El mal existe
Maduro el ignorante, payasesco, tristemente aborrecido déspota que no siente ni vergüenza, ni piedad; admirablemente estúpido, pero también admirablemente listo en asegurarse un poder absoluto, en atreverse a definir su terror como “nueva democracia”, en vestirse como bufón, ya sea con las bandera patria, o como general, guerrillero, caballero con corbata: solo le falta vestirse de sacerdote.
Aunque hasta ahora no haya ninguna prueba científica que el MAL exista en el cerebro humano – excepto algunas insinuaciones sobre la pista de serotonina en los de psicópatas, como “la menor respuesta emocional que presentan” – ni que el ADN contenga alguna información genética que determine un carácter con tendencias a la maldad.
Sí existe la determinación del sadismo: según la IA “es una tendencia a disfrutar lastimando o humillando a otras personas” y entre otras características, los/las sádicos/as “tienen principios autoritarios…, no sienten remordimientos, vergüenza, ni culpa y son incapaces de empatizar con sus víctimas”. Según una profesora, Jennifer Jackson, el sadismo consiste en “reforzar su autoimagen inflada o manipular y devaluar a los demás para su propio beneficio”. Si está en el ADN o se adquiere, aún son también preguntas especulativas
Existen por cierto, en menor o mayor grado, en todo ser humano la ambición, el ansia de poder, el deseo de controlar nuestro entorno y los seres que se encuentran en él incluyendo a otros humanos. Así que, sumando todo lo antedicho tenemos que llegar a la conclusión que el MAL sí existe; será innato o adquirido, se manifiesta en los y las que cometieron y siguen cometiendo crímenes con crueldad, asesinatos, genocidios, opresiones y dictaduras, exterminios y ejercicio de poder ilimitado, sostenidos por la corrupción, el miedo y por qué no, la ignorancia y también en la miseria humana. El lector de este breve artículo ya sabe a donde voy apuntando: la evidente, inevitable y tragicómica “asunción” de la tercera presidencia de Nicolás Maduro. Maduro el ignorante, payasesco, tristemente aborrecido déspota que no siente ni vergüenza, ni piedad; admirablemente estúpido, pero también admirablemente listo en asegurarse un poder absoluto, en atreverse a definir su terror como “nueva democracia”, en vestirse como bufón, ya sea con las bandera patria, o como general, guerrillero, caballero con corbata: solo le falta vestirse de sacerdote. Su poder es comprado con dineros provenientes del narcotráfico; paga generosamente a los que lo mantienen en la cúspide, a semejanza de tantas otras dictaduras y elimina a los que se niegan a hacerlo.
Lo más triste en lo que inevitablemente sucedió en Venezuela es, que hay muchos – de la misma calaña – que lo preceden, apoyan, secundan o justifican. Ortega (¡que en estos días oficializó la tortura!), Diaz-Canel, Putin, Lukaschenko, Kim, Xi y cuántos más… Forman parte entre otros líderes, todos igualmente abominables, de un extenso grupo de criminales genocidas que oprimen y exprimen su pueblo, que en sus países ostentan tanto poder que simplemente convierten en ley todo lo se les ocurra; que impiden además el progreso pacífico de la humanidad creando conflictos internacionales permanentemente. ¿Cómo es posible que Kim mande al matadero ruso-ucraniano a sus soldados en cambio de tecnología bélica? Vidas inocentes para poder tener en vilo la paz mundial… El MAL sí que existe.
No son mejores aquellos y aquellas que los justifican, aplauden y apoyan soñando imponer en sus países las mismas condiciones, soñando ser sus dueños absolutos, poder vivir en la más completa abundancia en medio del terror de su pueblo, imponiendo a la fuerza sus ideas y persiguiendo – aniquilando – sus detractores que solo quieren ser libres. El presidente del PC chileno dijo que su partido “valora el proceso del pueblo venezolano”; entonces ¿cómo defiende a Maduro? Para Carmona solo las dictaduras de derecha lo son; las de izquierda, aunque se basen sobre una mentira evidente, oscura y desfachatada, es aceptada. Con torturas, ejecuciones y todo. Si valora el proceso del pueblo, defenestre al payaso genocida, defienda los tan mentados DD.HH., que el pueblo venezolano evidentemente rechazó. Negar todo esto es aplaudir al dictador.