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25 de Junio de 2021

Carta abierta a Daniel Jadue

Yo quiero derechos para elegir la vida, para elegir el gobierno. Yo quiero que mis hijos y mis nietos vivan mejor que yo, que mi país se empareje con aquellos que se desarrollaron. Tú quieres imitar a gente como Ortega, que encarcela a sus competidores para eternizarse en el poder, o como de los Castro y compañía, donde la gente entrega todo su esfuerzo al Estado y este lo retribuye con un mínimo miserable.

Por Columnista
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No demasiado estimado Daniel,

Anoche, enfrascado en mis pensamientos últimamente dominados por la política, imaginé que estábamos enfrentándonos tú y yo (también como candidato presidencial) en un canal, y me tocaban los dos minutos para dar mi mensaje final. Ahí va: “Primero quiero señalarte cuáles son las pocas coincidencias entre nuestros programas: ambos queremos presidir a Chile,
ambos queremos nivelar la cancha, ambos queremos transformar nuestro país tomando de modelo a otro(s)”. No veo muchos otros parecidos.

Ahora, vayamos a las diferencias. Yo quiero presidir a Chile por los cuatro años que la actual Constitución indica, para dejar un país tan arreglado, como sea posible, para la próxima administración. Quiero reinstalar la paz, sanar las lesiones causadas por el 18/10 y la pandemia, luchar contra el abuso, quiero que la gente que bajó de clase media suba otra vez y la que aún no estuvo, también sea de clase media. Y todo basado en la libertad del individuo, que comienza con obligaciones emparejadas y termina donde empieza la libertad de los demás. Quiero nivelar la cancha hacia arriba. Quiero defender las propiedades de todos los que lucharon por ellas. Quiero gente feliz.

Tú quieres presidir a Chile para eternizarte en el poder de cualquier manera, como Castro, Maduro, Ortega, Kim, para llevar un país al mismo camino que estos presidentes condujeron los suyos. Quieres reinstalar la lucha de clases, el odio a la propiedad y el mérito. Quieres nivelar la cancha hacia abajo. Quieres cercenar la libertad de comunicaciones y, a la larga, también de pensamientos. Quieres quitarle todo a todos, para que el único propietario universal sea el Estado: un Estado manejado por tu partido.

Yo quiero un país que se parezca a Noruega, Dinamarca, Nueva Zelandia, Australia, mientras tú quieres un país que se parezca a Cuba, Venezuela, Nicaragua y después a Corea del Norte.

En los países en los que me inspiro hay instituciones democráticas sólidas que su gente respeta, reglas claras que imponen las obligaciones y garantizan la libertad y los derechos básicos de una buena supervivencia.

En los países a los que tú quieres parecerte no existe la democracia – la democracia de la que tu partido reniega – hay una sola institución: el partido y la obligación general de aceptar lo que este dicta, y una supervivencia básica sin nuevos horizontes, con ambiciones limitadas por la obediencia y sin retribución alguna. Y ¡Ay! a los que se opongan o no estén de acuerdo.

¿En qué país prefiere vivir la gente? ¿En uno donde no existe la pobreza, donde el trabajo está remunerado en forma generosa, donde todos tienen vivienda decente, pensiones dignas, servicios de salud, educación y seguridad avanzados y garantizados por el Estado, delincuencia mínima y progresa permanente, donde es normal que casi todos cambien su auto cada dos años? ¿O en uno donde casi todos son pobres, donde sus líderes proclaman la igualdad pero viven como reyes, donde el trabajo se renumera según las mínimas necesidades, donde la educación está impuesta por la ideología y sus detractores liquidados, donde los pocos que tienen un auto de 30 o más años son la excepción y el narcotráfico financia la riqueza de los gobernantes, donde en vez de progreso solo hay regreso?

Yo quiero derechos para elegir la vida, para elegir el gobierno, la pareja; quiero progresar según mis capacidades, pero también, si no las tengo, que mi país me ayude a tener una vida contenta. Yo quiero que mis hijos y mis nietos vivan mejor que yo, que mi país se empareje con aquellos que se desarrollaron.

Tú quieres imitar a gente como Ortega, que encarcela a sus competidores para eternizarse en el poder, o como de los Castro y compañía, donde la gente entrega todo su esfuerzo al Estado y este lo retribuye con un mínimo miserable. Imitar donde la excepción serás tú, que vivirás con todos los lujos que hoy viven los Castro, Díaz-Canelo, Maduro, Ortega, Kim en sus múltiples residencias, con sus autos (de fabricación capitalista y sus yates de lujo; que esconden miles de millones de dólares (moneda capitalista) robados a su país y/u obtenidos en pago de favores otorgados a la droga, en paraísos fiscales (capitalistas), mientras castigan a sus ciudadanos que se atreven a acumular algo de lo que mediante cupones el Estado les permite adquirir.

Estas son las diferencias entre tú y yo. Y estas diferencias harán que la gente elija la Democracia en vez de la esclavitud.

Tomás Szasz

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