Un vino, una bodega, un pueblo
La historia vitivinícola de Porrera, renace de la mano de dos amigos, ambos abstemios. El famoso cantante catalán, Luis Llach hereda las propiedades de su madre en el referido poblado, en ese entonces empobrecido y desolado producto de la plaga de filoxera que obliga a reinventar su agricultura, cambiando la mayoría de los viñedos por el cultivo de avellanos, que revitaliza la economía del pueblo.
Felipe Quiroz es sibarita, amante del vino y otros brebajes
Mucho se habla de vinos denominados “Iconos” entendiéndolo como un vino que expresa el espíritu de la bodega que lo realiza y, sobre todo, expresa la identidad misma de la tierra de la cual proviene.
Lo anterior no resulta sencillo, encontrar este tipo de vinos que puedan emocionarnos evocando un lugar, una tierra y una historia, son pocos y difíciles de descorchar. El último que ha logrado provocarme lo anterior, cumpliendo con la premisa referida, viene desde uno de los más hermosos pueblos del Priorat, llamado Porrera.
La historia vitivinícola de Porrera, renace de la mano de dos amigos, ambos abstemios. El famoso cantante catalán, Luis Llach hereda las propiedades de su madre en el referido poblado, en ese entonces empobrecido y desolado producto de la plaga de filoxera que obliga a reinventar su agricultura, cambiando la mayoría de los viñedos por el cultivo de avellanos, que revitaliza la economía del pueblo. Esto, hasta la arremetida de la llamada “avellana turca” que desde Eurasia vuelve a herir de gravedad la principal actividad económica del pueblo.
Pero la belleza y el encanto de Porrera, jamás le fueron indiferente a Luis Llach, proponiéndole a su buen amigo, Enric Costa, abogado y notario, emprender un desafió para recuperar la tradición de la viticultura en el marco de la Cooperativa del Pueblo. Así, junto a José Luis Pérez, comienzan el arduo trabajo de volver a la elaboración de vinos, en una zona siempre difícil de cultivar y cosechar en sus escarpadas pendientes, implacable sol y, muchas veces, con graves problemas de sequias.
No obstante, los amigos abstemios, fueron adquiriendo diferentes parcelas con el fin de vinificar sus propias uvas y, con ello, mejorar el precio de las mismas para toda la zona, reactivando el trabajo para los habitantes del pueblo. De esta manera nace “Celler Vall Llach” a finales de la década de los 90, comenzando un crecimiento exponencial, pero que nunca ha olvidado su primitiva finalidad respecto a la ayuda constante en la reactivación de Porrera. Por ello, se renuevan dos viejos edificios de su centro histórico para emplazar allí, las principales áreas de producción y manejo de la bodega, priorizando siempre -y hasta hoy- la contratación de locales ante cualquier nuevo puesto de trabajo disponible.
Ahora bien, el aporte social y económico no fue el único objetivo del “Celler”, pues también se pretendía una nueva forma de vinificar en la zona del Priorato, iniciando una transición de vinos con altos grados alcohólicos, golosos, maduros a una búsqueda de equilibrio entre sabores intensos y delicadeza en boca, producto de las viejas viñas de cariñenas, cuidadas y mantenidas por las mujeres del pueblo, en las épocas en que los viñedos se encontraban abandonados por otras opciones en el uso de los suelos agrícolas o por la necesidad de trabajo, de la mayoría de los hombres, en ciudades aledañas.
De esta historia de esfuerzo y compromiso, llegamos a los días actuales. Encontrando a Albert Costa, hijo de Enric, encabezando el hermoso trabajo de “Vall Llach” con una gama de deliciosos vinos, entre ellos su vino icónico, “Mas de la Rosa”, proveniente de los viñedos que datan del 1900, con pendientes desafiantes de la gravedad, el mismo sol implacable de siempre y, todo, con base en los hermosos suelos de pizarra, conocidos como “Llicorella”, obteniendo un vino 100% de Cariñena (Carinyena) de suaves extracciones, maceraciones de 3 días en frio, para luego llevar a cabo la fermentación en barricas de roble francés de 300 litros con uso de levaduras nativas, suaves remontados y bazuqueo diario. Su crianza luego es de 14 meses en foudre de roble, también francés de 1.000 litros con un tostado suave. El resultado es una hermosa e intensa complejidad aromática de gran calidad, generosa en notas de cerezas, guindas, moras, casis, vainilla y regaliz. La boca es voluptuosa, con una excelente integración de los altos niveles de acidez y alcohol, junto a sus taninos suaves y jugosos, dotando de un cuerpo exuberante a un vino lleno de sabores de fruta licorosa y especies, todo muy coherente con lo exhibido en nariz.
Con el tiempo, al igual que el Pueblo de Porrera, debería seguir evolucionando a una hermosa complejidad, en torno a la excelente estructura que ya exhibe este vino, que no de forma casual se constata como su vino más exclusivo y, en efecto, reflejando la identidad, el alma, no sólo de una Bodega o “Celler”, pues en este caso resulta fruto del compromiso, de la amistad, del trabajo y del renacer de todo un poblado, en el interior de una botella.
Lamentablemente no se encuentra actualmente en Chile, e incluso en España resulta difícil de encontrar alguna de las 1.200 botellas de este tesoro liquido de la historia del Priorat en Cataluña.