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27 de Septiembre de 2012

Carta pastoral de los Obispos: “La Iglesia ha perdido credibilidad por nuestras propias debilidades y faltas”

El presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Ricardo Ezzati,leyó una carta pastoral de la Conferencia Episcopal que aborda las denuncias contra representantes de la Iglesia y el impacto de los movimientos sociales. En el texto la Iglesia hace una dura crítica al modelo económico.

Por Redacción
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En un documento de seis puntos, los obispos entregaron esta tarde una Carta Pastoral denominada “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”, donde analizan diversos puntos de la realidad nacional y eclesial centrados en los abusos al interior de la Igesia Católica, el desarrollo económico, la educación y los movimientos sociales.

El texto pertenece al Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile y fue presentado en el salón de honor de la Casa Central de la Universidad Católica, por el arzobispo de Santiago y presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Ricardo Ezzati.

La autoridad religiosa volvió a realizar un mea culpa a raíz de las denuncias de abusos sexuales cometidas por religiosos y expresó el reconocimiento de la necesidad de “revisar” distintos aspectos de la actividad pastoral. De igual forma ahondó el los aspectos que ya había adelantado tras la realización del Te Deum en la Catedral para las festividades de Fiestas Patrias, el pasado 18 de septiembre.

Al inicio de la carta se hace un llamado a reflexionar acerca de los actuales problemas que enfrenta el mundo católico, afirmando que “esto supone una profunda conversión de nosotros mismos y de la Iglesia, y al mismo tiempo escuchar el clamor de nuestro pueblo expresado en los movimientos sociales, contribuyendo a que se responda a sus justas demandas”.

En relación a los casos de abusos que se han hecho públicos en establecimientos educacionales, se expresa que “quisiéramos ser escuchados por aquellos que pudimos haber ofendido, y también deseamos presentar el mensaje de Jesús a quienes tienen una mayor responsabilidad en la construcción de la sociedad. Esperamos que aquellos que se sienten marginados y excluidos del progreso escuchen nuestra voz como cercana, preocupada y como un motivo de esperanza”.

En su carta los obispos  agregan que “reiteramos con la más profunda verdad nuestra petición de perdón a quienes hemos ofendido. La Iglesia ha perdido credibilidad por nuestras propias debilidades y faltas. Estas, junto a nuestro retraso en proponer necesarias correcciones, han generado desconcierto. Se nos ha hecho difícil trasparentar al mundo de hoy el mensaje que hemos recibido. Nos preocupa que muchos lo perciban como una moral de prohibiciones y que no nos vean proponiendo un ideal por el cual valga la pena jugarse la vida”.

De igual forma la carta de los obispos afirma que “nosotros somos los primeros que debemos ser evangelizados. Debemos revisar nuestros comportamientos personales y las estructuras de la Iglesia: el modo de ejercer nuestro sacerdocio, las formas de participación, el lugar otorgado a los laicos y en especial a la mujer. Será preciso revisar nuestra predicación y nuestros sistemas educativos para ver qué valores transmitimos”.

Movimientos sociales

En relación a los movimientos sociales como el estudiantil, ecologista y regionalista los obispos señalaron que:

“Impresiona el profundo malestar ante el modelo cultural que ha impuesto la globalización. En nuestro país, diversas manifestaciones piden reformas; en particular un poderoso movimiento estudiantil y sectores significativos de algunas regiones que se sienten postergadas, no escuchadas, incluso engañadas. La Iglesia no puede permanecer ajena a esos clamores”.

Ante esto se enfatizan que “Chile ha sido uno de los países donde se ha aplicado con mayor rigidez y ortodoxia un modelo de desarrollo excesivamente centrado en los aspectos económicos y en el lucro, sin poner atención a sus consecuentes tensiones y desigualdades escandalosas entre ricos y pobres”.

“Desde la centralidad del mercado extendida a toda la vida personal y social, la libertad económica ha sido más importante que la equidad y la igualdad. La competitividad ha llegado a ser el eje de todos los éxitos. Se ha pretendido corregir el mercado con bonos y ayudas directas descuidando la justicia en los sueldos, que es el modo de reconocer y dignificar el trabajo. Hoy escandalosamente en nuestro país muchos trabajan y, sin embargo, son pobres”, se añade.

De acuerdo a lo manifestado en el documento de la Conferencia Episcopal “el Estado ha quedado con las manos atadas para la prosecución del bien común y la defensa de los más débiles. En un país marcado por profundas desigualdades resulta extremadamente injusto poner al mercado como centro de asignación de todos los recursos”.

Asimismo se aclara que “las movilizaciones sociales justas en sus demandas pueden poner en peligro la gobernabilidad sin adecuados canales de expresión, participación y pronta solución. La desigualdad se hace particularmente inmoral e inicua cuando los más pobres, aunque tengan trabajo, no reciben los salarios que les permitan vivir y mantener dignamente a sus familias”.

Sobre el lucro en la Educación

Refiriéndose puntualmente al tema del lucro en la Educación y que ha sido el bastión de críticas de los universitarios y secundarios en las peticiones de reforma al sistema, se precisa que “el “lucro” desregulado, que adquiere connotaciones de usura, aparece como la raíz de la iniquidad, del abuso, de la corrupción y en cierto modo del desgobierno”.

Agregando que “en el ámbito de la educación el “lucro” es rechazado con mayor vehemencia. No podemos tranquilizar la conciencia centrándonos sólo en el lucro o culpando a la calidad de los profesores, que ciertamente tiene que mejorar. Vayamos más a fondo hasta la raíz del problema. Preocupa que en las universidades la formación de las élites esté centrada en su aporte a la productividad y en la eficiencia económica, y no en el sentido más profundo de la vida humana”.

Por último y a modo de conclusión se señala que “frente a esta forma de globalización, tenemos una doble misión: asumir sin miedos lo positivo que ella tiene, y al mismo tiempo promover que esa globalización sea corregida en sus limitaciones para que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos. Queremos un país genuinamente desarrollado, más fraterno, con mayor esperanza, más libre, más feliz.

En temas relativos a la sexualidad, la carta de los obispos lo asocian a la educación y la importancia de la dimensión femenina en este ámbito, afirmando que “una educación de calidad supone enseñar a vivir con los otros y para los otros, hablando de derechos pero también de los deberes de las personas”.

“Aquí debe destacarse el papel de la mujer, sus innegables derechos y deberes, y la importancia de la dimensión femenina en todas las actividades humanas. Es necesario educar la dimensión de la sexualidad, convertida por la cultura actual en un simple objeto de satisfacción sin estabilidad ni compromiso. La sexualidad humana debe alcanzar su máxima dignidad como expresión privilegiada del amor y manifestación del don total y responsable entre personas”, se agrega.

A modo de reflexión se concluye que “la Iglesia debe resituarse en el mundo con nuevas coordenadas, asumiendo una participación activa en asuntos de interés y debate público, como la acogida a los migrantes, la protección de los más vulnerables, la situación en las cárceles, la lucha contra la discriminación, la defensa y promoción de los derechos humanos, el combate a la deshumanizante drogadicción, las necesarias reformas a la educación, y en general los problemas que atañen a la vida social y política. A la Iglesia corresponde estudiar esos problemas y suscitar su reflexión en la sociedad, profundizar en ellos y confrontarlos a la luz del valor fundamental de la dignidad de la persona que nos enseña Jesús.

Por último el llamado es a que “estamos en un momento muy privilegiado de nuestra historia. Estamos refundando el país y esto es muy apasionante. La buena educación no consistirá sólo en acumular saberes sino también en tener una moral sólida que haga posible la participación y la convivencia ciudadana. Tenemos que humanizar ese desarrollo y compartirlo entre todos”.

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