones alejan aun más a la ciudadanía de sus representantes, cuyas comodidades atentan en contra del sentido común a la hora de priorizar los problemas a solucionar. Pues todo esto pasa mientras las principales autoridades del país inauguran caletas de pescadores con perspectiva de género.

Quizás, si los tomadores de decisión experimentaran el día a día del transporte público en otras regiones, tomarían nota de la urgencia de encontrar una solución más rápida.

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