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Actualizado el 26 de Mayo de 2024

China y Estados Unidos: otro capítulo en la guerra comercial

Estados Unidos está empeñado en recuperar su liderazgo industrial, particularmente en materia tecnológica. Esto que comenzó con Trump, ha sido profundizado por Biden y ya se puede afirmar que es transversal entre republicanos y demócratas.

En cuanto a la electromovilidad, Estados Unidos quiere proteger a su industria automotriz ante el impresionante desarrollo chino en la materia. AGENCIA UNO/ARCHIVO.
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Juan Pablo Glasinovic Vernon

Juan Pablo Glasinovic Vernon es abogado

Como sabemos, la era del libre comercio global o su pretensión ya pasó. La Organización Mundial de Comercio es crecientemente irrelevante, en buena medida porque se le ha cercenado en la práctica su capacidad de resolver disputas y forzar su cumplimiento, y en ello paradojalmente Estados Unidos ha tenido una responsabilidad principal. Quien fuera el arquitecto del sistema multilateral de comercio, es ahora parte del equipo de su demolición.

La razón detrás de esto responde a un cambio de paradigma y fundamentalmente tiene que ver con la prioridad actual: seguridad. Si antes lo que importaba era abaratar costos para beneficiar a los consumidores pensando en un mercado global, ahora lo relevante es propender a la autosuficiencia estratégica. Es decir, no quedar a la merced de los envíos del resto del mundo o al menos disminuir esa dependencia, asegurando una capacidad productiva de cierto nivel.

El nuevo paradigma requiere por supuesto de cierto nivel de proteccionismo e intervención estatal, la que se manifiesta en medidas arancelarias y pararancelarias, en subsidios, en el control de ciertas exportaciones y en el filtro de la inversión extranjera.

Esto choca generalmente con la lógica de los mejores precios y genera alzas que en definitiva perjudican a los consumidores o al menos en una primera etapa (dependiendo del tamaño del mercado y del nivel de competencia). Pero como dije, es una nueva lógica que se está imponiendo y que procura coexistir con las tradicionales leyes de la oferta y de la demanda.

En la práctica estamos asistiendo a una reindustrialización de países que habían mutado de condición, privilegiando una economía de servicios. Estados Unidos es un claro ejemplo de aquello.

Como este es un proceso en evolución hay países que todavía tienen sus economías abiertas coexistiendo con otros que avanzan hacia un proteccionismo, al menos selectivo. Por supuesto esto produce tensiones que se irán incrementando, porque se está dejando de jugar con las mismas reglas para todos y hay desigualdad en la competencia. Las exportaciones de un país que por ventajas comparativas eran más baratas que la producción local de otro, de repente quedan fuera del mercado o pierden competitividad por la intervención estatal del país receptor.

Eso, junto con perjuicios económicos, incentiva las represalias económicas y la adopción de un sistema similar, acelerando la instalación de una nueva arquitectura comercial internacional.

Uno de los países que más tiene que perder en esta transformación es China. Dicho país fundó su desarrollo en una masiva industrialización y logró convertirse en la principal fábrica para todo el mundo en una impresionante cantidad de productos. Si bien parte de lo que deje de exportar podría ser absorbido por el mercado doméstico, eso solo será una fracción. Su economía está por tanto fundada en las exportaciones y le es crítico mantener y diversificar el acceso para las mismas.

Por el momento el muro de contención para el proteccionismo es la formación de bloques amparados por acuerdos comerciales. Por eso los países que descansaban en las reglas multilaterales, deberán empezar a firmar tratados para blindarse de mercados menos abiertos.

Como decía, Estados Unidos está empeñado en recuperar su liderazgo industrial, particularmente en materia tecnológica. Esto que comenzó con Trump, ha sido profundizado por Biden y ya se puede afirmar que es transversal entre republicanos y demócratas.

Para avanzar en esa dirección, el gobierno estadounidense está recurriendo a masivos subsidios con el alza selectiva de los aranceles. Mientras los primeros permiten desarrollar o fortalecer su capacidad industrial en los sectores estratégicos, los segundos hacen rentable su producción.

Entre los sectores estratégicos están por ejemplo los semiconductores, así como todo lo que se refiere a la electromovilidad y las energías renovables no convencionales. Respecto de los semiconductores, en función del subsidio a la inversión, se están construyendo 2 grandes fábricas de la empresa taiwanesa líder en este campo TSMC, que se suman a una preexistente.

En cuanto a la electromovilidad, Estados Unidos quiere proteger a su industria automotriz ante el impresionante desarrollo chino en la materia.

Por eso el 14 de mayo pasado, el gobierno de Biden anunció una batería de alzas arancelarias respecto de China, alegando que eran necesarias para su recuperación industrial, en su momento afectada por prácticas desleales de los chinos (en la visión norteamericana).

Las alzas, conforme a lo señalado, buscan apuntalar los sectores estratégicos que Estados Unidos quiere fortalecer. Así, el arancel para el acero y aluminio pasa del rango de 0-7,5% a 25%. Estados Unidos apunta a convertirse en el líder de la producción limpia en estos metales, con el apoyo de USD6 billones en los últimos años para proyectos en esta área.

En materia de semiconductores, el arancel subirá de 25% al 50% a partir del 2025 y en este rubro el estado norteamericano ha destinado USD53 billones para producirlos.
Respecto de los vehículos eléctricos, el arancel sube del 25% al 100%. En cuanto a las baterías de litio y sus componentes, se incrementa del 7,5% al 25%.

Los paneles solares pasan del 25% al 50%.

Finalmente, también se incrementan los aranceles para ciertos minerales críticos como el grafito y los insumos médicos.

Ante estas medidas, China anunció que “se opone a la imposición unilateral de estos aranceles que violan las disposiciones de la Organización Mundial del Comercio y que tomará las medidas que correspondan para proteger sus legítimos derechos.“ A la fecha aún no hay una retaliación, pero es solo una cosa de tiempo.

Más allá de ese nuevo capítulo en la guerra comercial bilateral y su escalada, están por verse los efectos colaterales. ¿Qué pasará con la desviación de comercio que se está produciendo? ¿Qué países se verán más afectados y cuáles más favorecidos? ¿Qué efectos tendrá en América Latina? Y respecto de la misma China, ¿podría esto producir efectos internos en un contexto de mayor fragilidad económica?

Sin duda que un bloque que está crecientemente nervioso es la Unión Europea por la asimetría que se está generando en las condiciones comerciales. Si este actor reproduce las mismas medidas respecto de China entonces la situación realmente se pondrá compleja y en ese escenario América Latina cobrará más relevancia estratégica para China y, paradójicamente, podría aumentar su influencia y predominio económico en las puertas del propio Estados Unidos.

Nuestros países deberían ver como conducirse y beneficiarse en la configuración de estos escenarios, a partir de este anuncio que, entre distintos acontecimientos internacionales parece menor, pero que está empujando transformaciones mayores.

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