"Karadima en la era de la vergüenza", por Andrés Azócar
En 2002 una portada del suplemento Reportajes de La Tercera contó con detalles cómo se había gestado la salida del obispo de La Serena Francisco José Cox, luego de serias denuncias sobre abuso a menores, que obviamente se matizaron a la altura de “comportamiento” indebido. En ese momento, la publicación fue un hito, porque los medios nacionales se habían hecho los sordos con ésta y otras denuncias.
En 2002 una portada del suplemento Reportajes de La Tercera contó con detalles cómo se había gestado la salida del obispo de La Serena Francisco José Cox, luego de serias denuncias sobre abuso a menores, que obviamente se matizaron a la altura de “comportamiento” indebido. En ese momento, la publicación fue un hito, porque los medios nacionales se habían hecho los sordos con ésta y otras denuncias. Esa portada no requirió coraje (era lo que había que hacer), pero si intensas conversaciones con el Arzobispado y los asesores del Cardenal. Menos de diez años después, un escenario así sería imposible de imaginar. Al menos, no con la Iglesia.
La Iglesia Católica no sólo tiene mucho menos poder que antes, sino que una sociedad sensibilizada con las denuncias de pedofilia en todo el mundo, que no aceptaría que un medio guardara silencio sobre un delito semejante. Karadima fue la mejor expresión de una época en que la abundancia de información y la debilidad de los intermediarios informativos, obligó a todos los medios, con los matices conocidos, a sumarse a la investigación. El caso se conocía en círculos de la Iglesia, pero apenas entró a los departamentos de prensa, era imposible que no explotara.
Lamentablemente este tipo de trabajo periodístico no es lo frecuente que uno quisiera. Los medios, en general, están lejos del ideal con que mucha gente los ha construido. Son sujetos que negocian, usan su poder, callan y, por supuesto, miden su poder frente a otros poderes. En ese sentido, las audiencias nunca tuvieron mucho que decir y rara vez eran representadas en sus demandas. Los medios escogían las batallas que querían dar y los editores seleccionaban y procesaban. Y frente a la Iglesia post dictadura, muchos medios prefirieron el silencio frente a los rumores de sacerdotes pedófilos.
Es en esta cancha donde se juega el poder. El caso Cox simbolizó la pérdida de poder de Iglesia y la salida de Karadima, el triunfo de las audiencias, simbolizado en los denunciantes del párroco de El Bosque. En la era de la información, los pecados de los medios no quedan reducidos a un grupo pequeño de personas; los flujos de información no sólo corren con más fuerza, sino más rápido. Las agendas ocultas, como lo fue por mucho tiempo Francisco José Cox, son cada vez más difíciles de proteger. Y es bueno que eso pase. Al poder (Iglesia, políticos, empresarios, gobierno) ya no les basta con entenderse con los directores de medios o con sus dueños. Ahora deben entender cómo se mueven las audiencias, aprender de plataformas y contratar “expertos”.
La era de la información es también la era de la vergüenza. Si los medios o la autoridad privilegian el silencio o ponen trabas a la información, los riesgos a ser descubiertos son muy altos. La era de la vergüenza también obliga a transparentar las líneas editoriales de los medios, porque deben adaptarse a las nuevas miradas y a la masividad de los contenidos. Puede ser que “la era” no esté desplegada del todo hoy, pero frente a una comunidad conectada y opinante que crece y se hace fuerte, no quedará otra opción que una mayor transparencia.
Es verdad, que grupo vinculados al Opus Dei y los Legionarios de Cristo tiene influencia en algunos de los medios locales. Como también lo tienen los grandes avisadores y algunos personajes poderosos, pero los procesos culturales nunca se dan de golpe, requieren tiempo y los medios que entiendan mejor esto -como los muchos procesos que hoy afectan a la industria- podrán interactuar con la audiencia de mejor forma. A pesar del poder de las redes sociales, son los medios los que aún generan los temas. En otro escenario, por cierto, pero siguen siendo ellos los que producen contenidos periodístico profesional. Y ese debe ser un plus y no una dificultad a la hora de trabajar.
Karadima y Cox representan dos etapas distintas de los medios. Ambos recuerdan que por mucho tiempo hubo complacencia con el silencio. Es probable que los medios, por su naturaleza, demoren en cambiar, y probablemente sigan siendo foco de críticas. Pero su trabajo estará más cerca (sea la forma que tengan en el futuro) de las audiencias que de la vergüenza.
Andrés Azócar es investigador asociado Escuela de Periodismo UDP. Ex editor de Reportajes de La Tercera, autor del blog Hijodelmedio.com y del libro “Tompkins el Millonario Verde”. Director ejecutivo del Consejo Editorial de El Dínamo.