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17 de Julio de 2024

Un Nuevo Pacto

Por el bien de Chile ningún grupo debe aspirar a la hegemonía ni a implementar “su” programa de gobierno, sino que es necesario consensuar en mínimos comunes, que le den estabilidad y conducción al país. Esto permitiría que este débil “nosotros” se transforme en un lazo de esperanza que haga que Chile retome la senda del crecimiento y desarrollo que jamás debió perder.

Por Héctor Navarrete
AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Héctor Navarrete

Héctor Navarrete es abogado

Un sentimiento tímidamente recorre Chile, una esperanza de unión y fortaleza que comienza a formar un nuevo “nosotros”, con los ciudadanos que el 4 de septiembre de 2022 apoyaron el rechazo a la propuesta de nueva constitución, patrocinada por el Gobierno y la coalición de extrema izquierda que lo sustenta. Es un sentimiento aun débil y frágil, que no cuenta con una expresión política que le de sustento. Es una esperanza.

El 2 de febrero de 1988, en el Hotel Tupahue de Santiago, se formó la Concertación de Partidos por el NO, luego por la Democracia. Fue un gran salto de esperanza para Chile que dieron políticos que venían de trincheras opuestas. La Democracia Cristiana junto con el Partido Nacional habían sido oposición al Gobierno de Allende. Estos políticos, de centro y de izquierda, superando sus diferencias, con coraje y valentía, fueron capaces de anteponer los intereses del país a sus posiciones; y establecer primero, un pacto de acción conjunta para ganar el plebiscito de 1988, y luego, una alianza de gobierno. Como nunca, le dieron estabilidad, paz y progreso al país.

En el Chile de hoy, hace ya muchos meses, tal vez años, que se viene conformando un sentido común, una sensación de hastió, de cansancio con las ideologías de la izquierda dura, FA y PC, disociadas de la realidad: El victimismo que entiende al delincuente como un resultado de la sociedad opresora ha llevado a que la delincuencia y el crimen organizado hagan “nata” frente a un gobierno incapaz de frenarla. Las ansias de establecer un sistema de reparto, propio de la década de los sesenta, en que la composición poblacional era otra, les ha imposibilitado mejorar el sistema previsional.

Su obsesión por la distribución les ha impedido reconocer la necesidad de crecimiento económico, teniendo el peor desempeño de los gobiernos desde la vuelta a la democracia. Su simpatía por la causa mapuche no les ha permitido distinguir esta causa del grave problema de grupos armados y terrorismo que tenemos en el sur del país. El favoritismo por la propiedad estatal y el arriendo les ha dificultado fortalecer los programas de vivienda propia, teniendo un pobre desempeño en la construcción de viviendas y en la gestión de campamentos.

El derecho a la libre emigración ha paralizado el cierre de las fronteras, permitiendo una avalancha de inmigrantes que ha colapsado nuestros sistemas de seguridad social, salud, educación, vivienda, etc. En medio ambiente han aumentado la tramitación de los permisos a tal nivel que han trancado la economía. Finalmente, su necesidad de contar con cuadros políticos pagados los ha llevado a aumentar la cantidad de funcionarios públicos, que nadie se explica qué hacen; y un largo… etcétera.

A todo esto, hay que agregar problemas de corrupción, el desfalco de las Fundaciones y la falta de preparación para la gestión pública de los equipos de la administración. Hoy no estamos mejor que hace dos o tres años. Chile ha retrocedido víctima del engaño y del intento de implementar ideologías que no funcionan por desconocer la realidad y de una ineptitud supina en la gestión del Estado.

Lo anterior, sumado al intento de cambio radical de la Constitución, ha sido un remesón de envergadura que ha provocado que muchos ciudadanos, luego de años, abandonen sus posiciones históricas de votar siempre por la coalición que unía el centro y a la izquierda. Hoy ese paradigma parece que ha cambiado y está naciendo un nuevo “nosotros”, teniendo como base de sustentación a todos aquellos que votaron rechazo en el plebiscito constitucional del 4 de septiembre de 2022. Ciudadanos que no se han sentido representados con el intento refundacional de la extrema izquierda y que quieren que el país vuelva a funcionar en paz y normalidad, sin imponer la ideología a la realidad, sino que con políticas públicas que busquen las mejores soluciones tomando en cuenta las necesidades de las personas y la existencia material, económica y social.

¿Cuál es el desafío? Que este sentimiento tenga expresión política, en el respeto y en la diversidad. Que los grupos y partidos que apoyaron el rechazo, desde Demócratas hasta Republicanos, más los independientes, puedan confluir en una mesa de coordinación y dialogo que establezca metas acotadas y compartidas por todos para el próximo gobierno. Por el bien de Chile ningún grupo debe aspirar a la hegemonía ni a implementar “su” programa de gobierno, sino que es necesario consensuar en mínimos comunes, que le den estabilidad y conducción al país. Esto permitiría que este débil “nosotros” se transforme en un lazo de esperanza que haga que Chile retome la senda del crecimiento y desarrollo que jamás debió perder.

Tal como se hizo en los ochenta. Chile merece el esfuerzo.

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