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14 de Agosto de 2024

Postnatal de un año: la quimera de una mala política

La licencia de maternidad prolongada puede tener efectos perjudiciales en la oferta de mano de obra femenina al inducir a las mujeres a permanecer sin trabajar durante periodos largos de tiempo, de manera que les dificulte eventualmente su reincorporación

AGENCIA UNO/ARCHIVO.
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Emilia García

Emilia García es investigadora de IdeaPaís.

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”, dice el dicho popular que, aunque no fue formulado para referirse a nuestros parlamentarios, bien podría describir su constante afán de legislar soslayando la evidencia. Ya lo vimos en pandemia con los retiros de fondos de pensiones. Y ahora lo vemos de nuevo con el recién admitido proyecto de ley que busca extender el actual postnatal de cinco meses a un año. Si bien la iniciativa a priori puede despertar muchas pasiones y adhesión, diversos estudios nacionales e internacionales han demostrado que sobre todo en políticas familiares el gran desafío es el diseño de estas. El efecto de sucumbir ante intuiciones no mediadas por la evidencia fácilmente puede ser el contrario al deseado.

Como contexto, el actual Permiso Postnatal Parental (ley 20.545) establece el derecho de las madres trabajadoras a un descanso de maternidad pagado de seis semanas antes del parto (prenatal) y doce semanas después de él (postnatal). Además, se establece un permiso adicional (postnatal parental) de doce semanas a continuación del postnatal que, por indicación de la madre, puede ser compartido con el padre complementando sus cinco días legales. Estas semanas utilizadas por el padre deberán ubicarse en el período final del permiso (a partir de la séptima semana) y tendrá derecho al subsidio establecido, calculado en base a sus remuneraciones con un tope de 73 UF. Como muchos sabemos, este postnatal parental como incentivo de corresponsabilidad ha sido un rotundo fracaso al realizarse menos de 1% de traspasos de madres a padres.

El proyecto de ley presentado por los diputados Rosas, Cuello, Ahumada, Bravo, Ciccardini, Medina, Morales, Olvera, Tello y Pérez –y que contraviene deliberadamente el informe técnico que lo declara inadmisible constitucionalmente–, busca extender la duración del permiso postnatal parental de las madres de 12 semanas a 40 semanas y a un mes el postnatal de los padres. Como una perfecta quimera, los autores ignoran que las legislaciones en estos ámbitos son más complejas de lo que uno cree y, en este caso, factores como la extensión, protección laboral, titularidad del derecho, tope del subsidio, son fundamentales a la hora de diseñar una licencia parental.

La mayoría de las políticas familiares, como el proyecto en cuestión, tiene como objetivo principal fomentar la participación laboral femenina y que las mujeres no deban renunciar a sus proyectos laborales por responsabilidades de cuidado. Específicamente, la licencia de maternidad busca permitir que las madres permanezcan vinculadas al mercado laboral durante la interrupción temporal del empleo, conservando al mismo tiempo el capital humano de la empresa.

Sin embargo, la licencia de maternidad prolongada puede tener efectos perjudiciales en la oferta de mano de obra femenina al inducir a las mujeres a permanecer sin trabajar durante periodos largos de tiempo, de manera que les dificulte eventualmente su reincorporación. Además, al asociar la probable ausencia prolongada del trabajador a las mujeres, se agrega un nuevo costo a la contratación femenina (sobre todo en edad fértil) lo que puede conducir a una caída en el empleo femenino o una caída en sus remuneraciones (Thévenon y Solaz, 2012; Olivetti y Petrongolo, 2017). En otras palabras, con bastante evidencia no es descabellado sostener que la extensión del postnatal femenino puede llegar a ser aún más perjudicial para las mismas mujeres.

Además, la extensión del postnatal masculino no está exenta de elementos a considerar y que el actual proyecto de ley omite. En efecto, un estudio de IdeaPaís en esta materia (2022) indica que son tres los elementos que no se deben perder de vista a la hora de plantear más días de licencia de paternidad. En primer lugar, la titularidad del derecho. El gran problema del Permiso Postnatal Parental es que fue concebido como una nueva licencia para las madres; una extensión de sus 12 semanas de postnatal y que pueden cederla en parte y voluntariamente a los padres (menos del 1% lo hace). Para aumentar la tasa de participación de los hombres en el cuidado del recién nacido se debe otorgar más días de licencia a los padres y no sujeto a la voluntad de la madre (Castro y Pazos, 2015).

Otro elemento que se debe tomar en consideración es el tope al subsidio mensual de la licencia (actualmente de 73 UF). La evidencia indica que los hombres hacen más uso de su derecho de postnatal cuanto mayor es la tasa de reemplazo del salario (OCDE, 2016). No obstante, el proyecto de ley –que entre otras cosas es inconstitucional porque impone gasto fiscal– no establece cómo se financiará este nuevo postnatal masculino, olvidando que una gran falencia del sistema es que los 5 días que se otorgan actualmente son por cargo del empleador, lo cual desincentiva el uso efectivo de estos.

En tercer y último lugar, la extensión y flexibilidad en su uso. Los padres hacen mayor uso del postnatal cuanto mayor es la posibilidad de fraccionamiento del permiso en diferentes períodos y cuanto mayor es el espacio de tiempo a partir del nacimiento durante el cual pueden hacer uso de él (Addati et al., 2022). Aún así, el proyecto de ley obliga a los padres a usar sus 30 días durante el primer mes y de forma continua y sólo otorga 20 días extras para ser utilizados durante el primer año de vida del recién nacido, contraviniendo las recomendaciones internacionales de extender lo mayor posible el tiempo en que se pueda hacer uso de los días disponibles.

En suma, existen otras alternativas para incentivar el apego y la corresponsabilidad parental, cuidando el empleo femenino. Integrar a los hombres a los trabajos de cuidado específicamente durante el primer año de vida del lactante no solo incentiva el involucramiento en la crianza (con todos los beneficios que esto trae aparejado), sino también, favorece directamente el empleo femenino. Es verdad que legislar de manera improvisada y poco rigurosa puede traer triunfos políticos pero si algo nos ha enseñado la historia reciente es que estos siempre serán pasajeros y los impactos nocivos de una mala política no se hacen esperar.

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