Contra la apendicitis política
Frente a una elección municipal, de cara a los territorios, el pacto electoral presenta partidos nacientes, partidos que no pueden surgir desde una condición apéndice. Si así fuera, la apendicitis política los tornaría sin propósito, sin futuro.
Enrique Morales es Cientista Político
El surgimiento del pacto Centro Democrático marca un interesante comienzo que instala una identidad electoral desde bordes realistas y prudentes. Asume el vacío que ha dejado la Democracia Cristiana, vacío agravado tras el giro “progresista” de un partido que antaño era consciente de su rol equilibrador y conciliador en favor de la gobernabilidad democrática. Ese giro ha implicado dar señales imprecisas e irrelevantes a un electorado acostumbrado a la moderación y el gradualismo sin rupturas. De hecho, la identidad histórica se ha ido diluyendo en un mar de contradicciones que han tendido a borrar incluso el legado transicional y la vocación de acuerdos que consolidó al centro político democristiano. Igualmente, este pacto toma distancia del Partido de la Gente, partido que encarna el personalismo populista; una tienda política cortoplacista que representa los objetivos de un electorado volátil que acude a las ofertas de la indisciplina política y del modelo atrápalo todo. Es importante no olvidar que el populismo termina socavando el interés último de todo pacto y fuerza centrípeta.
Desde lo anterior, se va forjando una identidad que se despliega, que no se repliega ni se entrega. Para ello hay que matar ansiedades que puedan sepultar tempranamente al centro político. Frente a una elección municipal, de cara a los territorios, el pacto electoral presenta partidos nacientes, partidos que no pueden surgir desde una condición apéndice. Si así fuera, la apendicitis política los tornaría sin propósito, sin futuro. Llenar el espacio del centro político desde el propio vacío es absolutamente inconducente; hacer camino desde agendas políticas y liderazgos ajenos representa sacrificar desde un comienzo lo que se es y todas las proyecciones que ello implica.
Esto no es menor si asumimos que la derecha chilena tiene camino adelantado. Ha tendido a crear un discurso de “unidad” para consolidar un clima político anti-gobierno. Al hacerlo, ha buscado congregar alrededor de un enemigo común a las fuerzas de centroizquierda y centro que se encuentran descontentas con el estado actual de cosas. Haber entrado en alianza con Chile Vamos hubiese generado una asimetría tal, un debilitamiento que solo habría conllevado fortalecer la ruta trazada por la derecha. Este sector, entendido más allá de sus fronteras de pacto, vive problemas que no le pertenecen al centro político; debe lidiar con un extremo, mal llamado republicano, que invita constantemente a retroceder.
Frente a definiciones importantes el sector evidencia sus divisiones y su frágil unidad; no es algo que un naciente centro político deba cargar. De hecho, Evópoli es un ejemplo claro de un partido que se debilita a costa de una unidad malentendida; siempre termina postergando la agenda liberal y replegándose en favor de dominancias fácticas y conservadoras. Además, la derecha chilena ha mostrado un exceso de pragmatismo frente a la corrupción que simplemente grafica una serie de elementos que, escondiéndose bajo la alfombra, no resuelven nada.
Desde España el ejemplo de Ciudadanos resuena fuerte. El centro político tenía ante sí la posibilidad de contener a los extremos, de dar gobernabilidad y, por ende, de anticipar los problemas que hoy se presentan ante una ciudadanía huérfana de una opción centrista. La lectura errada, dada por la consabida ansiedad, fue disputar el espacio político a Vox. En época de efervescencia, de discursos altisonantes, Ciudadanos perdió el rumbo y volvió literalmente trasquilado, sin base de apoyo, sin credibilidad y sin poder sobrevivir a los embates que provoca el buscar los votos desde el lugar y discurso equivocados.
La identidad política, en etapas formativas, requiere por un lado de una claridad consciente que no rifa su posición y su alcance. Por otra parte, el intento de repoblar el centro político no es algo meramente agregativo o declarativo, no es un antojo o capricho circunstancial. La historia nos enseña, que el rol moderador y equilibrador de partidos y pactos de centro, son un aporte para avanzar en acuerdos y mitigar radicalizaciones. Ser apéndices para derrotar al gobierno de turno solo contribuye a vaciar al centro político y no entender la necesidad de construir acuerdos episódicos.
Fortalecer al centro político es un primer paso, luego vendrán otros pasos necesarios acordes al peso político específico del sector y a las oportunidades que el proceso político permita. Sumarse a un liderazgo presidencial anticipado, a un pacto electoral ya asentado y ajeno y de paso desdeñar la propia agenda de contenido y acción, invita a repetir los errores que han conducido a la muerte gradual de la Democracia Cristiana. La irrelevancia de Ciudadanos en España también es una alarma respecto a cómo se inflaman y desperdician las oportunidades políticas; vestirse con ropas ajenas conlleva un costo visible que jamás se repara y peor aún esa tendencia apéndice refleja una declaración constante de debilidad, vacío y cero proactividades.
El pacto Centro Democrático, desde mi punto de vista, se presenta desde una identidad convergente y a la vez consecuente, con bordes claros y alcances precisos. Otras apuestas, ampliaciones o futuros posibles requieren testearse en la realidad y de cara a un electorado que no busca ni necesita una oposición recalcitrante o funcional a los extremos.