Newsweek repasa los problemas de Bachelet frente a ONU Mujer
La revista trata los problemas económicos que sufre esta Agencia, la más nueva de Naciones Unidas. Incluso toca las críticas esgrimidas por activistas, que tildan como "vergonzosos" los fondos solicitados por Departamento de Estado de EE.UU., del que depende la división al mando de la ex Presidenta.
El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, dijo que el 2 de julio del 2010 se marcó un hito. Ahí fue cuando la Asamblea General aprobó la creación de la Entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, mejor conocida como ONU Mujeres. La organización, que pretendía dar (según las palabras de Ki-moon) “una voz más fuerte a las mujeres y a la igualdad de género” alrededor del mundo, reemplazó cuatro instituciones burocráticas dedicadas a las mujeres, ambas oscuras y de bajo presupuesto, con una sola entidad que finalmente le daría una plataforma de alto nivel a la otra mitad de la población mundial.
Para encabezar la nueva organización, y de paso, potenciando el perfil de ésta, estaría una de las mujeres más poderosas e inspiradoras del mundo: Michelle Bachelet, ex Presidenta de Chile. Sus logros se remontan desde sus traumáticas experiencias en su incipiente mayoría de edad. Cuando el gobierno chileno fue sacado por un golpe de Estado dirigido por Augusto Pinochet en 1973, el padre de Bachelet (un general de la Fuerza Aérea que apoyó al depuesto Salvador Allende) fue arrestado y torturado en prisión. Volvió a casa brevemente bajo detención domiciliaria antes de regresar a la cárcel, donde murió de un ataque al corazón bajo circunstancias sospechosas en 1974, cuando tenía 51 años.
En enero de 1975, las fuerzas de seguridad del Estado arrestaron a la misma Bachelet, quien entonces era una estudiante de medicina de 23 años, junto a su madre. Les taparon los ojos y las encerraron en Villa Grimaldi, una mansión transformada en una casa del terror donde los prisioneros sufrían una rutina de golpes, toques eléctricos y violaciones. Algunos hasta fueron asesinados. Pese a este terrible período, Bachelet no se quebró, sino que cantaba junto a otros prisioneros para mantenerse cuerda, así como también ayudaba a tratar a las mujeres que habían sido violadas por los guardias. Bachelet nunca ha hablado en detalle de esa época, aunque reconoce haber sido golpeada. Asegura haber sido una de las “afortunadas” que sobrevivió, antes de ser enviada al exilio en Australia tras la intervención de miembros de su familia.
Más tarde ella estudió política de defensa y, después de que Pinochet renunció al poder, se volvió la primera ministro de Defensa de Latinoamérica. Madre de tres, divorciada, agnóstica, en un país católico, cuya popularidad la lanzó a la presidencia de Chile en 2006. Pese a las protestas estudiantiles, además del escándalo por la implementación del sistema de transporte público, eventualmente su administración remontó y alcanzó las mayores cifras de aprobación, en gran parte gracias a su diestro manejo de la economía del país.
Las mujeres abogadas de Derechos Humanos se acercaron primeramente a Bachelet para medir su interés en el trabajo de las Naciones Unidas mientras era Presidenta. Después la gente gritaba “¡Bachelet ONU Mujer!” en un encuentro en Brasil poco después del término de su período, en el 2010. (Ella constitucionalmente estaba impedida para ir por un segundo período consecutivo de cuatro años). Pese a su resistencia a dejar la escena política y su familia, ahora con nietos a quienes les entregó registros de sus libros de historia, ella postuló su nombre al proceso de selección.
“Al principio, mi sentimiento era ”No, no debería ir. Debería permanecer en mi país”” dice Bachelet. “Pero al final lo que pasó es que la mayoría de mi familia pensó que debía ir, que debería venir aquí, y que es una tarea maravillosa”.
Tanto Ban como la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, han dicho que trabajaron muy duro para persuadir a Bachelet para que aceptara el nuevo puesto, prometiendo su apoyo, convenciéndola de que ONU Mujer sería más que la suma de sus predecesores, en tanto apelaban a su sentido del deber para ayudar a las mujeres.
Y desde el inicio del trabajo en este puesto han habido problemas. Para empezar, ONU Mujer no fue creada con el poder de una Agencia completa, una distinción muy importante en las Naciones Unidas. Es el producto de cuatro años de negociación que casi terminan en una encrucijada después de que los países miembros se dividieron con respecto a la función de la organización. Lo que emergió fue una entidad con responsabilidad operacional para lanzar programas en los terrenos de los países que lo requieran, además de un brazo capaz de establecer políticas que aseguraban que las mujeres estuvieran en el centro del trabajo de las Naciones Unidas.
Todo esto cuesta mucho dinero, lo que da pistas del problema fundamental: los recursos financieros, críticos para el eventual éxito de ONU Mujer, fallaron en materializarse. Pese a los incontables discursos en la ONU, que elocuentemente enfatizan la importancia de mejorar esta institución de mujeres y niñas, los aportes a esta joven organización no consiguen pasar la retórica.
Hasta ahora, ONU Mujer ha recibido casi 200 millones de dólares en fondos, lo que representa una cantidad dramáticamente menor al billón de dólares que se esperaban disponibles, y peor aún, está mucho más atrás de los 500 millones de dólares que Ban estableció en enero del 2010 como “los requerimientos iniciales, totales, para la fase de inicio”.
Los Estados Unidos presentó algunas críticas particulares después de entregar sólo 6 millones a la organización en el 2011. El Departamento de Estado, cuyo presupuesto cubre algunos fondos de la ONU, le pidió 8 millones al Congreso para el año fiscal 2012 de ONU Mujer, un poco menos de lo que muchos observadores esperaban, dado el rol clave que EE.UU. jugó en el lobby en pos de la organización. Algunas activistas mujeres tildan el monto de “vergonzoso”, pero los oficiales del Departamento de Estado dicen que hacen lo que pueden, dado el recorte fiscal y la realidad del parlamento.
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