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21 de Agosto de 2024

La deriva feminista y su silencio cómplice

El feminismo chileno e internacional hoy calla frente a la dolorosa realidad de miles de ciudadanas que sufren una represión brutal, porque simplemente no pueden negar sus estrechos lazos ideológicos y políticos con el socialismo del siglo XXI. Han defendido sus principios, han imitado sus políticas y le han dado su apoyo, con la fachada de buscar un mundo más justo para las mujeres.

Por Antonia Russi
No deja de ser paradójico que en Chile, aquellas activistas que llevan años empuñando un pañuelo verde en señal de lucha por los derechos femeninos, hoy guardan silencio. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Antonia Russi

Antonia Russi es investigadora Fundación para el Progreso

El régimen de Nicolás Maduro ha tomado presa, como a muchas otras mujeres venezolanas, a María Oropeza, alumni de la Fundación para el Progreso. Como miembro de la misma institución es inevitable resonar profundamente con todos los venezolanos, pero sobre todo con aquellas mujeres valientes, que hoy se encuentran perseguidas por luchar a favor de sus libertades. Estas mujeres son esas verdaderas ciudadanas que pelean y arriesgan su vida, diariamente, por principios e ideales que en ese país solo pueden desearse como lujos.

No deja de ser paradójico que en Chile, aquellas activistas que llevan años empuñando un pañuelo verde en señal de lucha por los derechos femeninos, hoy guardan silencio. Incluso, muchas de ellas han sido incapaces de condenar un régimen que persigue a miles de venezolanas por batallar en contra de una dictadura que niega sus derechos más elementales. Derechos como pensar y expresar las propias opiniones fueron el objetivo principal del movimiento feminista desde sus inicios, sin embargo esa lucha hoy les es indiferente porque no sirve a sus objetivos actuales.

Por esto, ante la afrenta de ser acusadas cómplice, esbozarán, seguramente, su clásico (y absurdo) argumento de que en este caso (como cuando en Chile Carabineras fueron quemadas y golpeadas) esas mujeres no son perseguidas, secuestradas, violadas y torturadas por su género. Y aquí está la explicación de la nefasta deriva del feminismo hegemónico: no defiende la dignidad, ni la libertad, ni la igualdad; solo persigue -ideológicamente- la imposición “del punto de vista de la mujer” (Hoff-Sommers, 1999). Ahora bien, aquí está la trampa: el punto de vista de la mujer o aquello que es de interés femenino lo definen quienes ostentan el poder político. Con ello, su obsesión por explicar las necesidades la mujer, exclusivamente desde su sexo, las convierte en una nueva “vanguardia del matriarcado” que debe guiar a las oprimidas diciéndoles cómo pensar y sentir, mientras ellas definen los conceptos de violencia, injusticia y abuso a su antojo. Sin embargo, dicha retórica ha demostrado ser falsa porque, como ahora queda claro, sus intereses son exclusivamente políticos e ideológicos (y posiblemente también económicos).

Lo lamentable es que en la actualidad rechazar la etiqueta de feminista siendo mujer es considerado una gran herejía. Sin embargo, la decepción y el desencanto de las nuevas generaciones con el feminismo es cada vez mayor, porque se ha hecho más que evidente que el feminismo ha renunciado a su lucha por la igualdad y la libertad, a cambio de su carrera por el poder. El problema está en que en el poder no caben todas, sino es cosa de preguntarse por qué jamás han revindicado las victorias de figuras como Margaret Thatcher, Hannah Arendt y hoy María Corina Machado (pero sí alaban a personajes como Michelle Obama, cuyo mérito no se sostiene más allá de su matrimonio). La respuesta es simple: ellas no se doblegan ante sus principios ideológicos ni a la mentalidad colectivista que hoy el feminismo pretende imponer.

El feminismo chileno e internacional hoy calla frente a la dolorosa realidad de miles de ciudadanas que sufren una represión brutal, porque simplemente no pueden negar sus estrechos lazos ideológicos y políticos con el socialismo del siglo XXI. Han defendido sus principios, han imitado sus políticas y le han dado su apoyo, con la fachada de buscar un mundo más justo para las mujeres.

Sin embargo, hoy el empoderamiento femenino tiene nuevas líderes que no se acogen a la desgastada carta del machismo, el patriarcado y la opresión. Hoy existen figuras que impulsan los valores del liderazgo, la responsabilidad, la fortaleza, el mérito y la verdadera libertad individual. Es por esto que condenar y rechazar el silencio cómplice del feminismo posmoderno es fundamental para quienes perseguimos la libertad, la justicia y la igualdad de las mujeres venezolanas.

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