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29 de Noviembre de 2010

Cerebro humano está “hecho para pecar”

¿Sabía que las personas podrían estar científicamente predispuestas a realizar actos considerados como ‘malvados’?

 

¿Quién no ha sentido ganas de hacer nada y quedarse recostado en la cama, tener mucho dinero o comer ‘hasta más no poder’?

 

Descubre uno a uno los 7 pecados capitales y su relación con las personas desde una perspectiva científica.

 

Por Redacción
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¿Sabía que las personas podrían estar científicamente predispuestas
a realizar actos considerados como ‘malvados’?

 

¿Quién no ha
sentido ganas de hacer nada y quedarse recostado en la cama, tener mucho dinero
o comer ‘hasta más no poder’?

 

Descubre uno a uno los 7 pecados capitales y su
relación con las personas desde una perspectiva científica.

 

1. Lujuria: este deseo sexual desordenado e incontrolable
vendría escrito en nuestros genes, como una forma en que la naturaleza nos
orienta a la procreación. Para demostrarlo, científicos de Northwestern
expusieron a un grupo de pacientes recostados en un escáner varias escenas de
películas eróticas proyectadas en una pantalla, situada en la parte posterior de
la máquina, y a la cual debían mirar por medio de un espejo. Tras analizar las
resonancias, éstas reflejaban que el sistema límbico de las personas, el
encargado de procesar respuestas fisiológicas a determinados estímulos, se
activaba cuando se veía algo atractivo. Como conslusión, esta estimulación
genética llevaría a las personas a satisfacer sus deseos sexuales… sin importar
las consecuencias.

 

2. Gula: en palabras de Adam Safron, uno de los científicos
del estudio, este vicio desordenado por el placer de ingerir comida o bebidas
tiene relación con la evolución humana. Hace milenios atrás, existía en el mundo
una gran escasez de alimentos, de modo que el hombre comenzó a valorarlos y
notar la gratificación que nos entregaban, lo que fue moldeando nuestros
cerebros. Entonces, las personas comían con gula cuando tenían enfrente grandes
cantidades de alimentos para almacenar grasas y sobrevivir a aquellos momentos
de privación de comida. No obstante, esta especie de instinto se ha convertido
en la actualidad en un problema sanitario, derivando en graves problemas como la
obesidad.

 

3. Pereza: de acuerdo a Safron, este tedio para realizar
acciones, trabajos o movimientos tiene relación, al igual que la gula, con la
evolución humana. Como nunca se sabía con certeza cuando se volverían a ingerir
alimentos sustanciosos, en lo posible las personas descansaban de modo de usar
dichas calorías en procesos corporales de crecimiento o recuperación.

 

4. Envidia: este pesar por el bien ajeno es uno de los
llamados ‘pecados dolorosos’ -junto a la soberbia, ira y avaricia- que resultan
más dañinos que los otros. Para demostrar sus efectos, el Instituto Nacional de
Ciencias Radiológicas de Japón estudió a un grupo de voluntarios, considerados
triunfadores, y a otro grupo, los mediocres. A cada uno se le expuso el perfil
de una persona exitosa y, quienes llevaban una vida con más bajos que altos,
mostraron una reacción en la corteza cingulada anterior del cerebro -vinculada
al dolor físico- que confirmó el hecho de que ‘la envidia duele’ y que las
personas pocas veces son capaces de controlarla.

 

5. Soberbia: la Universidad de Montclair (EE.UU.) utilizó
el ‘método del bloqueo’ en ciertos voluntarios para estimular o desestimular
partes del cerebro relacionadas con la satisfacción de la propia vanidad y el
sentirse mejor que otros. Por medio de un imán que trabajaba el flujo eléctrico
de las células cerebrales o neuronas, las personas veían reducida o aumentada su
soberbia. Con ello, se demostró que este pecado está ‘manejado’ por la corteza
prefrontal media del cerebro que, cuando es bloqueada, disminuye el estado de
auto apreciación.

 

6. Ira: esta especie de rabia, enojo o resentimiento
estaría condicionada por la evolución ancestral del cerebro afectada por el
entorno. De acuerdo a la Universidad de New South Wales (Australia), que estudió
a un grupo de individuos para ver qué ocurría en su cerebro cuando se enfadaban,
algunas personas tienen una predisposición a la ira derivada de su personalidad.
Lo anterior, ya que en aquellos depresivos y proclives a guardar rencor, se
activaba la corteza prefrontal media.

 

7. Avaricia: De acuerdo a Safron, los mecanismos de este
deseo de placeres o riquezas podrían ser más complicados. Si bien no existen
estudios cerebrales al respecto, sí hay investigaciones sociológicas e
históricas. Según la Universidad de Northwestern, existirían bases innatas para
la avaricia que estarían relacionadas con el aprendizaje y el propio
entorno.

 

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