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17 de Mayo de 2011

“Las sotanas acaloradas”, por Débora Calderón

Me contó hace poco una amiga que, por el colegio en el que están sus hijos, tuvo una charla sobre espiritualidad con el rector del establecimiento. Un cura con las agallas de decir que la Iglesia está pasando por un momento terrible y que la situación de un grupo, finalmente los afecta a todos por igual.

Si para nosotros como público espectador, ver los desórdenes al interior de esta institución nos ha provocado el máximo rechazo, para ellos la cosa es igual de violenta. O tal vez peor. 

Por Redacción
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Me contó hace poco
una amiga que, por el colegio en el que están sus hijos, tuvo una
charla sobre espiritualidad con el rector del establecimiento. Un
cura con las agallas de decir que la Iglesia está pasando por un
momento terrible y que la situación de un grupo, finalmente los
afecta a todos por igual.

Si para nosotros como público espectador,
ver los desórdenes al interior de esta institución nos ha provocado
el máximo rechazo, para ellos la cosa es igual de violenta. O tal
vez peor. 

Estar en el ojo del
huracán es complejo. Más aún si lo que convoca la atención son
casos no menores de pedofilia, prostitución, abuso y, quizás lo
peor, el haber escondido por años estas situaciones
aberrantes que
se estaban dando al interior de muchos grupos de religiosos,
parroquias y hasta colegios.

Es importante eso sí
hacer una reflexión al respecto. Y es que lo malo nunca ocurre de
repente, por casualidad y sin aviso.
Lo malo crece como la mala
hierba y las acciones son deplorables tanto para quienes las cometen
como para los que, con su pasmoso silencio, se taparon los ojos y
permitieron que esto siguiera ocurriendo.

Hace más de una
década que se ha vuelto muy notoria la crisis de ética y
credibilidad por la que atraviesan amplios sectores de la Iglesia
Católica. Sin embargo, uno de los problemas que alimenta esa crisis
data en realidad de siglos: la violación de los votos de castidad,
el abuso sexual y la pedofilia.

El escándalo de los
abusos sexuales por parte de sacerdotes –que logró mantenerse
bastante oculto por siglos- ha estallado en toda su dimensión en los
últimos años
, gracias a unos pocos valientes que se atrevieron a
hablar a pesar de todo.

Esto que hemos estado viendo en Chile desde
hace algunos meses, ha venido ocurriendo en distintas etapas las
diócesis católicas
de Italia, España, Alemania, Francia, Gran
Bretaña, Irlanda, Austria, Polonia, Estados Unidos, México, Puerto
Rico, Costa Rica, Colombia, Brasil, Chile y Argentina, por mencionar
solo algunas. 

El cuestionamiento
es tremendo para todos.
Para los fieles más devotos que se aferran a
sus sacerdotes, en medio de las carencias de sus vidas. Para los
niños que ven en el padre de su colegio una autoridad, para todos
los que no supieron o no entendieron que había límites que se
estaban traspasando. 

En fin. Hay
muchísimos casos individuales para relatar, y estos días, con el
caso del Padre Luis Eugenio Silva, toda la atención vuelve a estar
puesta en la latente figura del abuso en el centro más íntimo de la Iglesia Católica
. Una práctica que no es nueva, que siempre ha
estado latente y con episodios tan vergonzosos, que todos los
creyentes quisieran borrar de esta historia para siempre. 

No se trata de armar
del tema una caza de brujas, no están los tiempos, pero sí entender
que el abuso es un delito
. Que debe ser investigado y sancionado. Que
si la Iglesia quiere dar la cara nuevamente a su gente debe estar
abierta a abrir sus puertas
, ventanas y dar a conocer sus secretos,
aunque duela. Que tal vez debe replantearse sus hábitos, el
celibato, por ejemplo, que se ha defendido a pesar del paso de los
años y que ha producido tremendas distorsiones.

Que hasta las
instituciones más tradicionales tienen el derecho (y el deber) de
renovarse
y, tal vez, este cataclismo es una señal para comenzar a
hacerlo. O como bien dice el dicho “de los arrepentidos…”  

Débora Calderón Kohon estudió periodismo en la Universidad Católica. La vida la llevó temprano al mundo de los negocios y el retail, pero las ganas de escribir nunca desaparecieron. Hoy es columnista estable de la Revista Poder y Negocios y Mos
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