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14 de Mayo de 2024

Mujeres, maternidad y cuidados: ¿y si miramos los cambios apostando por una corresponsabilidad social?

Es evidente que –a la par de la modernización de patrones culturales- la sociedad chilena reproduce una matriz tradicional en la concepción de los cuidados y que los avances en la condición de las mujeres, no están respaldadas por trasformaciones que promuevan la corresponsabilidad social de dichas tareas.

Las mujeres están mal pagadas, castigadas por su maternidad, cansadas, y exhaustas con jornadas de 12 horas diarias de trabajo y cuidados. AGENCIA UNO
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Débora Jana Aguirre

Débora Jana Aguirre es Coordinadora Observatorio Género y Diversidad. Dirección de Género, Diversidad y Equidad USACh

Avanza el mes mayo instalando los derechos de las mujeres en la palestra. La conmemoración internacional del día de los y las trabajadoras, la celebración del día de las madres y la publicación de datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) sobre el descenso de la natalidad en Chile son hechos que se toman parte de la agenda. La iglesia, fundaciones y la academia han abordado estos temas poniendo a las mujeres nuevamente en el centro de la reflexión.

No obstante, las mujeres y sus decisiones han sido desvinculadas del entramado social que soportan las biografías y sobre el que se anclan los conceptos de trabajo-maternidad-cuidados. La invitación es a mirar los cambios con detenimiento para ir desentrañando un sistema que no ve las responsabilidades colectivas, sociales, políticas y estatales respecto de las transiciones demográficas y las decisiones en torno maternidad.

Es indudable que los cambios en la matriz socioproductiva y los procesos de modernización cultural abren canales inéditos para que las chilenas se sitúen en esferas impensadas hasta hace medio siglo. En educación superior, por ejemplo, la matrícula total de mujeres pasa del 39% al 46% en una década y la participación laboral de 33%, en 1990, a valores que rondan el 50% en los últimos años.

Las estadísticas de natalidad son igualmente concluyentes. Si en los años 60 las mujeres tenían 5.4 hijos e hijas, en los 80 se tenían 2.59. A partir de allí hay una reducción sistemática: 2.39 en 1992; 2.26 en 2002; 2.00 en 2017. El INE nos entrega nueva información para el 2024: las mujeres tienen 1.3 hijos e hijas, que representa el valor más bajo de la historia del país y de buena parte de los países latinoamericanos. A nivel de expectativas, la maternidad ha dejado de ser el proyecto biográfico más importante: el porcentaje de mujeres jóvenes que no tienen hijos, pero que les gustaría ser madres se reduce 15 puntos porcentuales respecto a mediciones anteriores.

Entonces, ¿por qué las mujeres deciden no tener hijos y cuando los tienen, son pocos? Se ha demostrado que, a pesar de estar educadas y formadas, ser madres implica un retraso en la efectiva inserción en el mercado laboral; y que las mujeres que tienen hijas e hijos reciben ingresos menores que aquellas que no los tienen. Es decir, la maternidad penaliza los sueldos, a cambio de flexibilidad y compatibilizar ambas dimensiones de la vida.

Aún cuando las mujeres creen que los cuidados y la crianza no son de su exclusiva responsabilidad, sólo el 0.23 % de los hombres chilenos ha usado el permiso de postnatal luego de una década de implementada la Ley de Postnatal Parental. Asimismo, en parejas heterosexuales las mujeres utilizan 6.6 horas en realizar las tareas domésticas y de cuidados (media jornada extra), mientras los hombres usan 3.2 diarias. Recordemos que hace algunos años se evidenció que casi el 40% de los hombres destinaba cero horas a la realización de tareas domésticas (los “hombre cero”), y que un 71% dedicó cero horas a apoyar las tareas escolares.

Es evidente que –a la par de la modernización de patrones culturales- la sociedad chilena reproduce una matriz tradicional en la concepción de los cuidados y que los avances en la condición de las mujeres, no están respaldadas por trasformaciones que promuevan la corresponsabilidad social de dichas tareas.

Las bajas en la natalidad no ocurren solo porque las mujeres estudian y trabajan más que décadas pasadas, sino porque la matriz socioproductiva no integra el sentido colectivo del cuidar. A ello se suma la aún desconexión de las políticas públicas de conciliación –que apuntan a una responsabilidad amplia para hombres y mujeres- con las prácticas, creencias y expectativas de la ciudadanía. Esta aún ve en las mujeres las responsabilidad exclusiva de los cuidados y la sobrecarga doméstica como un sacrificio inherente a la maternidad y al ser mujer. Recordemos que hace una década, el 53% de las personas chilenas encuestadas pensaba que familia e hijos se descuidan si la mujer trabaja. Hoy ese valor bajó a 49%.

Las mujeres están mal pagadas, castigadas por su maternidad, cansadas, y exhaustas con jornadas de 12 horas diarias de trabajo y cuidados. En este escenario, donde el modelo social de cuidados perpetúa la desigualdad de poder entre hombres y mujeres, y donde la maternidad impacta en el efectivo ejercicio de su autonomía, las bajas sistemáticas en la tasa de natalidad parecen razonables, en el sentido moderno del término y ancladas en un entramado social que no promueve el trabajo-maternidad-cuidados como una responsabilidad social y colectiva, que requiere ser garantizada por el Estado.

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