“Desde muy niño, Steve Jobs se sintió un elegido”, según su biógrafo
"Su mayor defecto era que en ocasiones se dejaba llevar tanto por la pasión que podía llegar a ser mezquino con las personas. (...) No solía pedir perdón, pero aun así la gente le era muy fiel porque valoraba su pasión y su talento", indica Isaacson.
Romántico, extremadamente sensible y obsesionado con la búsqueda de la belleza pero también consciente de su poder y rudo en la exigencia, Steve Jobs creyó desde muy niño que era “especial”, que el destino le había elegido para hacer grandes cosas.
Esa es la semblanza de Jobs que Walter Isaacson, biógrafo autorizado del cofundador de Apple, ha trazado en una entrevista telefónica con Efe, en la que asegura que pese a la gravedad de su enfermedad, el tecnólogo dejó “ideas nuevas y brillantes para teléfonos y otros productos” que verán la luz en el futuro.
En “Steve Jobs” (ed. Debate), fruto de más de cuarenta entrevistas, Isaacson presenta a un “genio” con sombras tan apasionado y obsesionado por su trabajo que llegaba a comportarse de forma “miserable” con sus más allegados.
“Su mayor defecto era que en ocasiones se dejaba llevar tanto por la pasión que podía llegar a ser mezquino con las personas. (…) No solía pedir perdón, pero aun así la gente le era muy fiel porque valoraba su pasión y su talento”, indica Isaacson.
Aunque no hacía autocrítica, el cofundador de Apple era “muy consciente” del impacto de su comportamiento y se mostró arrepentido de “muchas cosas”.
“Le pesaba la forma en la que afrontó el nacimiento de su primera hija, el no haberse hecho cargo de ella desde un primer momento. Y de pequeñas cosas, como de la manera en la que trató a sus padres cuando fue a la universidad. Creo, también, que se arrepintió de no haberse operado del cáncer nada más le fue diagnosticado”, sostiene Isaacson.
El hecho de ser un niño adoptado fue determinante en la personalidad de Jobs. “Me contó -dice su biógrafo- que le hacía sentir independiente y ajeno al mundo en el que vivía. También le hacía sentir especial. Algunos de sus amigos piensan que le generaba un sentimiento de abandono y le hacía estar ansioso por demostrar su valía”.
Carecía de aficiones mundanas, de hecho, sólo le interesaban dos cosas en la vida: “su familia -estaba locamente enamorado de su mujer y tenía una relación ‘fortísima’ con sus hijos- y su trabajo en Apple”.
Precisamente su labor al frente de la compañía de la manzana le produjo grandes sinsabores. Según Isaacson, sintió como la mayor traición de su vida el que Microsoft creara “un ordenador con interfaz gráfica que se parecía al Macintosh”.
Y en los ochenta estuvo “obsesionado” con la empresa de Bill Gates porque pensaba que le había robado sus ideas, al igual que le pasó en los últimos años con Google por considerar que se había apropiado de algunos conceptos del iPhone y de su sistema operativo móvil.
Sin embargo, el biógrafo matiza que Jobs no era un hombre vengativo y que incluso, con el paso de los años, forjó una amistad con Gates.
A pesar de que reflexionaba sobre Dios y sobre el misterio de qué hay después de la vida -“disfrutaba de la búsqueda espiritual”-, no tenía miedo a la muerte, aunque pensó hasta un estado muy avanzado de la enfermedad que sería capaz de sobreponerse y de retomar el timón de Apple.
Sin embargo, aseguraba que su mayor orgullo era el haber creado una compañía que “perduraría sin él” gracias a su equipo, con Tim Cook y Jony Ive al frente.
A Jobs le encantaban todos los productos que se crearon mientras fue consejero delegado de la compañía de la manzana, aunque, según su biógrafo, consideró Apple TV un “fracaso” y antes de morir desarrolló ideas “fantásticas” para hacer de la televisión un dispositivo conectado a la red y a múltiples dispositivos.
A pesar de ser muy celoso de su intimidad, Jobs quiso tener una biografía oficial para que sus hijos comprendieran por qué no siempre había estado junto a ellos, para ser él mismo quien contara su historia y para dejar constancia de su legado en un libro.
En los encuentros que mantuvo con Isaacson, el tecnólogo fue “absolutamente sincero”, jamás censuró una pregunta y fue “más cordial que arrogante”.
Al final, y pese a tanta intimidad compartida, la reflexión de Isaacson no difiere demasiado de la de los admiradores de Jobs: “Su mayor virtud fue intentar conectar el arte y la tecnología y tener la cualidad de hacer bellas las cosas que usamos”.