La historia de cómo la calle se tomó el discurso presidencial del 21 de mayo
Los movimientos sociales ya anunciaron que acompañarán el último discurso de Sebastián Piñera marchando por las calles de Valparaíso, y nadie descarta que el mandatario sea interrumpido desde las tribunas.
Lejana queda la solemnidad con que se desarrollaban los discursos presidenciales en la década del 90. Ya pocos se acuerdan del primer discurso del presidente Patricio Aylwin, cuando finalizó su cuenta pública con un “qué dios nos ayude”. Eran otros tiempos, ciando en las afueras del Congreso una multitud de personas se reunía para saludar al ex mandatario y era unánime el llamado a la paz entre los chilenos.
23 años después, otro es el clima. Los movimientos sociales ya anunciaron que acompañarán el último discurso de Sebastián Piñera marchando por las calles de Valparaíso, y nadie descarta que el mandatario sea interrumpido desde las tribunas del Congreso por algún manifestante. O por los mismos parlamentarios, que en el mensaje de 2011 -y abandonando el espíritu republicano- interrumpieron al mandatario desplegando una gigantografía con el mensaje “No a HidroAysén”.
¿Cómo se explica este cambio?
En el 2003, Ricardo Lagos gobernaba el país y la cuenta pública de ese año pasó a la historia por un episodio singular. Mientras el ex mandatario señalaba que la cobertura de jóvenes que estudiaban en la educación superior se había duplicado en Chile, un dirigente de los universitarios lo interrumpió “necesitamos mayor compromiso con la educación superior. Queremos arancel diferenciado”, fueron sus palabras. El entonces presidente del Senado, Andrés Zaldívar, agitó con furia la campanilla y carabineros procedió a desalojar al manifestante, “Chile es el único país donde tribunales militares juzgan delitos cometidos por civiles, esto no es democracia”, vociferó el universitario… la respuesta de Lagos quedó en la historia “democracia es que usted pueda estar en la calle gritando mi amigo, para eso luché”.
Según el director del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea, Carlos Huneeus, la llegada de Lagos a La Moneda generó expectativas que no se cumplieron. “Con la llegada de un Presidente de izquierda en el 2000, que implicó una alternancia de nombres pero no de programa, ni de intensificación de la perspectiva de izquierda de más participación y más igualdad, obviamente ahí se creó una tensión que iba a estallar pronto”. Aunque el mismo Huneeus reconoce que el problema venía de antes “desde el 90 cuando los jóvenes no se inscribieron en los registros electorales y no se hizo nada por cambiar la situación, entonces tenemos a una juventud que no está integrada en el sistema político”.
Pero no sólo los jóvenes han protestado durante los discursos presidenciales ante el Congreso. El 2007, con Michelle Bachelet instalada en La Moneda, 11 deudores habitacionales se manifestaron en la sede del Legislativo. Ese mismo grupo, organizado en ANDHA Chile, protestó durante todos los discursos de Michelle Bachelet, ya sea en la calle o en las tribunas.
El sociólogo de la Universidad de Chile, Alberto Mayol, asegura que el problema se arrastra desde los 90 “hay que analizar la crisis de las estructuras que se configuraron durante la transición, las que fueron diseñadas de un modo tal que la política tuviera controlada a la sociedad. Una política de gobernabilidad intensa con una democracia de acuerdos, sobre la cual la sociedad planteaba a lo más demandas, problemas, pero nunca podía proponer soluciones”.
Según Mayol, esa relación habría quedado al descubierto “desde el momento en que se descubre que la política no se está relacionando adecuadamente con la sociedad, hay una fractura muy importante de las instituciones”. El momento clave para el sociólogo habría sido el acuerdo nacional por la educación, donde la Concertación y la Alianza pactaron una salida a las demandas que exigían los estudiantes secundarios durante la llamada “Revolución Pinguina” el 2006.
“Esta fractura se hizo muy evidente el 2011, y por eso la tendencia creciente ha sido que la dirigencia política tenga que hacerse cargo, paulatinamente, de los problemas planteados por la calle”, asevera Mayol.
La lupa de la calle
El 21 de mayo del 2006 pilló a la ex presidenta Michelle Bachelet con varios liceos en toma. Los secundarios habían advertido que si no tenían respuestas concretas a sus demandas durante el discurso presidencial, intensificarían sus protestas. Habló la mandataria en el Congreso, y los escolares no quedaron conformes. ¿Qué pasó?, cientos de liceos se sumaron a las tomas y el gobierno de Bachelet enfrentó una crisis que lo obligó a cambiar a sus ministros de Educación, Interior y Economía.
El 2011, algo similar pasó con el Presidente Sebastián Piñera. Las masivas marchas contra el proyecto Hidroaysén habían encendido una luz de alerta en el Ejecutivo y un incipiente movimiento estudiantil señalaba que de no tener respuestas satisfactorias, inundaría las calles. Dicho y hecho. Los estudiantes no quedaron satisfechos y desataron el mayor movimiento social de los últimos 20 años. Y no sólo eso. El 2011 el Presidente Sebastián Piñera fue interrumpido 14 veces durante su discurso, todo un record.
Según Alberto Mayol, el carácter del actual mandatario vino a profundizar la crisis de la institución presidencial “sin duda hoy se respeta menos a las autoridades que hace 10 o 15 años. Lo que pasa es que la crisis institucional significa, entre otras cosas, una desvalorización de las instituciones, y eso supone que el ámbito institucional queda en cuestión, y dentro de eso ha quedado en cuestión la institución presidencial. También tiene que ver con el hecho que Sebastián Piñera es un Presidente que no responde a la dimensión ritual de la política. Él no responde, no se da cuenta de esa dimensión, por lo que en términos generales no logra darle a la institución una estatura suficiente”.
Desde el CERC, Carlos Huneeus plantea que la crisis de las instituciones no parte el 2011 “estaba esa fórmula de entender la política muy disciplinada y a través de negociaciones y compromisos por ciertos personeros que estaban en el gobierno, o en el sector privado, u operadores políticos y económicos específicos, que habían sido ministros en el pasado y que se sentían llamados a representar intereses especialmente privados ante el Estado… eso venía haciendo agua hacía tiempo y se expresó en el gobierno de Bachelet con los pinguinos”. Para Huneeus la forma misma como se ejercía la política entró en crisis.
El discurso que mañana Sebastián Piñera ofrecerá en el Congreso Nacional no estará exento de la presión de la calle, y según los expertos el próximo gobierno tampoco lo hará. Mayol lo expresa así: “hoy tenemos una situación donde se necesita reconstruir instituciones, y eso tiene dos salidas. O sobre los propios cimientos para tratar de mejorar el pegamento de la actual, o crear nuevas instituciones que reemplacen a las actuales. En Chile hay que tomar la decisión si se van a hacer reformas o transformaciones, la voz de los movimientos sociales y de las personas estaría pidiendo transformaciones, pero hay otros que dicen que se requieren sólo ajustes. Esa es la gran pregunta”.
El día que un diputado disparó a la testera
Por más intensas que sean las actuales manifestaciones de los movimientos sociales, nada se compara con lo ocurrido el 21 de mayo de 1938, cuando el presidente Arturo Alessandri Palma entregó su cuenta pública al país. Al abrir la sesión, el entonces presidente del Senado, Miguel Cruchaga, cumplió con la tradición de ofrecer la palabra a los parlamentarios, pero, a diferencia de lo que siempre ocurre, esta vez un diputado si quería hablar. Se trataba de Gabriel González Videla, entonces presidente del Frente Popular, a quien de igual forma no le otorgaron la palabra. En ese momento se desató una batahola en el Congreso, que sólo se calmó cuando otro diputado, Jorge González Von Marées del Movimiento Nacional Socialista, desenfundó su revolver y disparó a la testera. Ese día, cuatro diputados terminaron presos. ¿Ven?, no hay comparación.