Las verdaderas prioridades para este 2024
Un reciente estudio publicado por la World Weather Attribution (WWA), organismo de colaboración científica con base en Londres, concluyó que ni el cambio climático, ni el fenómeno de El Niño fueron determinantes ni causas directas en los recientes incendios de la Región de Valparaíso.
Matías Asun es director Greenpeace Chile
Hemos visto como, reiteradamente, políticos y empresarios se refieren a las cada vez más frecuentes catástrofes meteorológicas culpando de éstas al “cambio climático”. ¿Inundaciones? ¿incendios? ¿mega sequías? El responsable, invariablemente, es uno: el cambio climático.
La industria encontró la forma de lavarse las manos, achacando todos los problemas a la “crisis climática”, diciendo entre líneas, que es poco lo que frente a eso podemos hacer como sociedad, desligándose flagrantemente de sus responsabilidades en estos fenómenos.
En esta línea, un reciente estudio publicado por la World Weather Attribution (WWA), organismo de colaboración científica con base en Londres, concluyó que ni el cambio climático, ni el fenómeno de El Niño fueron determinantes ni causas directas en los recientes incendios de la Región de Valparaíso, una de las mayores tragedias que ha enfrentado el país en los últimos años.
Los investigadores (de Chile, Alemania, Brasil, Colombia, Países Bajos, Suecia y Reino Unido) convocados a este estudio revelaron que los responsables de este incendio fueron tres: un mal manejo de los suelos debido a los monocultivos forestales; las tomas en sectores donde predominan bosques, y la falta de planes de manejo y prevención por parte de las autoridades. Esto en ningún caso supone desestimar el rol que juega la crisis climática y ecológica, pero implica sopesarla en su justa medida, exactamente por las conclusiones que se derivan de un estilo atribucional en donde es el trauko del medio ambiente, el culpable de todos y absolutamente todos los males que no queremos ver.
En otras palabras, esta catástrofe y sus consecuencias fueron resultado de la negligencia humana. Sin duda es un hallazgo que enfurece pero, a la vez, da esperanza: con voluntad desde la política, podemos cambiar el curso de estas tragedias; es posible gestionar y mitigar el riesgo.
Sabemos que producto de las crisis climática, de contaminación y de biodiversidad son muchos los escenarios de riesgo que enfrentan las comunidades y la vida silvestre, y que su solución debe abordarse con una mirada holística y los pies en cada territorio, en unión entre las comunidades y las autoridades locales y centrales. Pero también es cierto que, muchas veces, el lobby y las presiones de grupos económicos pueden desviar la atención de lo verdaderamente importante.
Este lunes 4 de marzo el Congreso da inicio a su año legislativo 2024-2025 y me parece que es oportuno hacer un llamado a que los parlamentarios prioricen la discusión de lo verdaderamente urgente: las vidas humanas. Sabemos que son muchos los temas relevantes a los que se les debe dar solución de manera oportuna pero no podemos olvidar lo importante que es legislar para evitar que nuevas catástrofes cobren más vidas en los meses y años por venir. Si la equidad es prioridad, esto es equidad; si la seguridad pública es prioridad, esto es seguridad pública.
Es hora de avanzar en legislaciones que se hagan cargo de los problemas de hoy en los territorios: los monocultivos, la explotación industrial, las zonas de sacrificio, el estrés hídrico por sobre otorgamiento de derechos de agua (con agua que ya no fluye), el cuidado de la naturaleza y la falta de planificación urbana en muchas localidades, entre tantos otros.
No podemos seguir esperando acuerdos (que parecen nunca llegar) en la política para avanzar en la protección de la vida de las personas.