Eliminación del Simce de lectura y crisis educativa
Volver a medir tempranamente la lectura debería ser una prioridad de la política pública educacional, especialmente en el contexto de la reactivación educativa: la recuperación de aprendizajes y la mejora continua de la calidad del sistema educacional dependen de la disponibilidad de información masiva, precisa y masiva.
Manuel Villaseca es director de Estudios de Acción Educar
Recientemente, el Ministerio de Educación (Mineduc) anunció cambios al Plan de Evaluaciones Nacionales e Internacionales de la educación escolar para el período 2024-2026. Éstos, entre otros, incluyeron la eliminación del SIMCE de Lectura en 2° Básico, cuya aplicación se presupuestaba de manera anual y censal, en cada uno de los tres años del período. La prueba censal había sido aplicada, anteriormente, entre 2012 y 2015, mostrando un estancamiento de los puntajes a través del tiempo. El último estudio muestral, realizado en 2017, no mostró cambios significativos en este respecto.
En 2015, los establecimientos que rindieron el SIMCE de Lectura en el segundo nivel de la enseñanza básica promediaron 247 puntos . Los establecimientos particulares pagados alcanzaron un promedio de 280,3 puntos, superando por 30,4 puntos a los subvencionados y por 39,8 a los municipales. Al mismo tiempo, los colegios de grupo socioeconómico Alto (285,8) superaban, en promedio, por 53,4 puntos a los de grupo socioeconómico Bajo (232,4). Lamentablemente, las brechas mencionadas no poseen una actualización, casi 10 años después. Esto resulta contraproducente para el objetivo del sistema de medición: mejorar la calidad de la educación escolar, en todos sus niveles y modalidades.
La medición censal y a nivel de estudiante de la comprensión lectora, en niveles tempranos, ayuda a tener una imagen más clara de las trayectorias educativas en educación básica. Puede permitir detectar tempranamente situaciones de discapacidad o de dificultad relacionadas a la lectura (Fuchs y otros, 2012; Catts y otros, 2016).
La existencia de una prueba censal de lectura en el segundo nivel de básica puede ayudar a focalizar las ayudas extraordinarias que dispongan los planes de lectura locales, facilitar el paso a evaluaciones diagnósticas que permitan recibir subvenciones diferenciadas, poseer información precisa previa a la evaluación censal de 4° básico y utilizarla como instrumento de política pública y orientación pedagógica. En suma, mientras antes y más frecuentemente se posea la información, mejor para los estudiantes.
Resulta útil estudiar el contexto nacional en el que se toma la medida de retroceder en evaluaciones para los primeros años de la enseñanza básica. Los puntajes de Comprensión Lectora en el SIMCE de 4° básico no han variado en forma significativa desde hace una década, pandemia mediante (Agencia de Calidad, 2024). El estancamiento de dicha cifra preocupa e invita a tener información de los niveles anteriores para una mejor toma de decisiones.
En conclusión, la eliminación del SIMCE de Lectura en 2° básico es una mala noticia y se debería considerar la reversión, al menos parcial, de la medida. Volver a medir tempranamente la lectura debería ser una prioridad de la política pública educacional, especialmente en el contexto de la reactivación educativa: la recuperación de aprendizajes y la mejora continua de la calidad del sistema educacional dependen de la disponibilidad de información masiva, precisa y masiva.