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14 de Abril de 2011

"El futuro de los medios: masivos pero no influyentes", por Andrés Azócar

Una de las discusiones más fuerte que se ha dado en EE.UU. en el último tiempo es quién reemplazará a los diarios en su rol de defender la democracia, si terminan desapareciendo. De hecho, la disminución de corresponsales en Washington de los grandes medios escritos -casi un 50% en los últimos 5 años- se cita como uno de los ejemplos más claros de la pérdida de influencia.

Por Macarena Lescornez
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Una de las discusiones más fuerte que se ha dado en EE.UU. en el último tiempo es quién reemplazará a los diarios en su rol de defender la democracia, si terminan desapareciendo. De hecho, la disminución de corresponsales en Washington de los grandes medios escritos -casi un 50% en los últimos 5 años- se cita como uno de los ejemplos más claros de la pérdida de influencia.

Más allá de lo exagerado del argumento sobre los riesgos que corre la democracia, nadie apuesta por la web como el lugar donde esos mismos diarios podrán recuperar su añorada posición de poder e influencia sobre la opinión pública.

En un entorno lleno de paradojas, los periódicos han debido aceptar una en especial. Mientras por un lado la web les ha permitido ganar público, por otro les ha quitado (diluido, mutado) el arma que han cargado por años: el control de la agenda.

Al final, internet ha sido la gran frustración de los medios. Un poco engañados -y otro poco autoengañados-creyeron que la conquista de un volumen mayor de audiencia amplificaría su poder para imponer posiciones y ganar prestigio. Pero tal como lo planteó Pepe Cervera en Twitter, tráfico e influencia ahora no sólo no son lo mismo, sino que tampoco pueden ir de la mano.

La migración a la web de las principales empresas periodísticas no ha debilitado su capacidad de imponer su marca, todo lo contrario. Hoy, más de un 90% de los contenidos de los blogs, proviene de los medios tradicionales y la situación no cambia mucho en las redes sociales. El NYT, por ejemplo, es el líder con 3 millones de followers y son los grandes diarios los que concentran parte importante del flujo social de información en esta red.

Al mirar el número de visitas, la evidencia se mantiene. De los 25 sitios con mayor tráfico en EE.UU. sólo dos no son herederos de los viejos medios (incluyendo agregadores). ¿Entonces qué está fallando? Simple. La crisis de los medios no es de audiencia, es de ingresos. Nadie con dos dedos de frente podría decir que la influencia perdida en su esfera tradicional la han ganado en la web. Por lo menos no del mismo modo.

“Hay un número limitado de público inteligente”, explicaba Nick Denton en una entrevista al Observer hace unos meses. y el fundador de Gawker sí sabe cómo conseguir visitas. Su teoría apunta a que finalmente los medios deben apostar por tráfico ya que es hacía ahí donde se mueve el grueso-grueso de la publicidad online y la móvil.

La pregunta, entonces, es si “la influencia” en su personificación más amplia, puede generar tráfico. Slate lo creyó durante parte de sus 15 años, pero a mitad de camino sus visitas comenzaron a estancarse y, peor aún, a retroceder mientras su público empezaba a envejecer.

Finalmente el sitio, que es parte del grupo Washington Post, debió recurrir a herramientas de tráfico, como nuevas secciones más alejada de su perfil tradicional, más populares, y sumar la agregación a sus contenidos. La “tesis Denton” parece cumplirse: los sitios que apuesten a la influencia deberán aceptar no sólo que existe un techo sino también que no lo podrán superar.

Los medios tradicionales en la web son cada día más parecidos a los sitios nativos y muy diferentes al papel. Pero aún así la resistencia a perder la influencia es obvia. Y son los muros de pagos lo que buscan volver a dar un valor económico a las noticias.

El periodismo (y especialmente los editores) tiene en su ADN la idea de marcar la agenda. Necesitan botar un juez o una intendenta, revelar las redes de poder de un parlamentario o poner frente a la opinión pública a una empresa contaminante. Pero la web es diferente. Son los filtros, la información editada por la audiencia, el tiempo real, el diálogo entre blogueros y periodistas (Alan Rusdbrigder, director de The Guardian, lo llama la “mutualización del periodismo) y, lo más importante, la publicidad correteando al tráfico el nuevo botín, no el golpe.

Quizás lo que mejor refleje este choque cultural (y el fin de una era) es un comentario de la redactora jefe de El Mundo sobre Twitter: “Yo escribo para los lectores, no hablo con ellos. No busco seguidores, escribo informaciones”.

Internet ya es la segunda fuente de información en EE.UU., tendencia que pronto se consolidará en parte importante del mundo, mientras los diarios y la TV, en países como EE.UU. e Inglaterra, ya tienen audiencias promedio que superan los 50 años.

Los públicos cambian, los propósitos también. Es obvio, como dice Guillermo Culell, que la provocación no queda fuera de la web y los medios deben aprovecharla para posicionar su marca y sus temas y de esa manera influir. Probablementeeste sea el camino que escogerán muchos sitios. “La historia realmente empieza en donde la evolución termina”, dijo alguna vez Hitchens en una de sus columnas. Y esta historia no ha terminado, algo que suena a consuelo.

 

 

Andrés Azócar es editor de investigación de TVN, autor del blog Hijodelmedio.com y del libro “Tompkins, el Millonario Verde”. Director ejecutivo del Consejo Editorial de El Dínamo.
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